Estás bien ? ¿Estáis en casa? La información que recibimos en nuestros móviles desde España nos acerca lo que nuestro barrio está viviendo. A apenas cinco minutos a pie de casa, la barbarie extrema, el grito mudo, indescriptible de una ciudad herida.

Apagamos las luces, buscamos en el macabro silencio que se ha colado en nuestras casas, a pesar de los cerrojos, la confirmación positiva.

La ciudad en nuestras mentes, como un mapa plagado de puntos rojos, en el que cada una de las personas a las que queremos se sabe vulnerable, sola, aislada por un mismo halo de fantasmas. Con un mismo sonido de fondo, el de la sirenas desgarrando la afonía.

La televisión, ahora ya apagada, sigue disparando en nuestras mentes un caleidoscopio de imágenes dantescas, pero reales, de los escenarios en donde varias veces hemos estado.

Llega la noche más cerrada. Empujada hacia la oscuridad por quienes odian la cultura, el amor, la risa que París tanto ama.

Como si los escalofríos del mundo entero se hubieran impuesto a los termómetros, la ciudad sin luz amanece, fría y gris.

Contra esta frialdad de la barbarie, justicia y educación. Y en la práctica, normalidad fingida por todos. También por los que hacemos de este barrio, tradicionalmente obrero, del este de la capital, un ejemplo de los ideales de integración y oportunidades que a muchos de nosotros nos han guiado hasta aquí.

El frutero es chino, el panadero magrebí, el quiosquero francés y nuestros vecinos vienen de todas partes del mundo. Lo hacen con sus costumbres y creencias, para formar así el bagaje indisoluble de quienes hacemos de esta ciudad nuestro lugar en el mundo.

En la confusión, aturdidos por una noche de historia negra, ellos han abierto sus comercios, muchos hemos salido a la calle para seguir construyendo una ciudad de tolerancia, rica de inmigración, contraria por principio al lujo absurdo y la pobreza a los que diariamente se enfrenta, que queremos continúe siendo espejo del mundo. Con ellos, comparto además el miedo a que estos ataques terroristas den aún más alas a los partidos extremistas tan peligrosos para la democracia como los fanáticos que ayer intentaron, sin conseguirlo, que la Libertad deje de guiar al pueblo.

Con todo mi afecto a los familiares de las víctimas.