La joven madre rumana es una "vieja conocida" de los agentes de la Policía Nacional de la capital, donde reside desde hace tiempo. Según explicó el comisario jefe durante su comparecencia, tiene antecedentes por extorsión "motivados por una relación complicada con una expareja", apuntó someramente Castaño, quien especificó que estos antecedentes, de momento, "son solo policiales", a la espera de que salga el juicio por ese delito en el Juzgado de Zamora.

De hecho, el que los agentes ya conocieran de hace tiempo a la madre fue lo que en cierta medida provocó el inicio de las investigaciones sobre la posible venta o adopción ilegal de su bebé. Conociendo su estado, fue una agente la que le preguntó un día en la calle por su hijo, cuando comprobó que ya había dado a luz y que no llevaba al bebé con ella en ese momento. Fue entonces cuando I. R. B. confesó a la policía que había fallecido, relatando el trágico suceso. Según sus primeras declaraciones, el niño había fallecido en Reino Unido "mientras le operaban de urgencia", ya que, según su versión, había nacido con una grave lesión en una vena.

La mentira no tardó en desmoronarse por su propio peso y una investigación más profunda ayudó a que la joven confesara que en realidad el niño, que solo tenía quince días de vida en aquellos momentos, se encontraba en realidad en la vivienda que una pareja tenía en la localidad galesa de Cardiff Bay. Precisamente, el hombre, amigo de la joven, era quien se había apuntado como padre en el Registro de Zamora.