Ni el monasterio de Granja de Moreruela ni Castrotorafe aparecen en las indicaciones de la autovía, que tiene salidas en los kilómetros 238 hacia Granja y Faramontanos de Tábara, en el 232 a Santovenia del Esla y Bretó y en el 228 a Villaveza. En el kilómetro 217 una amplia curva permite tomar con toda comodidad la autovía A-6 hacia Benavente. En Villaveza del Agua el concejal Jesús Cuadrado y el hostelero Minervino Furones, del Restaurante Esla lo tienen claro: la autovía, para desplazarse, bien, pero para el negocio no tanto. "Estoy muy preocupado", porque se acaba una obra que multiplicaba por tres su clientela y que ahora reduce la clientela de paso. "Hay que aguantar a ver qué pasa". Cuadrado se queja de los caminos, "han hecho lo que les ha dado la gana" y los largos rodeos, de más de dos kilómetros que habría que hacer para llegar a la Bodega o la TEO, "salvo que te juegues el tipo o hagas algún giro prohibido". En Granja de Moreruela los parroquianos Laura y Daniel de la Vega echaban de menos la señalización hacia el Monasterio; creen que la falta de tráfico sí puede influir, pero también en el área de servicio "se han creado ocho puestos de trabajo para el pueblo". Los alquileres que propiciaba la autovía, desde luego, se acabaron.

En Fontanillas, tras la barra del bar 107, José Manuel Santiago barrunta negros pronósticos, porque con la autovía se perderá "la clientela, que es gente de paso. De momento, eso sí, tendrá que seguir con el negocio, qué remedio, "hay que aguantar y esperar a ver como va". Justo al lado, la gasolinera Fontanillas veía reflejadas en sus ventas, casi automáticamente, la caída del tráfico propiciada por la apertura de la autovía. En dos horas habían parado "tres o cuatro coches; un día normal es difícil decirlo, pero podía haber veinte".

En Montamarta la dueña del bar restaurante Rosamary, Rosa Arias, es más optimista. Coincide en que se acabaron las vacas gordas de los menús de los trabajadores de la obra, y que se perderá parte de la clientela de paso, pero confía en mantener a los fieles, los que conocen ya dónde "comer bien". Ángel Garretas, que atiende el puesto de naranjas a la salida del pueblo lo ve negro: "Nos quedan dos telediarios". Con esta reducción de tráfico, imposible vender el medio centenar diario de sacos, como ahora. Eso sí, hay proyectos de inversión en hoteles y áreas de servicio en los aldeaños de la autovía. A ver hasta dónde llegan.