Tras el incuestionable éxito de "Palabralogía", el zamorano Virgilio Ortega vuelve a las librerías con "Palabrotalogía", un ensayo novelado donde habla esta vez de la etimología de las palabras soeces que inundan nuestro vocabulario. La Biblioteca Pública de Zamora fue ayer el escenario de la presentación de este libro que, pocas semanas después de su puesta en venta, ya va por la segunda edición.

-Después del éxito de "Palabrología", "Palabrotalogía" es su continuación natural, ¿no?

-Sí. El primero era un estudio de las palabras y, cuando terminé de escribirlo, me pregunté "¿y las palabrotas no son palabras?". Para un aficionado a la etimología y un lingüista, este tipo de vocablos es igual o más interesante que el resto.

-Pese a la ingente cantidad de libros existentes sobre etimología, hay muy pocos que hablen abiertamente sobre palabrotas.

-Somos tan burros que aún tenemos cierto resquemor hacia este tipo de palabras. Nadie las ha trabajado y decidí hacerlo yo. Solamente Camilo José Cela había escrito un libro sobre ello, "Diccionario secreto" con el que logró romper el hielo. El problema del trabajo de Cela, a quien conocí personalmente, es que solamente se centra en una palabra. El subtítulo del libro es "Serie Coleo", y "coleo", en latín, significa "cojón". El autor estudia únicamente esa palabra y yo estudio 2.000 términos, la mitad de ellos, soeces. Cela ponía ejemplos muy curiosos, incluida una coplilla zamorana que decía: "los cojones del cura de Villalpando los llevan cuatro bueyes y van sudando".

-¿En España se ha vulgarizado el insulto?

-Depende de cómo se mire. En el siglo de Oro no tenían tantos problemas ni reparos en hablar de sexo o de temas que ahora consideramos soeces, como se de muestra en grandes libros como la "Lozana Andaluza", "La Celestina", "El Lazarillo de Tormes", las "Novelas Ejemplares" de Cervantes o cualquier escrito de Quevedo. Los tabúes nos vienen de la educación judeocristiana recibida en los últimos años. El cristianismo ha cogido del judaísmo ese miedo por la sexualidad, algo que, por el contrario, otras culturas elevan casi a religión.

-Habrá historias muy curiosas y anécdotas que se pueden conocer sabiendo la etimología de las palabras.

-Sí. Por ejemplo, es preferible que te den un piropo a que te digan uno, porque un "piropo" en griego es un "rubí". De una mala traducción de esa lengua viene también la expresión de "no hay que echar margaritas a los cerdos", que en realidad debería traducirse como "no hay que echar perlas a los cerdos", ya que "margarita" significa "perla". De la misma forma, la "lupa" o loba capitolina que amamantó a Rómulo y Remo probablemente fuera una prostituta, a las que se conocía como "lupas", de donde deriva "lupanar". En el libro cuento ejemplos curiosos en los que se ven los "graffitis" de las calles de Pompeya, en los que había un montón de mensajes soeces, incluso versionando el ilustre "Veni, vidi, vici" de Julio César diciendo "Veni, futui, redei", que puede traducirse como "llegué, jodí y me marché". Los romanos era un pueblo muy natural y no pensaron que, siglos después, la ira del volcán haría posible que ahora leamos los mensajes obscenos de sus calles. Gracias al latín tenemos coincidencias muy curiosas que hacen que palabras como "follar" y "fuelle", "semen" y "seminario" tengan el mismo origen, como también lo tienen el verbo "fornicar" con las "hornacinas" donde guardan a las vírgenes.

-¿En España sabemos lo que decimos cuando insultamos?

-No siempre. Por ejemplo, cuando nos referimos a una "meretriz" como sinónimo de "puta", en realidad no sabemos que procede de la palabra latina "meretrix", que deriva del verbo "mereor" que significa "merecer". Es decir, una "meretriz" es la que "se lo merece", por lo que hay que tratarla con respeto. Y no solamente en cuestiones de insulto ya que cuando hablamos de "vagina", en realidad estamos supeditándolo por fuerza a la existencia de un pene, porque "vagina", etimológicamente, es la funda, la "vaina", donde el gladiador metía su espada, su "gladius".