"Todo esto hace sentir vergüenza del ser humano, está claro que no nos merecemos el mundo en el que vivimos". El fotógrafo zamorano Rodrigo García López relata en primera persona los atentados ocurridos el pasado viernes en París. La casualidad hizo que estuviera a esa hora en el Distrito XI de la capital, buscando un restaurante cerca de la sala Bataclan para cenar tras una jornada de trabajo en la feria París Foto, a la que había ido desde Madrid, donde tiene su propio estudio y trabaja como profesor en la Escuela Lens.

"Cuando llegamos al centro vimos las primeras calles cortadas y los policías acordonando la zona y registrando vehículos, así que llegamos a pie al restaurante pero no pudimos ni sentarnos, porque empezaron los disparos y nos evacuaron por seguridad", narra. En pocos minutos, el habitual bullicio de la noche parisina tornó en horror. "Las calles estaban desiertas, solo se veían policías, ambulancias y gente mirando incrédula y en silencio".

Todavía no era consciente de lo que ocurría "pero en cuanto tuve wifi en el móvil, me comenzaron a llegar mensajes de amigos y familiares preguntando si estaba bien. En el local donde finalmente estábamos tomando un kebab comenzamos a flipar literalmente cuando vimos las noticias en la televisión. Todo eso estaba pasando a escasos metros de donde estábamos", recuerda.

Retratar la realidad

Su reacción fue inmediata: coger la cámara y, junto con un compañero portugués, salir a la calle. "Me sentí en la obligación al menos de contar lo que estaba pasando porque como europeo quería mostrar la realidad de la violencia que estaba ocurriendo en París", justifica. Fotógrafo profesional de reportajes sociales y de moda, Rodrigo García, natural de Benavente, se encontró un escenario totalmente diferente al que está acostumbrado frente a su objetivo. Desde una detención hasta la llegada de los equipos sanitarios, la visita de Hollande a la zona afectada, las camillas saliendo de un restaurante cercano o la gente llorando de impotencia . "Ahora lo recuerdo con mucha tranquilidad, pero la situación era muy grave", asegura. Entre empujones, sirenas de policía y ambulancias, no fue consciente de lo que estaba retratando hasta que vio las imágenes en la pantalla de su cámara. Dejó de fotografiar "cuando tan solo quedaba el morbo, que ya no me interesaba", reconoce.

Pasadas las tres de la madrugada llegó a casa de unos amigos, que habían perdido a un conocido en la sala Bataclan. "Nos fuimos a la cama, pero era imposible dormir, todavía estábamos muy impresionados", reconoce.

La lectura que hace sobre todo lo vivido es compartida por muchos. "Espero que estos atentados no justifiquen ni nuevas matanzas ni el inicio de ninguna guerra", confía. Además, valora que en esta ocasión "los civiles han pagado los fallos de los políticos". Por eso subraya que es el momento "de exigir a los mandatarios que hagan bien su trabajo. Ahora hay que pensar a nivel mundial y dejar a un lado nacionalismos o religiones. Lamentablemente, esto es involución, no evolución", finaliza.