En su declaración durante el juicio, el acusado reconoció que disponía de una cueva, a las afueras de Toro, en la que incluso había vivido provisionalmente un tiempo, a la que iba "a viciar". En el lugar tenía algunas pertenencias, "pero era para lo que era", admitió. Allí había una cama y diversos enseres "en estado de suciedad y dejadez". A ese lugar llevó en coche a una de las denunciantes para mantener relaciones sexuales después de que ella le pidiera que le comprara unos zapatos y un refresco. Según los hechos probados, no llegaron a mantenerlas, "al menos plenamente", porque la mujer vomitó, "ante lo cual se fueron del lugar y la llevó a la residencia". En este caso, según la sentencia, "no resulta probado el hecho de que hubiera penetración vaginal".

Fue al día siguiente cuando el hombre acudió a las inmediaciones del centro de Intras en Toro y entabló conversación con la otra víctima, con quien había mantenido una relación de noviazgo en el pasado. Primero la invitó a tomar algo y después la llevó a la mencionada cueva. Allí le propuso mantener relaciones sexuales que ella consintió "como en ocasiones anteriores y posteriores".

En la tarde del día siguiente varios vecinos impidieron que se volviera a montar con él en el coche y un cuarto de hora más tarde le vieron con la primera víctima. La denuncia de la concejala de Fiestas, presente en esos momentos, puso en marcha el procedimiento penal.