¿Qué fue de García Casado, de Almacenes Roncero o de Lucio Astudillo? Comercios míticos, todos en Santa Clara, y todos cerrados. Estos, y otros más, fueron los primeros espadas del comercio zamorano hace no tantos años, grandes negocios en una gran zona, Santa Clara, núcleo de las compras en la ciudad. Ahora, en los mismos lugares, aparecen locales cerrados o, sobre todo, franquicias. Son las franquicias, principalmente de textil, las que se han apropiado de los principales locales de la principal zona comercial desplazando, o directamente eliminando, a los negocios eminentemente zamoranos. "Es lo que hay", coinciden los empresarios.

Pocos podían prever que Santa Clara se convertiría en lo que es ahora hace menos de treinta años, cuando Zara, la primera gran franquicia en llegar a la ciudad, abrió sus puertas en la calle (aunque no exactamente donde está ahora). Tras esta, llegaron una franquicia tras otra. Primero, las del sector textil. Luego, todo tipo de negocios. Ahora es noticia que un pequeño empresario abra en Santa Clara y, desgraciadamente, no es raro que el cierre legue pocos meses después. Las elevadas rentas, según unos, o las nuevas formas de comercio para otros.

Pocos empresarios han visto la evolución de Santa Clara como Dionisio Alba e Ildefonso Boizas, dos referentes en el comercio zamorano y grandes conocedores de la zona, pues tienen negocios en su entorno desde hace medio siglo de vida. La primera gran convulsión, recuerda Alba, fue la conversión de Santa Clara en calle peatonal. "Fue en la década de los setenta y con la oposición de más del 70% del comercio zamorano", recuerda el dueño de Joyerías Alba. Prácticamente punto y seguido "comenzó la conversión de la calle y ahora las franquicias tienen los mejores locales desplazando al comercio tradicional. Se salva, por poco, el detallista".

¿Qué ha sucedido en estos años? Según Dionisio Alba, la base hay que buscarla en los propios consumidores. "El cliente zamorano ha cambiado", zanja el empresario. De hecho, Alba recuerda ahora que, cuando Zara abrió sus puertas, los más agoreros pronosticaban un fracaso de la marca en la ciudad. "Se decía que a los zamoranos no les iba eso, que no íbamos a ir todos vestidos igual, que el comercio iba a resistir a las franquicias". El tiempo ha dictado sentencia, "las generaciones más jóvenes han llegado" y "los gustos no son los mismos. Aquí", relata Alba en referencia a los comercios de Santa Clara, "había hasta hace no mucho comerciantes que ofrecían los mismos productos que hace décadas, con el mismo formato de comercio, sentados detrás del escaparate esperando a que entrara el cliente. Eso ha cambiado y muchos no han sabido adaptarse a esto", zanja el joyero zamorano.

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Por su parte, Ildefonso Boizas echa la vista atrás y se remonta a 1986, año en que España se integra en la Comunidad Económica Europea. El entonces vicepresidente de la Cámara de Comercio rememora un viaje a Bruselas con un puñado de empresarios zamoranos para, precisamente, conocer de primera mano las ventajas del mercado común. "En un receso de las charlas, en un café, un conferenciante me dijo algo así como que el comercio tradicional iba a desaparecer en 25 años. Han pasado treinta, pero no iba muy desencaminado. Comentamos como las franquicias llegarían primero a las grandes ciudades, luego a las medianas y por último a las pequeñas como Zamora. Y si hoy le viera, le diría que también han llegado a pueblos como Morales del Vino".

Otra cosa es analizar las salidas que le quedan al pequeño comercio. Aquí depende del punto de vista. Mientras Alba defendía a los comercios detallistas como vía de negocio para los emprendedores, Boizas prefiere centrar sus miras en otros caminos. "A día de hoy quedan pocas vías, un comerciante no tiene más salida que franquiciarse o pensar a lo grande". Las opciones actuales, subraya Boizas, "son enormes. Las personas de menos de cincuenta años compran ya asiduamente por Internet y las franquicias han cambiado los hábitos de compra. Un comercio de textil que, por su limitado poder de compra, no cuente con un buen número de opciones que ofrecer al consumidor, está condenado al cierre. Es triste, pero así es".

Es precisamente por este cúmulo de circunstancias por las que conviene poner en valor, más aún, a los comercios que aguantan desde hace décadas en la zona comercial más transitada y más socorrida por los zamoranos. El Redondel, en Sagasta, Farmacia Arias o Librería PYA, solo algunos ejemplos de negocios que quitan y quitan hojas a un calendario que se empeña en cambiar los tiempos. Comercios que han resistido, además, a las inclemencias de una crisis económica que no acaba de abandonar la provincia y que, año tras año, sigue mermando el nivel de compra de los consumidores.

Esto es precisamente lo que, unido al incremento de las franquicias, ha dejado Santa Clara con muchos locales vacíos. No más que en otras zonas, pero muchos si se tiene en cuenta que, como recuerda Boizas, "cuando quedaba un local libre en esta calle hace quince años, los empresarios íbamos como lobos a por él". Las rentas son, para muchos, elevadas, lo que "directamente expulsa" al pequeño emprendedor, asegura Alba. "En León o Salamanca el alquiler es parecido en las zonas punteras y el nivel de compra, sobre todo el negocio potencial en la capital charra, no puede compararse con el que hay en Zamora. Es mucho más alto".

La cuestión radica precisamente en que las franquicias exigen a sus franquiciados una ubicación privilegiada. Y, a la vez, un comercio con el respaldo de una gran marca es uno de los pocos capaces de soportar unas rentas altas. Una "pescadilla que se muerde la cola" que hace que los pequeños negocios van y vienen mientras las franquicias se afianzan. ¿El futuro? "No queda otra que resignarse, adaptarse a los cambios y buscar un tipo de cliente que no compre en las franquicias". Lo demás, dicen los empresarios, "es pasado".