La psicóloga zamorana Mª Soledad Temprano ha obtenido la calificación "cum laude" en su tesis sobre la resiliencia y la comunicación en pacientes con distintos tipos de enfermedades crónicas y oncológicas. El estudio, dirigido por Fernando Jiménez y Guadalupe Sánchez de la Universidad de Salamanca, obtuvo también la propuesta para ser premio extraordinario.

-¿Por qué decidió abordar el tema de la comunicación y la superación de la enfermedad en los pacientes?

-Me dedico a la rama sanitaria y trabajo todos los días con los pacientes. Allí se comprueba que, si con una buena comunicación se logra implicar al paciente, se mejora el tratamiento y se puede afrontar mejor la enfermedad.

-¿Esa comunicación se refiere solamente al ámbito médico-paciente?

-No, porque el paciente se relaciona con todo el equipo: el médico, la enfermera, el logopeda, el celador... Depende de su patología tendrá que tratar con unas u otras personas. La relación más directa y más continuada es la que se produce con el médico porque es el que dirige los tratamientos y le anima. El paciente está en un entorno adverso en el que no sabe lo que va a pasar, tiene miedo, inseguridad e incertidumbre, por lo que el hecho de que el personal, sanitario o no, le ayude en acciones tan sencillas como indicarle donde está una consulta, influye el él muy positivamente y reacciona mejor que si se siente perdido o nadie le ha dedicado ni siquiera una sonrisa.

-¿Cuál es el papel del apoyo psicológico en estas situaciones?

-En la investigación se distinguen tres tipos de enfermedades, agudas, crónicas y oncológicas, a nivel cuantitativo y cualitativo. Todo el mundo ha podido tener una enfermedad aguda porque desde que nacemos estamos expuestos, pero es una patología que sabemos que tarde o temprano se va a resolver. Desde el momento en que aparece es una adversidad que te cambia la vida durante un tiempo, pero no es lo mismo que un mal crónico que exige adaptación a algo que te va acompañar toda la vida y que te hará condicionar todo a ello. La comunicación está en todo el proceso y, si se lleva a cabo de una determinada manera, se logra que haya pacientes más activos, por lo que el profesional tiene que ir guiando al paciente y canalizando sus decisiones sin obligarle a hacer nada que no quiera.

-¿Cómo cambia eso en pacientes oncológicos?

-Es algo mucho más grave y el paciente sufre una gran situación de miedo e inseguridad. Automáticamente, cuando le diagnostican piensa en unos tratamientos severos y mutilantes y se plantea la posibilidad de que puede morir. Se han producido grandes avances médicos en los últimos años y enfermedades que antes eran terminales ahora se están convirtiendo en crónicas, por lo que el paciente tiene que adaptarse psicológicamente a la nueva situación para mejorar sus niveles de bienestar físico y social.

-¿Aún hay miedo o vergüenza a decir que se está enfermo por temor a la compasión?

-Todos esos aspectos hay que trabajarlos. Cuando se diagnostica una patología, el paciente pasa por diferentes fases, incluida la de negación, pero finalmente tienes que asumirla para poder afrontarla tanto psicológica como físicamente. Por eso mucha gente no dice que tiene una enfermedad o espera para hacerlo, por lo que es mejor que tenga ahí a su médico de cabecera y que éste genere en él una confianza para que el paciente le cuente los detalles del proceso de recuperación y se sienta apoyado y animado.

-¿Se ha perdido el temor a ir al psicólogo a pedir ayuda?

-Está costando trabajo, pero cada vez reconocemos más que el psicólogo tiene una misión más funcional que dirige actividades, te mantiene activo y te anima hacer cosas, te enseña técnicas para combatir la tristeza... La psicología ha cambiado mucho y ya no es algo simplemente patológico que se centra en tratar un problema y dar soluciones. Precisamente de esa concepción positiva nace el concepto de resiliencia al ver pacientes que ante una misma situación reaccionan de distintas maneras. Hay gente que cuando tiene un problema sale adelante y hay que analizar por qué, si ha tenido apoyo social o familiar, comunicación.

-Cada vez se escucha más en los medios ese concepto de resiliencia. ¿En qué consiste?

-Es una palabra que procede del latín y que significa algo parecido a "rebotar" o "saltar hacia atrás". En términos asociados a la física, es la capacidad de algunos materiales de recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido. Como un muelle que salta hasta el techo tras haber estado aplastado. Eso se aplica a la capacidad humana de reaccionar positivamente ante situaciones límite.

-¿Se ha ampliado el uso del término "resiliencia"?

-Antes se aplicaba sobre todo a personas en situaciones límite como refugiados o en individuos que habían vivido en condiciones muy dramáticas, como niños que crecían en orfanatos y que finalmente habían logrado sacar lo mejor de sí mismos por otras circunstancias. De hecho, algunos de los precursores del término vivieron en campos de concentración y terminaron siendo neuropsicólogos que aplicaron a este campo su propia experiencia personal. Después se ha visto que no hace falta irse a casos tan extremos porque en situaciones de la vida normal también necesitas ser resiliente. Tienes que parar el golpe, pasarlo mal y aprender a superarlo con el tiempo y salir del bache habiendo aprendido.

-¿Cómo se puede potenciar esta capacidad?

-Es un concepto formado por una serie de habilidades que se pueden aprender. Primero tienes que resistir el dolor y después tienes que mantenerte activo para flexibilizar la situación y adaptarte a ella. Para eso necesitas un tiempo, un espacio y una serie de características. La resiliencia no es para siempre ni en términos absolutos, es decir, se puede ser resiliente para unas cosas pero no serlo para otras. Hay que tener iniciativa y perspectiva para ver una misma situación desde distintos puntos de vista y para poder sacar lo bueno de lo malo. Parece increíble que se pueda sacar algo bueno de un cáncer, pero hay personas a las que ha servido para saber que tiene una verdadera familia o unos verdaderos amigos.

-Una de las conclusiones de su tesis es que las mujeres son más resilientes y más propensas a comunicar su enfermedad. ¿Por qué?

-Suelen hacerse los fuertes e incluso apuran hasta el último momento para ir al médico, algo que puede ser peligroso porque conlleva problemas relacionados con la tardanza en la detección y el tratamiento. Además, las mujeres expresamos mejor los sentimientos porque, aún hoy en día, a los hombres les cuesta más. Eso no quiere decir que no sufran, pero parece que, a nivel social, solamente somos nosotras las que lloramos. Las mujeres suelen ser más sensibles y más positivas, y también tienen una manera diferente de resolver los problemas.