El uso de las nuevas tecnologías o la crisis económica y de la profesión han hecho que el periodismo haya tenido que evolucionar "tanto como en los tiempos de Gutenberg" según la presidenta de la Federación de Asociaciones de Periodistas, Elsa González.

-¿Cuál es su valoración de la profesión tras cinco años al frente de la FAPE?

-Han sido, a mi juicio, los años más complicados desde muchos puntos de vista, especialmente el laboral. También hemos perdido cierta credibilidad e independencia. Pero han sido años de cambio, en los que se ha incrementado el interés por la información, aunque seguimos sin hallar el modelo de negocio. No comparto la tesis de aquellos que dicen que el periodismo está en crisis. Está en crisis el modelo de negocio. La publicidad en Internet sigue siendo intrusiva, molesta, demasiado barata, nos hemos acostumbrado a no pagar por la información. El cambio ha sido del alcance casi de Gutenberg. En resumen, cinco años decisivos en la historia del periodismo.

-¿Algún aspecto positivo en todo este tiempo?

-Estamos incrementado nuestra conciencia de gremio, han nacido muchos colegios profesionales que suponen un arma más para defender la profesión. Y hay más asociaciones registradas y vinculadas a la FAPE. El sentirnos un colectivo más potente siempre en bueno para ocupar un puesto en la sociedad con mayor entidad.

-¿Y cómo ha evolucionado el periodista?

-Las dos crisis, mediática y financiera, nos ha llevado a un cambio casi de 180 grados. Fundamentalmente con las herramientas, pero también la concepción del destinatario de la información, que quiere un periodismo mucho más ágil y rápido, información a tiempo real. Como consecuencia de todo ello, el periodismo es menos reflexivo, se trabaja con la información cuando se está produciendo y seguimos sin atender demasiado a la ética profesional, clave del futuro profesional, que determina la calidad de la democracia porque determina la calidad del periodismo. Creo que debemos insistir mucho más en el rigor y en la ética y seguramente también más en la humanidad y en la dignidad de las personas. El periodismo es algo más que trasladar meros datos, el periodista debe tener una concepción del mundo que tiene que trasladar. Los medios de comunicación no están destinados a educar, sino a informar, pero al menos no debemos deformar a la sociedad, sino salvaguardar unos determinados valores. Por eso tenemos que buscar la independencia y la objetividad en la medida en que se pueda, pero no la neutralidad. No somos neutrales, ni con la injusticia ni con la eliminación de libertades.

-¿La crisis ha provocado la aparición de un periodismo más humano?

-En medio de un cierto descreimiento del mundo mediático hay en estos momentos muchos periodistas en lugares de conflicto que se están exponiendo completamente por trasladar la información, por que no se apague en lugares claves del mundo. Y esto se está haciendo cuando muchos de ellos no tienen ni el respaldo de un medio de comunicación, en situaciones muy precarias, con salarios de risa. Hay profesionales que están salvaguardando la dignidad de la profesión, la esencia, sus valores. Llama mucho la atención esas programaciones sensacionalistas y ausencias de ética que tienen que provocar la autocrítica, pero también se están contando historias humanas a cientos de kilómetros y aquí, donde somos en estos momentos imprescindibles para salvaguardar la democracia. Hemos destapado la corrupción y levantado alfombras en momentos de crisis, tanto económica como de los profesionales, trabajando por 800 euros mensuales.

-¿El público valora esta función?

-Tenemos que intentar trasladar a la sociedad la necesidad del periodismo, las redes sociales nos mantienen comunicados, pero no informados. El profesional es el que se responsabiliza de lo que publica, el que investiga, el que contextualiza y busca fuentes. Somos nosotros los que nos tenemos que hacer imprescindibles. Ahora que la información corre a raudales por la red somos aún más necesarios que antes.

-¿Los profesionales saben aprovechar las nuevas tecnologías?

-Creo que sí y usándolas muy bien. Otra cosa es que aún no se haya hallado el modelo de negocio. Se han buscado fórmulas híbridas para sobrevivir y ahora mismo hay medios de comunicación nativos digitales, algo que no existía hace cinco años. Eso quiere decir que hemos tomado otro camino. Pero todavía no hay editores del siglo XXI que sepan aprovechar estas herramientas y soportes, el gestor ha sustituido al editor y esa confusión de funciones debilita la independencia.

-¿Qué opina el uso que se hizo de estas nuevas herramientas para informar sobre los atentados de París?

-Lo vivimos casi a tiempo real y esto trasforma hasta la reacción a estos acontecimientos, hace otra sociedad. Aparte de este hecho están las consecuencias sociales e informativas sobre las libertades a la hora del derecho a la información y la libertad de información. Va a ser importante y puede marcar un antes y un después, al menos a corto plazo. Y lo que me llama la atención es cómo se ha aceptado esto socialmente.

-¿Es un tipo de noticias que invitan a ser reposadas?

