A la muerte de Sancho III el Mayor de Navarra, en el año 1035, la comunidad judía establecida en el pueblo burgalés de Castrojeriz, en pleno Camino de Santiago, es atacada por sus vecinos. Mueren varios hebreos y el resto son expulsados a un barrio situado a cinco kilómetros: Castrillo. Los expulsados se reorganizan de forma pacífica hasta el siglo XIV en la Mota, "un cerro desgajado del páramo", situado a espaldas de la ruta del Apóstol que ya había sido utilizado como refugio defensivo.

La historia se repite en 1109. Esta vez quien fallece es Alfonso VI. Los habitantes muestran su descontento con la monarquía atacando de nuevo a los judíos, especie protegida del rey por "intereses, fundamentalmente económicos". Tanto fue así que la realeza logra, a principios del siglo XIV, devolver a la comunidad de la Mota a Castrojeriz. El objetivo: servirse de su influencia económica en la ruta a Compostela.

Consecuencia de aquellos hechos que mezclan verdad y leyenda, la judería se irá despoblando. La historia de la Mota, población exclusivamente judía, es "un libro que se cerró en un momento determinado y que no se ha abierto hasta que llegamos nosotros". Los comentarios corresponden a Manuel Moratinos, quien junto a Ángel Palomino y María Negredo, acaban de conseguir con éxito cambiar el nombre que el pueblo ha llevado a cuestas desde el siglo XVI hasta el pasado mes de junio: de "Castrillo Mata Judíos" a "Castrillo Mota de Judíos". Un logro que ha dado la vuelta al mundo, donde ha sido recogido por numerosos medios internacionales.

Castrillo, un minúsculo pueblo de solo 55 habitantes, se puso en contacto con Proyectos y Propuestas Culturales -el gabinete de arqueólogos e historiadores responsable de la llamativa mudanza de identidad- para "poner en valor su patrimonio, la Mota". No podían hacerlo, pensó Moratinos y su grupo, sin antes cambiar el nombre, una operación impulsada sin éxito el siglo pasado. Un estudio histórico y el intercambio de información con la Embajada de Israel en España, el Centro Sefarad-Israel o la comunidad sefardí de Jerusalén permitieron elaborar un informe que acabó por convencer al principal "hueso" del camino: la Real Academia de Historia. El pasado 18 de junio, el Boletín Oficial de Castilla y León reflejó el logro, expuesto ayer junto al resto de detalles del proyecto en el simposio organizado por el Centro Campantón en la UNED.

El plan de Castrillo Mota de Judíos sigue adelante. En las próximas semanas se centrará en la excavación arqueológica. Pero, ¿qué esperan encontrar los investigadores en la Mota? "¿Se diferenciaba en la época un asentamiento judío de uno cristiano? Creemos que no, salvo en pequeños objetos de carácter ritual. Es más, en los siglos XII y XIII una sinagoga tenía un aspecto exterior muy similar a una iglesia románica", explica el arqueólogo Manuel Moratinos.

Ocurre que Castrillo ofrece a los estudiosos una oportunidad especial, casi única. "Todos conocemos y visitamos las grandes juderías de Toledo, Gerona o Hervás. Son muy importantes porque conservan edificios de la época. Sin embargo, esas estancias fueron ocupadas por cristianos durante cinco siglos y las evidencias están "contaminadas". En cambio, en la Mota todo lo que se encuentre es exclusivamente judío", asevera Manuel Moratinos. Aunque llamativo, no es el único caso. Semejantes son los ejemplos de Castro de los Judíos en la comunidad o de Molina de Aragón en Guadalajara. Territorio virgen, exclusivo de la fe mosaica.

Los responsables del proyecto de Castrillo fueron invitados a Zamora por el interés que el Centro Campantón tiene en impulsar una investigación arqueológica en la ciudad que ayude a ampliar el conocimiento que ya se tiene por la documentación histórica. ¿Es una utopía? "Si se construye una argumentación histórica y se consigue el apoyo de las instituciones, es perfectamente factible", asevera Moratinos.

Lo impulsores del plan cultural en la provincia de Burgos entiende que Zamora merece una actuación de este tipo: "Parece ser que aquí hubo importantes estudiosos de la cábala y, además, este fue paso obligado de los judíos de la comunidad hacia la Raya durante el proceso de expulsión". Pero hay una segunda razón. El estudio de la cultura sefardí está de moda en pleno siglo XXI, la era, como dice el Centro Campantón, de la diversidad.