Los cambios en el desarrollo del cerebro de los progenitores en los últimos años y la necesidad de contar con la figura del padre y la madre para el crecimiento mental del niño fueron los aspectos que trató la catedrática de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Navarra Natalia López Moratalla en su conferencia "Cerebro materno, cerebro paterno", dentro del ciclo Semana de la Familia.

-¿El cerebro sufre cambios con la maternidad?

-Es un desarrollo muy peculiar e interesante, que sucede durante el embarazo y está relacionado con el desarrollo del cerebro social, el que tenemos para relacionarnos con los demás. Sucede durante el embarazo, para prepararse para la crianza y la atención del hijo. Los cerebros de la madre y del padre confluyen, aunque tengan procesos distintos, con diferentes puntos esenciales, pero que en ambos casos permiten entender al bebé, conocerlo y ofrecer las nociones para cuidarlo.

-¿Qué diferencias hay en esos procesos?

-La madre tiene el centro nuclear donde se evalúan las emociones, por lo que se desarrolla de manera muy potente a nivel emocional durante el embarazo. Luego, la atención y la lactancia lo acentúan más. Es algo que le regala la naturaleza durante el embarazo, el padre tiene que ganárselo, cuidando al niño desde pequeño, con el contacto físico, al cogerlo, bañarlo o acariciarlo. Se desarrolla de tal forma que en un cerebro de varón se puede saber si es padre o no. Se han hecho experimentos en los que se les ponen imágenes de niños riendo y llorando. A los que no son padres les llama la atención cuando ríen, pero cuando lloran se olvidan. Sin embargo, quien es padre presta más atención y se pone en funcionamiento su cerebro en el segundo caso y se proyecta hacia su cuidado.

-¿Qué aportan estos cambios?

-Este desarrollo del cerebro les da la capacidad de conocer a través de un gesto de un niño lo que necesita y estar preparados para dárselo, de tal forma que incluso a veces el cerebro motor, aunque sea un vídeo o fotografía, se pone en marcha como para ir a su ayuda, dar la respuesta. Eso quiere decir que estamos bien hechos y la naturaleza nos prepara para saber qué les pasa al niño. Con esa intuición saben responder a las necesidades que manifiesta. Este desarrollo en la madre lo conocemos desde hace más tiempo, mientras que sobre el padre no se había pensado hasta hace poco. El mayor cambio de ambos cerebros se ha debido a las nuevas situaciones laborales.

-¿Ya no son entonces tan diferentes?

-Cada uno ha ido siendo mejor en su estilo, pero manteniendo las diferencias, porque de cara al hijo son complementarios y necesarios. El niño necesita la imagen paterna y materna para su desarrollo más elemental.

-¿Qué cambios se han descubierto?

-El cerebro de la madre, al trabajar más fuera de casa, se ha convertido en un cerebro multitarea y pueden hacer muchas cosas al mismo tiempo. Los estudios demuestran que de forma natural hay muy poca gente que tenga este tipo de cerebro, lo normal es que si atendemos a varias cosas a la vez, las hacemos regular todas, se pierde eficacia. Pero las madres han conseguido hacer más de una cosa a la vez y con intensidad.

-¿Y en el caso de los padres?

-En ellos también ha cambiado mucho. Antes comenzaban a atender al hijo cuando comenzaba a hablar, pero no se les ocurría bañarlo o dormirlo, eso era tarea de las mujeres. Con los cambios sociales, los padres están mucho más involucrados en la atención de los niños más pequeños y su cerebro se ha desarrollado en hacia uno donde su modo de empatía se ha desarrollo junto al emocional, más habitual en la mujer.

-¿Esta evolución es práctica fuera del hogar?

-Las empresas se empiezan a dar cuenta del valor que tienen esas experiencias en sus empleados. Por ejemplo, la paternidad quita el estrés a los hombres, el jugar con sus hijos y atenderlos se ha demostrado que es un antiestrés. Se desarrolla mucho el cerebro de las relaciones interpersonales, la capacidad de entender y ponerse en la piel del otro.

-¿Se complementan estos dos cerebros?

-Completamente. En los dos primeros años de vida el cerebro se lateraliza, fijándose bien a la derecha e izquierda. Alinea con la madre el hemisferio derecho y con el padre el izquierdo, cada uno con sus funciones características. El bebé necesita esa alineación con la figura materna y paterna. Además, está el vínculo de apego con los padres y madres, que tienen connotaciones distintas y que hay que enraizarlo en los primeros años.

-¿Tiene consecuencias el no disponer de esas conexiones?

-Si no existen esos apegos naturales puede convertirse en un niño con muchísimas dificultades, incluso con violencia o con un desarrollo académico más lento e ineficaz. La naturaleza es como es y hay que tener padre y madre, es la estructura familiar necesaria para el desarrollo.