Lo tiene claro: él se define como «un actor que hace doblaje». El zamorano Fernando Hernández Pérez reconoce que el teatro es la pasión de su vida pero el doblaje se cruzó por su camino en los años ochenta y allí se quedó. «Había en Madrid un cursillo impartido por Salvador Arias, un gran maestro, y así comencé con pequeños papeles. Luego me fui de gira con la compañía y dejé aparcada esta faceta hasta que volví a finales de los ochenta, principalmente por falta de trabajo como actor en esos momentos», rememora.

Este cambio de registro finalmente le gustó y se asentó en el doblaje. «A pesar de ser actor soy una persona muy tímida, a la que no le gustan nada los oropeles y las alfombras rojas. A mí simplemente el salir a saludar después de la función ya me molestaba. Con el doblaje, mato el gusanillo de la actuación de una forma absolutamente privada y continúo siendo un señor anónimo», valora.

Esta modestia se palpa cuando resta importancia a su extensa carrera aludiendo a que hay otros «grandes» de la tierra que se dedican a este oficio. «Uno de los mejores dobladores de la historia es de Zamora y se llama, como el poeta, Claudio Rodríguez. Es un fuera de serie y con 80 años sigue en activo. También destacó en este mundo Paco Hernández Méndez, quien falleció el pasado año», recuerda.

Contratado por una casa de doblaje en la actualidad, su trabajo lo resume en «estar todo el día con el teléfono para saber dónde vas a grabar mañana y correr de una punta de Madrid a otra cuando tienes papeles en distintos estudios de la capital». Allí se enfrenta, con el atril delante y su texto, a la pantalla. «El director ya ha visto la secuencia y ajustado los diálogos para que encajen bien en boca. Luego se trata de actuar a toda velocidad, entender al personaje en medio minuto y ensayarlo un par de veces para interiorizar los matices. Todo en un tiempo récord», subraya. «Es un trabajo que requiere mucha concentración y la cabeza necesita descansar cada treinta o cuarenta cortes», añade.

La crisis, cómo no, también ha afectado a la profesión. «Aparte de que ahora somos demasiados y no hay sitios para todos, económicamente hemos bajado nuestra capacidad adquisitiva de una manera brutal y ahora mismo estamos cobrando los sueldos que teníamos hace veinte años», lamenta. Lógicamente, el caché de aquellos que hacen papeles principales ganan más pero asegura que «nadie se ha hecho millonario con este trabajo».

En su caso, recuerda con especial cariño la película «Argel», donde doblaba a Charles Boyer. «No soy nada forofo de mí mismo, pero esa producción sí la tengo guardada en vídeo», apunta. Con otra de sus películas con papel protagonista, «Oriente es Oriente», asegura que fue «uno de los trabajos donde más me he divertido». Reconoce en Simón Ramírez, un doblador popular por dar voz al James Bond de Sean Connery, a uno de sus descubridores. «Me escuchó y dijo que hablaba por derecho, porque oyó a un actor. No es que tenga una voz especialmente bonita, eso no es lo esencial para ser un buen doblador. Por ejemplo, el que dobla a Antonio Banderas no la tiene, pero es un actor de tal categoría que queda divinamente. Hay veces, además, que se prefiere una voz rota, depende del personaje», explica.

Respecto a las series de televisión, donde es más habitual reconocer su voz, se queda, sin duda, con el papel de Maurice Minnifield, el astronauta jubilado y rico de «Doctor en Alaska». «Es el amor de mi vida. Participé en todos los capítulos y para mí fue un punto de inflexión en mi carrera, un punto de inflexión y lo que más me satisfizo», agradece. Precisamente a este mismo actor, Barry Corbin, le vuelve a dar voz en la última serie de Charlie Sheen, «Anger Management», que está grabando en la actualidad.

Producciones como «Juego de Tronos», donde dio vida al malogrado rey Robert, «un gordo maravilloso y muy bruto», «House», «Breaking Bad», «Mujeres desesperadas», «Castle» o «True Blood» y series de dibujos animados como «Padre de familia» o «Los Simpson» se suman a su currículo. Sin embargo, reconoce que la edad afecta mucho más que hace años. «Ahora las voces mayores apenas salen en las series, porque la mayoría están destinadas al público juvenil y además algunas cadenas, como Canal Disney, tienen la política de que el doblaje lo hagan niños y es un trabajo demasiado complicado para ellos. Es cuestión de modas, así que cuando se vuelvan a llevar las tragedias, los mayores tendremos más trabajo», considera.

Con mucha trayectoria por delante, -«pienso estar en activo hasta los 84 años al menos», asegura-, Fernando Hernández, haciendo gala de su casta de actor formado en la Escuela de Arte Dramático de Madrid, sueña con despedirse interpretando al rey Lear o al alcalde de Zalamea sobre las tablas. «Quizá sea mucho pedir, pero sería maravilloso», finaliza.