La actividad no descansaba en el centro de la ciudad. Los vecinos más acaudalados habitaban casas nobles, fabricadas con la clásica piedra mollar de Zamora. El agua de los numerosos pozos abastecía las necesidades de los vecinos, distribuida a través de canales pétreos cubiertos de pizarra o por medio de tuberías de cerámica. La fabricación del vino era tan importante que existían diversos lagares. Y el grano se molía con los métodos que ofrecía el progreso de los siglos: de los sistemas circulares y barquiformes al uso del metate, un rodillo que pudo venir de América. Resulta emocionante pensar que el esfuerzo, las preocupaciones y el afán de progreso de los zamoranos que cruzaron el viaje del tiempo, centuria tras centuria, es, en parte, responsable de lo que hoy es Zamora, siglo XXI.

Esta es la historia que cuenta la exposición integrada en el Consejo Consultivo, plaza de la Catedral, con la ayuda de los numerosos vestigios arqueológicos encontrados en las excavaciones realizadas en 2008 y 2009. Los responsables de la muestra podían haber planteado una propuesta clásica, una pieza tras otra. Pero optaron por respetar al máximo la factura del inmueble creado por el arquitecto Alberto Campo Baeza. Esa mezcla de piedra arenisca y vidrio con formas limpias, casi transparentes. Fernando Pérez, arquitecto conocido por su labor de guía en el proyecto Zamora Románica, se ha encargado de llevar a cabo la primera fase del museo, que intenta hablar del ancestral epicentro de vida de Zamora sin "molestar" en esa conexión silenciosa, casi muda, del edificio del Consultivo.

"Sabíamos que nos encontrábamos ante una excavación arqueológica extensa, que había obtenido multitud de piezas, aunque en el fondo se trataba de una más de las que se han practicado en las últimas tres décadas". Así explica Fernando Pérez por qué el proyecto ha querido, más de inundar al visitante de información, ofrecerle un contexto sencillo en el que comprender el paso de las distintas etapas del ser humano sobre la gran peña que gobierna la antigua ciudad. "El objetivo consistía en mostrar todos aquellos hallazgos al público y que tuviera la oportunidad de visitar el interior del Consultivo, un edificio de todos". En efecto, en la actualidad son muchos los visitantes que acceden al vestíbulo del Consejo, aunque no van más allá, abrumados quizá por el volumen del inmueble.

Esa incesante actividad vivida hace mucho tiempo sería expresada a través de dos piezas: las pétreas, que podían seguir soportando los agentes erosivos en el exterior del "cubo" diseñado por Campo Baeza; y el resto -cerámicas, bronces o monedas- en el interior, bien resguardados. La primera parte acaba de ser concluida y muy pronto será una ruta de obligada visita para los más curiosos, aquellos que quieran entender el nuevo Consejo Consultivo en tanto que edificio situado el corazón del casco antiguo.

Como las piedras halladas en la campaña ejecutada por la empresa Strato respondían a la confluencia de multitud de oficios, "decidimos plantear la exposición a través de cuatro actividades distintas". Así, la muestra va de la arquitectura civil a la parte consagrada a la tecnología hidráulica, pasando por la fabricación del vino en lagares y la molienda del grano en diferentes sistemas.

La exposición al aire libre está directamente relacionada con el almacén visitable que se aloja en el sótano del edificio, donde se guardan todas las piezas pétreas recabadas: de ruedas de molino a canales perfectamente comprensibles. Como si de la liza de un castillo se tratara, el visitante recorrerá el espacio que queda entre el "cubo" de cristal que alberga las oficinas y el muro de arenisca exterior. Y empezará por el área de la arquitectura civil. "Hemos planteado toda la exposición con los mismos materiales: acero inoxidable en el suelo para soportar vidrios de seguridad donde se muestran los diferentes murales informativos (fabricados en vinilo)", explica el responsable del proyecto, quien ha trabajado junto a la arqueóloga territorial, Hortensia Larrén, la directora del Museo de Zamora, Rosario García, y el historiador José Luis Hernando.

Primera clave: cada elemento se sitúa donde ejerció su función original hasta que fue sepultado por el tiempo. En la primera secuencia, el visitante hallará la recreación de un patio real por medio de restos allí encontrados, la compañía de un texto explicativo y de un poema de un autor de la tierra. En este caso, del leonés Antonio Colinas, que comparte protagonismo en el conjunto del espacio con Claudio Rodríguez o Miguel Hernández. La pintora Esther Gatón ha elaborado buena parte de los dibujos que ilustran los vidrios, con un aspecto translúcido que otorgan al lugar una estética atractiva.

La secuencia se repetirá en el sector dedicado a los lagares para explicar la fabricación del vino y en la zona consagrada a la molienda. Una vez allí, encontrará una de las piezas más llamativas: la recreación, a tamaño real, de un antiguo horno de fundir campanas. Su volumen da una idea de la complejidad en la fabricación de estos "gigantes" de bronce tan importantes para las comunidades medievales.

La última parte del recorrido se sitúa en la parte del edificio que linda con Obispo Manso. Allí, casi en un pasillo se muestran diferentes canalizaciones antiguas que llevan el agua imaginaria hasta la última parte del recorrido, la reconstrucción de un antiguo pozo que muestra la importancia del agua de forma ancestral.

La segunda fase del proyecto mostrará las piezas de cerámica y bronce ya en el interior del inmueble. La propuesta tiene un doble sentido: llamar al visitante a entrar y ofrecerle "pinceladas que relacionen los hallazgos con la historia de la ciudad", explica Fernando Pérez. Entretanto, este sencillo y atrayente recorrido incide en que, hace muchos siglos, los zamoranos se levantaban cada día para ganarse el pan y ese esfuerzo anónimo tiene ahora un reconocimiento.