El escritor leonés Luis Mateo Díez participó ayer en un encuentro con lectores en la biblioteca municipal de Candelaria, donde estuvo presentado por su amigo Roberto Peña Uña y por la directora del centro cultural, Rufi Velázquez.

-En esta nueva visita a Zamora ha optado por compartir su experiencia literaria con lectores en la biblioteca municipal de la Candelaria.

-Respondo siempre a las llamadas de estos centros. La cultura, pese a ser un bien universal que atañe a las cosas más honorables, está compartimentada en las estructuras administrativas de tal manera que unas bibliotecas pueden percibir por su adscripción estatal una inversión que nada tiene que ver con las que reciben las municipales. En este sentido este país es bastante desgraciado porque todos teníamos que tener conciencia común de la cultura a la que pertenecemos. La falta de entendimiento entre esferas administrativas es una lacra que no se puede soportar. Las actividades que hay en las bibliotecas municipales tenían que tener una política general de adquisición de libros, y no es así. La cultura en este país y en especial con este gobierno, ahora en funciones, ha sido de tercera división.

-¿Ha perdido su espacio la cultura en la sociedad?

-La sociedad es lo que es y lo que queramos que sea. La sociedad necesita alicientes, lo que tiene que ver mucho con las inversiones y con un bien fundamental que es la educación. El Instituto de España, que coordina a todas las reales academias, se ha dirigido a los políticos que están debatiendo sobre el poder para reclamar un pacto común de la educación. Todas las discusiones sobre quién nos gobierna son secundarias si no suscriben un pacto general sobre la educación, y de eso no se oye hablar. Es necesario que se sepa cómo se va a educar y todavía no hay respuesta. El punto de partida no es la económica. Lo que nos haría ser distintos es que todos los que están en la lucha por el poder suscribieran un pacto por la educación.

-La Seguridad Social penaliza a creadores como José Manuel Caballero Bonald, Antonio Gamoneda, Eduardo Mendoza o Javier Reverte.

-Los autores padecemos lo que se ha sufrido en la cultura, un menos precio o falta de interés. Como escritor que ha vivido una larga experiencia como funcionario público, para mí muy interesante, tengo derecho a una pensión que he pagado durante 40 años de trabajo, lo que no puede evitar que pueda seguir produciendo bienes que forman parte de la cultura. Parece que ahora mis novelas no deben tener una rentabilidad económica. Además los creadores somos los únicos que no tenemos descendencia, es decir tras un número de años de mi fallecimiento los derechos de autor pasan a ser de dominio público. ¡Un mínimo de respeto! Además si contabilizas el número de horas que te lleva la escritura de una novela con lo que percibes no se vive ni en tiempos de Valle Inclán ni ahora porque tiene unos rendimientos muy bajos, pero hay alrededor una aureola porque participas en foros, conferencias o recibes premios.

-Usted forma parte del jurado de muchos premios. ¿De qué valen en estos momentos?

-Los comerciales están devaluados y los ajenos al comercio son referencias de prestigio que los escritores podemos complacernos al recibirlos. A mí hace poco me llamaron para comunicarme que me habían dado el Premio de Literatura de la Comunidad de Madrid, lo que es un honor. Los premios comerciales antes valían para vender libros, ahora no. Hay premios de segunda o tercera categoría que son alicientes para la publicación para aquellos escritores que tienen complicado llegar a la publicación. Yo he sido jurado de muchos donde intentamos encontrar una novela interesante y de calidad que quizá no ha tenido suerte con ningún editor.

-Usted defiende que la novela cuenta lo que somos. ¿Cuál es el estado del género?

-La ficción en general es un bien imprescindible de la condición humana. Estamos hechos de imaginación, memoria y palabras. La novela es imprescindible pero quizá se tiende hacia la ficción en imágenes y hacia el mundo de las grandes series. La novela tiene una gran pervivencia y es equivalente a cómo sobrevive el libro en las ediciones tradicionales de papel con respecto al ebook. La gente necesita el alimento de la ficción a través de la parte material, que es el libro.

-Buena salud, pero ¿de calidad?

-La novela, como otros productos de la sociedad en la que vivimos, ha sufrido los embates del consumo y del exceso de comercialización. Ha sufrido una decadencia en los requerimientos de rigor y de calidad. Una novela de calidad es aquella que es muy hermosa, que tiene un lenguaje bello, y que aporta una visión del mundo compleja frente a la escrita de una manera instrumental que, como mucho, sirve para entretenerse un rato.

-Pero es por lo que apuestan desde las editoriales.

-Sí, porque han primado la cuenta de resultados, pero no hay que ser muy pesimistas porque eso es lo que le ha pasado a las grandes editoriales que muchas mantienen un rincón para sus esencias. Además en las pequeñas editoriales hay libros de gran calidad. En las librerías, si no te dejas engañar, puedes encontrar muy buenos materiales. Al lector, que se genera en los clubes de lectura, le interesa lo que exige un esfuerzo retribuido, una novela que tiene un costo de lectura y cuyo placer hay que buscarlo, lo que pasa también en la vida, todo lo bueno cuesta trabajo. La literatura, como todo arte, es un reto que está asentado en el talento, la inteligencia y unas capacidades. Estamos en un momento en el que hay una parte de lectores que sabe lo que quieren y ellos eligen. Quien se lee lo que le echan, no es un lector.

-Entonces, ¿qué es?

-Es una persona a la que le llama la atención algo desde otro ámbito y cuando le plantean un libro, es atraído. En mi novela "Los desayunos del Café Borenes" un personaje dice que abundan mucho las novelas escritas por no novelistas, para lectores que no leen. Es una caricatura, pero que tiene su intríngulis.

-A la hora de seleccionar un libro, ¿qué criterios sigue?

-Me interesa estar informado a través de gente cercana lectora. No leo lo que se publica en Internet, pues no la uso. No tengo tiempo para todo y he elegido las cosas que me interesan. Me interesa la crítica, las opiniones y me sigue interesando mucho la figura del librero. Siempre he sido un lector de librero, dado que interesa su mensaje y te puede orientar. Tener un librero de confianza es como tener un buen médico de cabecera.

-Un hábito, quizá, en desuso.

-Es una costumbre que escasea, pues estamos invadidos por demasiadas cosas. Vivimos en un mundo donde una parte crucial es recabar el espacio de la libertad personal, de tus opiniones y tus decisiones, por lo que uno se tiene que refugiar frente a las redes, que bombardean.

-Ocupa en la Real Academia de la Lengua Española el sillón "i" que previamente ocupó Claudio Rodríguez.

-El grandísimo poeta, una persona muy conocida para mí y muy admirada. Creo que Claudio, dentro de los poetas del siglo XX, es el más misterioso por la materia que trata. Su materia poética es enormemente misteriosa. Nunca llego a desvelar el total de lo que él expresaba con una belleza y una naturalidad verdaderamente fascinante. Es uno de los grandes del siglo XX.

-La RAE trabaja para concienciar de la importancia del nuestro idioma, una defensa que choca con la elección de una canción en inglés para el concurso de Eurovisión.

-Como miembro de la Real Academia de la Lengua España estoy satisfecho de cómo se ha trabajado allí por la conciencia común del español, de una lucha denodada que ha hecho la RAE en colaboración con la academias americanas. Es un detalle que TVE lleve una canción en inglés cuando no son las pautas que se establecen de lo que necesita el español, como conciencia común de lo que somos. El Estado, y especialmente el gobierno actual el funciones, no ha dado en ningún momento una medida suficiente de saber lo que patrimonialmente supone el español. Somos dueños del español, lo que da dinero, y hay que saberlo cuidar.