El problema de la permisividad en la educación, que conlleva a que los padres, sin quererlo, críen hijos que terminan dominando el territorio familiar, es el argumento de la última obra de Joglars, "VIP", siglas de Very Important People, que hacen alusión a los pequeños. El grupo catalán regresa hoy a las tablas del Principal dos años después bajo la dirección de Ramón Fontsené, quien ha sabido mantener la esencia de la compañía y el nivel de su antecesor, Albert Boadella, a quien se siente muy unido y agradecido por su continua colaboración con el grupo.

-En su última visita a Zamora, con "El coloquio de los perros", también en el Principal, defendía el entretenimiento como uno de los objetivos principales del teatro. Ahora llegan con una obra de marcada crítica social, ¿son dos finalidades compatibles?

-El teatro tiene que entretener, pero también tener ese punto crítico. Es necesario, e incluso higiénico, desdramatizar un poco todo lo que ocurre en la sociedad, poner sobre el escenario esos espacios que están en la realidad, aunque no suficientemente iluminados, por la razón que sea.

-¿Qué pretende en este caso concreto Joglars con la obra "VIP"?

-La obra es fiel a nuestro estilo, este vez tratando el tema de la educación. Pretende ser una reflexión sobre una sociedad y un futuro, pero no es un espectáculo didáctico, aunque nos hemos informado con profesores. No damos una solución porque, hasta ahora, nadie ha encontrado una que sea de sentido común y que dure, fruto de un consenso de todos. Esta vez reflexionamos sobre un tema tabú, que aún no se había tratado. Y lo abordamos desde nuestro estilo, con ironía y con humor, que es un elemento esencial en la vida y da muestra de inteligencia, para que a través de eso sepamos corregir los errores. O al menos intentarlo.

-¿Tanto ha cambiado la educación familiar en las últimas décadas?

-Yo soy de una época y una generación en la que la educación que los niños recibían era más rígida, había más disciplina. Ahora ese péndulo se ha ido al otro lado, al campo opuesto, los niños son importantes desde el mismo instante en el que nacen. No sé si ese reajuste se podría intentar entre todos, para que el péndulo volviera al centro.

-¿A qué puede ser debido ese giro de 180 grados?

-Creo que la sociedad, por complejo o por buena intención, ha llegado a esto. Quizá porque quieren dar a sus hijos lo que ellos no pudieron tener. Pero es una situación que se ha desbocado, se ha desmadrado y ahora los niños son los auténticos reyes y tiranos de las familias. Se trata de una paradoja muy curiosa, porque esto que se ha hecho con buena intención, que tendría que dar como resultado un niño educado, trabajador, voluntarioso y respetuoso, sale absolutamente al revés y surgen esos pequeños tiranos.

-¿Cómo se refleja esta relación entre padres e hijos en el escenario?

-Nosotros partimos de una interpretación muy expresionista, con un escenario muy funcional y minimalista, porque creemos que sobre las tablas el rey es el actor y por lo tanto la escenografía tiene que ayudar a su interpretación. Igual que en "El coloquio de los perros", donde no hacíamos un esfuerzo especial para hacer de perros, aquí lo que más hacemos es sugerir, realizar formas de interpretación y del lenguaje teatral. De esta forma, los niños se agrandan y los progenitores se encogen como un insecto. Es un lenguaje metafórico, nuestro sello de interpretar.

-¿Con qué se va a encontrar entonces el público?

-Se trata de un espectáculo muy visual, muy plástico y muy directo. A través de estas escenas tan metafóricas el espectador entiende perfectamente lo que nos proponemos transmitir y llega incluso a ser catártico también, porque en algún momento del espectáculo alguien que ha sido padre se sentirá totalmente identificado con lo que ve en escena. Como mínimo, queremos que el público salga con la duda de saber si lo está haciendo bien o está educando así a sus hijos. Es cierto que nadie quiere sentirse identificado, pero una de las misiones del teatro es mostrar a la sociedad este tipo de desajustes.

