Desde el inicio de las obras de la Autovía de la Plata entre la capital y Benavente, en el verano de 2013, tener que cubrir los 49 kilómetros por la ya antigua carretera nacional se convirtió en la segunda molestia más importante. Para los usuarios que han de cubrir este trayecto de forma asidua, la primera incomodidad han sido las propias obras. La política de Fomento de dejar para hoy la apertura completa del trazado -abrir los tramos ya finalizados es lo habitual- ha convertido el viaje entre Zamora y Benavente en una auténtica odisea, un laberinto cada vez más intrincado en el que numerosas balizas, carteles cegados y un completo catálogo de rotondas han puesto a prueba la paciencia y la pericia de los conductores. Misión: evitar la autovía.

A pesar de observar desde la ventanilla del coche una infraestructura impoluta, asfalto nuevecito, marcas recién pintadas y quitamiedos de estreno, nunca duró tanto el trayecto como las últimas semanas. Desde Zamora, por la Ronda Norte, la frustración nacía en Roales, donde las balizas impedían al conductor disfrutar, siquiera, algunos nuevos kilómetros con doble carril pese a verlos a solo unos metros. El "oasis" ha permanecido más lejano desde Benavente. Aquí pervivirá el clásico acceso desde la A-66 a la N-630 camino de Barcial del Barco que se ha utilizado hasta esta misma mañana, un emplazamiento que impide ver el "abrazo" entre las dos vías de alta capacidad: la vieja y la nueva.

Los conductores vivieron otra de las experiencias más bizarras cuando, al dejar atrás Montamarta, se aproximaban al término de San Cebrián de Castro. Aquí sí que consiguieron pisar asfalto nuevo? pero en una vía de doble sentido y dos únicos carriles. Aquí, la autovía ha fagocitado el antiguo trazado y el nuevo, en un costado, ha sido construido para garantizar el acceso a los municipios de la zona sin entrar en la vía de alta capacidad.

Durante las obras, ¿qué ocurría si a algún amante del patrimonio le daba por visitar el monasterio de Santa María de Moreruela o las ruinas de Castrotorafe? Curioso el primer caso. Sin haberse movido de sitio, el cenobio cisterciense del siglo XII ha elegido situarse al otro lado de la nueva autovía. Para alcanzar el edificio, ahora es necesario sobrevolar la Autovía de la Plata por un camino elevado. La segunda experiencia fue, por días, un tanto frustrante. La sugerente invitación de un cartel explícito para llegar a Castrotorafe se vio truncada, de nuevo, por varias balizas que impedían un paso que ahora es franco.

Llegados a este punto, es necesario hablar de las grandes protagonistas del laberinto que hoy deja de serlo: las rotondas. Glorietas de todos los modelos en el cruce de Puebla de Sanabria, Granja de Moreruela, Santovenia o Paradores han enviado el caudal de tráfico -como si los coches participaran en una suerte de juego- de un lado al otro de la autovía.

Los más observadores han tenido la ocasión de cotejar si la distancia en kilómetros expresada en los carteles de autovía y carretera nacional era la misma. Con hallazgos sorprendentes, como en el caso de Barcial del Barco, donde los kilómetros del cartel azul no se corresponden exactamente con los del letrero blanco.

Pequeños inconvenientes en un recorrido de casi una hora que ya son historia. Las compuertas de la nueva infraestructura se abren a mediodía para que el caudal del tráfico fluya sobre el nuevo asfalto. Lo que antes era un oasis ahora es una realidad. La misión "evitar la autovía" ya es pasado.