En un mundo en el que la prisa y la inmediatez lo son todo o casi todo, no son pocas las voces que abogan por una vuelta a lo tradicional en todos los aspectos de la vida. En los años noventa, en Italia, con la llegada del primer McDonalds surgió un movimiento de "slow food" o comida lenta como reacción a la comida rápida que comenzaba a implantarse en Europa y que ha resurgido en los últimos años. Así, aboga por volver a lo tradicional y dar a las cosas el tiempo que se merecen para no hacer de un placer como la comida una obligación con la que terminar en pocos minutos.

¿Se puede aplicar esa filosofía a otros campos? Esa es la premisa del "slow design" o diseño lento, que pretende exportar esos métodos al mundo de interiorismo. Una arquitecta zamorana, Ana Martín, hace año y medio se planteó la posibilidad de romper con el diseño tradicional junto a otras dos profesionales del sector, Nahia Macon y Lara Muñoz. Así nació Emmme Studio, el primer estudio de arquitectura de España en basar toda su filosofía y metodología en el diseño "slow". "Teníamos claro lo que queríamos hacer, no estábamos de acuerdo con la manera en la que se trabajaba en el diseño y vimos que nuestro proyecto encajaba con este tipo de filosofía. El mundo cambia, entonces ¿por qué nos empeñamos en hacer las cosas como hace cincuenta años si vemos que eso ya no funciona?", cuestiona la arquitecta zamorana, que define un espacio "slow" como aquel "en el que entras y, no sabes por qué, pero te quieres quedar".

"En el mundo en el que vivimos, no sabemos esperar ni disfrutar de las cosas del día a día. Nosotras lo que pretendemos es s simplemente aprovechar el entorno para realizar las tareas que vas a tener que hacer, pero en un espacio en el que estés cómodo y puedas hacer las cosas a tu ritmo y disfrutándolas", explica Martín. Esa es una de las premisas del diseño "slow", donde el cliente se implica de forma total en el proyecto. "El arquitecto se ha concebido como un artista cuando en realidad lo que hacemos es un servicio. Las casas son para vivir, no son museos y los arquitectos no somos escultores. No hacemos obras de arte sino espacios en los que la gente viva, lo que no quiere decir que no puedan tener una estética. Tiene que simplificar nuestro día a día y eso lo tiene que decidir el que va a vivir en la casa, no el arquitecto que la proyecta", remarca la arquitecta.

"En el diseño tradicional, el profesional hace un proyecto que se presenta al cliente y que éste rechaza y tú tienes que cambiar. Nosotras proponemos una metodología diferente con la persona como centro de todo. Hacemos entrevistas y cuestionarios con preguntas como qué es lo que más le gusta, qué hace cuando llega a casa , dónde pone el mando de la tele o si quiere o no tener hijos en el futuro. Después, con eso, organizamos un taller para que el cliente se implique y trabaje con nosotras durante varias horas, proponga idea y vea los resultados conforme vamos creando el proyecto juntos para que, además, vea que no está tirando su dinero con alguien que no entiende lo que quiere", explica.

En esta nueva filosofía, Martín también destaca el valor ecológico de la concepción de la arquitectura. "Invertir en diseño también es ahorrar en el futuro en cosas como calefacción, luz o agua. Además, queremos crear espacios que sean duraderos y se puedan adaptar a las necesidades cambiantes minimizando la obligación de hacer futuras reformas con el consiguiente desperdicio de materiales, dinero, tiempo...", cuenta. "Nos gastamos muchísimo dinero en coches o en vacaciones, pero no cuidamos nuestra casa, que es donde pasamos la mayor parte de nuestro tiempo y tenemos que vivir en un entorno que transmita paz o alegría y que permita descansar. El diseño nos rodea y no tiene por qué ser algo caro o exclusivo" recalca la arquitecta que, desde su estudio, también trabajan con negocios y con otros proyectos que incluyen incluso el diseño gráfico corporativo para que la imagen de una marca tenga coherencia con sus valores.

"Como decía Carl Honoré en el "Elogio de la lentitud, vivir deprisa no es vivir, sino sobrevivir". Tomarte las cosas con calma no es algo de vagos, aunque la palabra lento siempre haya tenido connotaciones negativas", concluye la arquitecta que, despacito y con buena letra, busca una nueva forma de rediseñar un futuro mejor para todos.