-¿Por qué existe en la actualidad esta sobreprotección con los hijos?

-Es un signo de los tiempos eso de no querer reprimir ni frustrar, de ser moderno. El castigo se ve como algo fascista, ahora hay más libertad y se malentiende esa actitud. La meritocracia está infravalorada y hay que entender que no todos los niños son iguales y algunos son más inteligentes y con más voluntad. En la actualidad a estos se les iguala con los que son más vagos, como yo lo era en mi niñez, para que estos últimos no se frustren. Esta sobreprotección es una faena para quien quiere progresar y quizá lo único que se consigue es que termine aburriéndose y deje de trabajar para avanzar.

-¿Qué efectos a largo plazo puede tener esta actitud tan paternalista?

-Cuando el niño pierde la condición de VIP y entra en la adolescencia, la castaña que se da es morrocotuda, porque ya no hace gracia, no es el rey de la casa y tiene que enfrentarse a la realidad. Es ese síntoma de los tiempos del que hablaba antes. Por otro lado, por ejemplo, en la actualidad se dan muchos casos de niños con Trastorno de Déficit de Atención por Hiperactividad y lo que los docentes apuntan es a que los niños reclaman tener unos límites y contar con una atención que sus padres, por el trabajo y no poder estar en casa, no les ofrecen. No les pueden atender con el tiempo y la pausa debidos. Y no hay que olvidar que los padres tienen un papel muy importante en la educación de sus hijos.

-¿Una misión que quizá se delega demasiado en las escuelas?

-Los profesores a veces se sienten como parkings de niños. Esa relación también ha cambiado mucho. Antes, si el profesor te había castigado los padres entendían que algo habrías hecho. Ahora se acercan ellos al colegio para castigar al profesor.

-¿En el caso de la educación tiene razón el dicho aquel de que "cualquier tiempo pasado fue mejor"?

-No nos podemos poner tan extremos, los tiempos son los que son y antes se hizo como se pudo. Algunos profesores abogan por un gran pacto de Estado para hacer una ley de educación que, con unos mínimos, sea igual para toda una generación, porque ahora en cada cambio de gobierno se proyecta una nueva ley. Luego está también el tema de que ahora parece que las cosas se aprenden por ciencia infusa y no, se aprenden con codos y echando horas.

-En esta obra vuelve a dirigir y actuar, ¿es un doble papel al que ya se ha acostumbrado, después de casi tres años?

-Estoy en ello, es una cosa que vas aprendiendo y adquiriendo poco a poco. Se trata de algo artesanal y más teniendo en cuenta el tipo de teatro que hacemos en esta compañía, de sugestión, contando las cosas de una manera especial. No es algo que quiera ser extraordinario, pero se hace de una forma artesanal y ahí es donde nace el verdadero teatro. Por ejemplo, el parto lo contamos de una manera especial, no es una escena al uso, procuramos que tenga ese momento de teatralidad que quizá es más impactante y al espectador le sugiere muchas otras cosas. Este es el juego que hemos aprendido y que nos ha enseñado Albert Boadella.

-¿Sigue estando muy presente en la compañía?

-Es un consejero magnífico, un hombre generoso artísticamente que da sus recomendaciones. Él también tenía colaboradores de su plena confianza que subían al escenario y daban su opinión. Es algo que siempre se ha hecho es esta casa.

-¿Podrían volver ahora a montar una obra de crítica política, con los tiempos que corren?

-Claro que se podría hacer, más que nunca, pero lo que pasa es que sería difícil superar la realidad tal y como están las cosas. Nosotros hacemos las obras que nos gustan y de hecho la sátira política ha sido una de nuestras marcas y hemos estado muy solos en este campo. Ahora estamos en plena gira de "VIP" y tenemos para largo, pero sería muy difícil hacerla, porque la realidad lo supera todo.