-El ofrecer este tipo de información con la inmediatez que se hace ha permitido casi que la velocidad, en muchos casos, esté sustituyendo a la verdad o a la ética. Pero en cualquier caso el periodista tiene que trasladar los hechos en cuanto los conoce, teniendo en cuenta la mayor velocidad a la que nos obligan estas nuevas herramientas. Por eso tenemos que incidir en una formación ética mucho mayor y tener la capacidad de reacción rápida para ser prudentes y contrastar hechos. Es preferible tardar un minuto más y que todo esté contrastado. Quizá el medio impreso te permite más hacer eso, pero la propia sociedad es mucho más impulsiva y vivimos a golpe de historias que se cuentan en 30 segundos y todo es enormemente caduco.

-Otro cambio que está viviendo la sociedad es la aparición de nuevos partidos políticos, ¿cómo valora su auge?

-Cualquier color político que llegue a un gobierno tiene que estar siempre vigilado por el periodismo. Tenemos una nueva sociedad de la información, pero debe ser tan vigilante como se era con los partidos tradicionales. Es bueno el aire nuevo en política, sociedad o instituciones pero cualquiera de los nuevos partidos debe saber que tiene que atenerse a un respeto a la información que a veces no tiene tan claro. Hay que estar luchando permanentemente también por la libertad de prensa y de información en los países democráticos y sociedades libres. La lucha por la libertad es un papel que no se acaba, no perdamos el norte, porque no es una pelea por un derecho que le corresponde al periodista, es un derecho del ciudadano que nosotros nos limitamos a administrar.

-¿Qué espera de cara a las nuevas elecciones generales?

-Un año de elecciones es interesante para un periodista siempre, nos viene muy bien porque podemos exigir mucho más. A unos y otros movimientos políticos tenemos que hacerles llegar la voz de alerta. El periodismo tiene que ser libre, ejercido con un grado de independencia grande en virtud de un derecho ciudadano que sigue vigente en el artículo 20 de la Constitución.

-¿Qué le parece la ausencia de Rajoy en el próximo debate televisivo con el resto de líderes políticos?

-Todo debate es bueno y todo lo que se traslade a la ciudadanía para mayor conocimiento sobre un programa y línea de partido bienvenido sea. Todos tienen derecho a estar en el debate y forma parte de la línea de comunicación que elija cada partido político. Trasparencia y debate siempre será apoyado y defendido por los periodistas.

-¿Y esa nueva moda de los políticos de ser protagonistas de programas de entretenimiento?

-Tiene dos vertientes. Por una parte, humaniza al candidato, lo que no es malo, se hace mucho en América. No viene mal que se rebajen al común de los mortales. Pero creo que esto superfializa a la sociedad y no tenemos que confundir espectáculo con información. En muchas ocasiones solo sirve a los medios de comunicación para obtener mayor audiencia, con fines económicos. No me parece que eso enriquezca mucho más a la sociedad y a la política, sino al contrario.

-¿Qué ha ocurrido para pasar del plasma al show televisivo?

-Sin duda las elecciones han llevado a todo esto, pero no por aparecer en este tipo de programas se consiguen una sociedad ni una política más trasparentes, sino que se hace una política a veces más superficial y amarillista. Ni las ruedas de prensa sin preguntas ni la ocultación tras el plasma nos lleva a respetar al ciudadano en su derecho a la información.

-¿Qué papel tiene el periodista en las campañas electorales?

-Desde luego mayor que el que nos concede la publicidad electoral, esa programación obligatoria donde no hay nada que hacer, elaborada por los partidos, que además de ser tediosa es puramente publicitaria.

-¿Es un buen momento para que el profesional recupere la credibilidad y suba puestos en la valoración social que se tiene de la profesión?

-En parte depende de nosotros mismos y sobre todo de los medios de comunicación. El sensacionalismo, las tertulias polarizadas o la ausencia de independencia no generan nada bueno para el periodismo. Pero tenemos ahora muchas más oportunidades y herramientas, mayores soportes y posibilidades que antes. Además, el interés por la información es mucho mayor. Nosotros tenemos una gran llave para hacer eso posible. Creo que la sociedad también tiene una responsabilidad grande, porque no solo tocamos derechos de los periodistas, sino que se está jugando con libertades que pueden ser cercenadas. De este modo, el periodismo constituye una posibilidad de salvaguarda y de denuncia esencial.

-¿También tiene una labor el ciudadano?

-La ciudadanía debe defender también al periodismo y no se puede poner de perfil. Nosotros ahí somos protagonistas esenciales para trabajar convenientemente. Vivimos momentos también de precariedad enorme y estamos en un momento laboral muy difícil, incluso se sufre una presión muy importante porque las oportunidades de trabajo no sobran precisamente. Además, los empresarios de la comunicación deben saber que un medio es mucho más que una industria cualquiera, tiene un plus de responsabilidad social siempre, sea público o privado.