Les Arts Florissants interpretan los Madrigales de Claudio Monteverdi el próximo sábado (19.00 horas) en San Cipriano. El tenor Paul Agnew, director adjunto que ofrecerá una charla previa en el Museo Etnográfico (18.00 horas), habla de su pasión por la música y del objetivo que persigue junto a William Christie, director de la formación.

-¿Cuál fue su primera experiencia con la música?

-Mi primera experiencia con la música consistió en cantar un solo como José en "José y su increíble manto de sueños en Tecnicolor" cuando tenía siete años. Mis padres solían escuchar a Tony Bennet y a Frank Sinatra, pero mi primera experiencia real tuvo lugar en el colegio. Fue una situación muy afortunada porque el director del Coro de la Catedral vino a ver mi actuación y me preguntó si me gustaría cantar con ellos. Cantar en una formación de este tipo es una formación extraordinaria y un placer maravilloso. Disfruté cada minuto.

-¿Tenía claro que quería convertirse en tenor cuando era un niño?

-Era muy feliz cantando cuando de niño, pero nunca soñé con seguir haciéndolo de adulto y ganarme la vida con ello. En realidad tuve suerte de que mi voz se quebrara y que, como consecuencia, me dedicara al teatro porque paré de cantar durante un tiempo. Cuando tenía unos quince años tuve otro afortunado encuentro con un profesor de música que me escuchó cantar en clase. Insistió en que era un verdadero tenor y que debería cantar más. Me invitó a hacerlo con su coro amateur. Era la segunda vez. Desde aquella fecha no ha habido día que no haya cantado.

-¿Y soñó con tocar algún instrumento?

-Toco el piano muy mal y aprendí el violín cuando era niño. Me gusta tocar el piano y, naturalmente, me es muy útil para aprender música. Admiro enormemente a los instrumentistas con quienes actúo y adoro la interacción con las orquestas que dirijo, pero no cambiaría cantar por ningún instrumento si tuviera que tomar una decisión. Cantar es muy personal: en el escenario expresas algo que es original, una parte de tu personalidad. Naturalmente esto también es cierto para los instrumentos, pero menos, porque la voz es una parte integral de nuestros cuerpos, un fragmento de quienes somos.

-¿Qué significó su educación en el Magdalen College de Oxford?

-Fue una grata sorpresa ser aceptado en Oxford. De hecho fui la segunda persona en la historia de mi colegio en ser admitida. Es un lugar extraordinario, privilegiado y extremadamente bello, pero mi principal recuerdo de aquel tiempo fue la oportunidad de conocer tantos talentos. Las conversaciones a la hora de la comida eran fascinantes. Allí creé un coro y una orquesta y tuve mis primeras experiencias en la dirección. Fue una experiencia muy rica.

-¿Por qué decidió dedicarse a la música antigua? ¿Qué significaba para usted este tipo de música?

-Recuerdo muy bien escuchar a Emma Kirkby cantar el Mesías en la primera grabación con instrumentos de la Academia de Música Antigua, dirigida por Chris Hogwood, cuando tenía catorce o quince años. Poco podía imaginar que actuaría a menudo con ambos. Me encantaba el sonido limpio y la riqueza de la expresión. Aquello me "golpeó" y, aunque no podía saber qué pasaría en el futuro, me di cuenta de que siempre sería un apasionado de la música barroca.

-¿Cuáles son sus compositores favoritos? ¿A cuál elegiría si tuviera que interpretar una de sus óperas?

-Tengo que admitir que mi compositor predilecto es a menudo aquel con el que estoy trabajando. Hace poco interpretamos una gran cantidad de música de Monteverdi, fundamental para entender el Barroco y toda la producción desde entonces. Monteverdi es clave en el gran cambio que la música afronta entre el Renacimiento y el Barroco y la gestación de lo que llamamos "música moderna". Siempre me sorprendió su ingenio y su sensibilidad hacia el texto. Hay pocos compositores que extraigan tan bien la música de la partitura. Trabajar estas composiciones es una experiencia profunda.

-¿Cuándo conoció a William Christie, el director de Les Arts Florissants?

-Conocí a William cuando realicé una audición para él en 1992, y he actuado con Les Arts Florissants cada temporada desde entonces, incluyendo un número de grabaciones al año y viajar por todo el planeta. Esto me ha permitido admirar muchísimo a William. Ama el texto y así es como dirige a los cantantes, buscando la forma de elevar las emociones dentro de lo que el propio intérprete había imaginado. Desde hace poco me he hecho cargo de la dirección adjunta del grupo: juntos damos forma a la temporada, escuchando a nuestros músicos y dando continuidad al trabajo de Les Arts Florissants en toda su variedad. Es apasionante trabajar con él en un repertorio que ama, sobre el que él sabe mucho y con el que domina el universo musical de una generación.

-Precisamente, nos gustaría que nos hablara de Les Arts Florissants para conocer un poco mejor el grupo que actúa en Zamora el próximo sábado.

-Es un conjunto de músicos y de cantantes dirigido por William Christie, quien lo fundó hace treinta años, conmigo los últimos siete u ocho como director musical adjunto. El conjunto se dedica a redescubrir la música de entre 1600 y 1760, un género que llamamos barroco. Les Arts Florissants es muy conocido en la música francesa, aunque también entre la producción inglesa e italiana de este periodo. No creo que William ni yo estemos particularmente interesados en la idea de autenticidad; ni nuestro público, los espacios en los que actuamos o nuestras vidas reflejan la filosofía de hace cuatrocientos años, sino que nos guiamos más por la idea de que el compositor, cuya música ha sobrevivido todo este tiempo porque es una genialidad, guardaba en su mente un sonido y un ritmo que tenemos la responsabilidad de llevar tan lejos como podamos. Cuando lo conseguimos, alcanzamos la verdadera belleza de esa música.

-Háblenos del programa que van a interpretar en Zamora.

-Vamos a interpretar un programa de música de Claudio Monteverdi llamado "Cremona", así llamado porque la música que tocaremos fue compuesta en el inicio de la carrera de Monteverdi cuando aún vivía en su ciudad natal, Cremona. En su producción percibimos el inicio de la gran revolución que tendrá lugar entre la música de gran sonoridad del Renacimiento y el nacimiento de la música dramática, y la ópera al inicio del siglo XVII. Escuchamos una partitura que comienza a crecer hasta que, al final del concierto, entendemos que la música existe solo para servir al sentido emocional del texto. Estamos a pocos años del nacimiento de la ópera con la misma Orfeo de Monteverdi en 1607, el trabajo que cambia la historia de la música, pero toda la experimentación y preparación ha tenido lugar dentro de los madrigales que escuchamos en la actuación.

-¿Sonará de una forma especial en un templo del siglo XII?

-Cuando interpretamos estas piezas en un espacio tan antiguo como la iglesia de Zamora, nos recuerda cuán moderna es la música realmente. Compuesta cuatrocientos años antes de nuestro tiempo y otros cuatro siglos después de la construcción de la iglesia, un periodo que abarca toda la música del oeste. Es un extraordinario pensamiento.

-¿Cuál es su opinión sobre el Festival Pórtico de Zamora?

-Venir a Zamora es tan importante como ir a Berlín o a Viena, porque nuestra misión consiste en dispersar la belleza de esta música tan lejos y tan ampliamente como sea posible. Es una oportunidad para cantar ante un nuevo público con la esperanza de que les emocionen estas canciones tanto como cuando a mí me maravillaron en el colegio, entonces solo tenía catorce años.