Responsable del Centro Internacional de Religiosidad Popular de la Universidad de Valladolid, José Luis Alonso Ponga participó en la redacción de la candidatura de Bercianos a la declaración de bien de interés cultural que la localidad de Aliste consiguió en 2012. Pregonero de la Semana Santa de Zamora en 2013, el antropólogo analiza lo que significa el reconocimiento de carácter inmaterial que ahora también luce la Pasión de la capital. Miembro de un comité internacional de valoración, el leonés advierte de la "seriedad" que la candidatura de Zamora ha de presentar para poder optar al máximo reconocimiento, el sello patrimonio mundial de la Unesco.

-¿Qué significado tiene la figura bien de interés cultural de carácter inmaterial para una celebración como la Semana Santa?

-Es un planteamiento que, desde el punto de vista de la antropología, tenemos claro desde hace más de 25 años. Se trata de un patrimonio cultural con el que un grupo se siente representado. Está creado, dirigido y regido por la propia comunidad. En el caso de Bercianos, el valor radica en que conserva una serie de manifestaciones que se pueden rastrear desde el siglo XVI. Además de lo que tiene de religioso y de popular, se pone de manifiesto la pervivencia de una serie de figuras familiares y sociales que ni siquiera se han roto con fenómenos como el de la emigración. En mi opinión, Bercianos recoge todo tipo de riquezas de todo el noroeste de la península ibérica. Si vamos más allá, es conocida la relación con Portugal, Galicia o Asturias. La tradición de Bercianos se ha mantenido porque la han dejado evolucionar de una manera natural.

-¿Qué representó este reconocimiento para Bercianos en 2012?

-Un bien patrimonial inmaterial representa historias de vida y, sobre todo, de raíces culturales profundas. En Bercianos se han declarado dos días, aunque el reconocimiento podía haber sido algo más generoso incluyendo el Domingo de Resurrección. La particularidad de la localidad de Aliste no radica solo en que las cosas se celebren allí, sino que está todo tan naturalmente imbricado que es una realidad ritual compleja. Mientras tanto, en otros pueblos de España entera y muchos lugares de América, encontramos solo retazos y aspectos descontextualizados, pervivencias de algo más complejo que hubo en el pasado. Por eso Bercianos es uno y único, incopiable. Se vive y no se representa.

-Parece que para usted, como antropólogo, primero está Bercianos y después todo lo demás?

-En la exposición Plenilunio que se celebra en el Instituto Cervantes de Roma, a la que acudió el embajador de España ante la Santa Sede, dije que Bercianos es único, uno de los pies derechos para entender lo que ha sido la Semana Santa incluso desde el siglo XV. Un hecho social total en el que la gente se implica en unos momentos vivenciales y profundamente humanos en una religión cristiana católica de occidente. Aliste sirve para explicar las relaciones profundas de cualquier grupo humano.

-¿Qué significa esta protección desde el punto de vista administrativo?

-Cuando alguien declara bien de interés cultural algo significa que está poniendo de manifiesto que lo que aparece ahí tiene unas características de antigüedad, belleza y representatividad del grupo. Eso no se debería cambiar, a no ser que lo haga de una forma natural por acuerdo del colectivo.

-¿Qué diferencia existe entre Bercianos y Zamora?

-Hay varias diferencias. En primer lugar, Zamora es una ciudad y, como han puesto de manifiesto historiadores como Florián Ferrero o José Andrés Casquero, se ha basado en una religiosidad antaño gremial de cofradías que pasan a ser de iglesias o de parroquias y acaban representando grupos religiosos, económicos o, en ocasiones, ambas cosas. Es mucho más compleja la creación de relaciones patrimoniales en una ciudad que en un pueblo, porque hay otros valores. Así como la Pasión rural es más simple, en la urbana existe una mayor complejidad porque se construye desde las relaciones que viven dentro de la ciudad. En Semana Santa, se edifica entre esa urbe y otras. Cuando Zamora empieza a despegar como faro de la renovación de esta fiesta en el siglo XIX, las cofradías se relacionaban de otra manera. Hay unos poderes bien delimitados -a diferencia del mundo rural- y la construcción de un entramado de cultura inmaterial es más laboriosa. En este tipo de relaciones, hay que hacer un sinfín de negociaciones. No de oficina, sino de carácter simbólico que se van poniendo de manifiesto a través de los desfiles o los propios recorridos. Se buscan tallas mejores, se contrata a muy buenos imagineros porque se pretende resurgir a partir del arte sacro y la música también se va ennobleciendo. Todo esto es resultado del grupo, o de la mayoría, y es lo que nos permite hablar de una manifestación popular.

