"Por San Blas, la cigüeña verás, y si no las vieres, año de nieves" dice el refrán. Pero ni una cosa ni la otra. En este invierno tan atípico en el que ya están en las calles las cazadoras de entretiempo, no parece que vaya a nevar y tampoco hemos dejado de contemplar a las cigüeñas en los tejados de las iglesias zamoranas, una de las estampas más fotografiadas y admiradas por los turistas que visitan cada año la ciudad. Los más de veinte templos románicos de la capital acogen una gran cantidad de nidos en sus torres y espadañas que siguen hospedando a las emblemáticas aves también durante los meses más fríos.

Ya hace algunos años que es habitual que estas aves no dejen la ciudad como lo hacían antaño, más que por el aumento de las temperaturas, por la presencia humana que le garantiza el sustento durante todo el año y evita que tengan que hacer un largo viaje hasta el sur de África, como apuntan desde distintas organizaciones ecologistas como SEO España. ¿Para qué hacer una ruta tan larga y costosa si se pueden alimentar con los restos generados por los humanos y volver a sus nidos con un mínimo gasto de energía? La entidad tiene controlada a parte de la población de cigüeñas para estudiar los comportamientos de un ave que llegó a estar incluso en peligro de extinción durante los años noventa. La abundancia de alimento para sobrevivir en los distintos vertederos de zonas urbanas, en este caso, de Zamora, ha sido el verdadero detonante para cambiar las costumbres migratorias de la reina de los tejados, que ha mudado su costumbre en apenas unas décadas, como apuntan desde la organización especializada en aves.

Más de mil parejas

Aunque falten estudios recientes para saber el número exacto de cigüeñas, los especialistas afirman que aproximadamente se mantienen las que había en el año 2004, cuando la Consejería de Medio Ambiente de la Junta anunció que el número de ejemplares de cigüeña común ("ciconia ciconia") había aumentado un cincuenta por ciento en los últimos años superando ya las mil quinientas parejas que ocupan más de mil nidos en toda la provincia, medio centenar de ellas en la capital del Duero.

Este es solamente un ejemplo del poder del ser humano para cambiar, en muy pocos años, las costumbres inmemoriales de los animales que comparten su ecosistema. Mientras tanto, los campanarios de todas las ciudades del oeste de España, entre ellas Zamora, seguirán ocupados por las cigüeñas, que ahora tienen una vista privilegiada de los atardeceres de invierno a las orillas del Duero desde los tejados de San Juan o San Cipriano.