-¿Le parece un logro importante obtener este reconocimiento que concede la Junta de Castilla y León?

-Es muy importante porque Zamora tiene riqueza y valores para conseguirlo. Aunque no sea el caso de Bercianos, esta ciudad es un patrimonio de todos los zamoranos, que se sienten orgullosos de esta tradición en cualquier lugar del planeta. Por otro lado, la declaración bien de interés turístico llegó al famoso "café para todos"; un café aguado, por cierto. Me parece bien que las instituciones quieran premiar lo que es bueno y destacarlo de lo que es regular o malo. Los zamoranos tienen que estar orgullosos de haber conseguido este sello, pero me permitiría aconsejar a la sociedad zamorana que mande algunos emisarios fuera para saber qué tipo de manifestaciones hay. Si no conocemos que hay otros modelos, no es que no valoremos lo nuestro, sino que queremos poner como algo de primera línea cuando puede ser de segunda o de tercera comparada con otras cosas. Y viceversa, puede que no apreciamos suficientemente algo nuestro que sí es de primera línea.

-O dicho de otra forma, para entender nuestra celebración en su justa medida, debemos conocer otras, ¿verdad?

-No solo eso. Si Zamora aspira a un nivel más alto en el reconocimiento universal, tiene que saber qué es Zamora y qué es universal. Desde el Centro Internacional de Religiosidad Popular, conozco bastantes manifestaciones y sé de qué hablo.

-¿Cree legítimo que Zamora aspire a convertirse en patrimonio mundial?

-A través del Centro Internacional de Religiosidad Popular de la Universidad de Valladolid, formo parte de un comité europeo que estudia la candidatura de la Semana Santa a patrimonio inmaterial de la Unesco. Sí puedo decir que este trabajo, de casi dos años, es muy serio. Una candidatura de este tipo ha de ser muy razonada. Lo que tú expongas como algo digno de ser declarado, debe estar muy documentado y ha de tener motivos más que suficientes. Para ello, debemos conocer otras celebraciones. Esto es para Zamora y para todos los demás, porque se trata de un ámbito muy complejo. La declaración patrimonio de la humanidad de la Unesco es un bien escaso.

-Por eso tiene tanto valor, ¿verdad?

-Si alguien aspira a conseguir esta denominación, tiene que demostrar que la merece. Y ha de hacerlo de una manera rotunda.

-¿Quiere decir que hay que ir más allá del hecho emocional para profundizar en la celebración desde un punto de vista más científico?

-Así es. En este tipo de celebraciones, basta con revisar muchas de las cosas que se publican año tras año para detectar los mismos mitos porque nadie quiere escuchar la verdad. En primer lugar, debemos descubrir la realidad histórica porque los datos son decisivos. A partir de ahí, hay que exponer aquello que nos diferencia de los demás.

-¿Cuál sería su consejo para los responsables de llevar la Semana Santa ante la Unesco?

-Personalmente, daría dos consejos. En primer lugar, que certificar la mayor o menor antigüedad a través de un documento no es ni más ni menos importante desde el punto de vista del patrimonio inmaterial. También es preciso conocer lo que hacen unos y otros para comparar. Por otro lado, hay que profundizar en las cofradías desde el punto de vista histórico.

-Solo Bercianos y Zamora han obtenido la declaración de bien de interés cultural. ¿Podemos encontrarnos en ese "café para todos" con esta figura también dentro de unos años?

-En el castellano que entiende todo el mundo, si esto se convierte en un tema político, estaremos ante el mismo problema que el caso de la declaración de interés turístico internacional. Espero que, por el bien de todos y la seriedad que supone aspirar a ser patrimonio mundial, los políticos sigan de acólitos cuando el cura vaya a misa, pero que no se metan en los rituales que hay que hacer allí. Estoy convencido de que cuando venga el viento fuerte y la tormenta serán muy pocos los que se queden en cubierta. Solamente resistirán los dos o tres que hayan interiorizado esto, pero no los que se hayan juntado un día porque no tenían nada que hacer y hayan fundado una cofradía. De los pocos que quedarán, Zamora será uno de ellos.