Con la única compañía de sus instrumentos, el músico Kepa Junkera visita por primera vez Zamora este jueves (Museo Etnográfico, 20.30 horas) ante un auditorio de solo cien personas. Aunque podría ofrecer decenas de conciertos diferentes, el interprete de su inseparable trikitixa hará un repaso por algunos de las creaciones que han marcado su trayectoria. Inteligente, prolífico y humilde, Junkera ofrecerá a los zamoranos la esencia de su tierra desde el carácter innovador que marca su estilo.

-Viene a Zamora por vez primera para ofrecer un concierto en un entorno especial, el Museo Etnográfico de Castilla y León...

-Tengo muy buenas referencias del museo, son lugares especiales y, para mí, es una pena no haber venido antes a Zamora. El Etnográfico es uno de esos lugares mágicos que juegan a favor de lo que yo voy a tocar. Además, la gente que va a estos conciertos está predispuesta, es muy abierta y le interesan las músicas del mundo.

-Solo cien personas...

-Gente interesada en los detalles, en las pequeñas cosas... que me va a ver tocar solo, en acústico.

-De su amplio, innovador y diverso repertorio, ¿qué menú ha seleccionado para este jueves?

-A lo largo de estos años he experimentado con diferentes formatos. En este caso, lo que me ha pedido el Etnográfico es que me enfrente yo solo a mis instrumentos y a mi música. El denominador común de los conciertos de los últimos años es que la música que toco es original mía, inspirada en la tradición vasca y en otras con las que compartimos ritmos y armonías. Me gusta improvisar en cada concierto e intentaré hacer un recorrido con libertad por mi trayectoria.

-Tenemos una imagen suya siempre atado a la trikitixa. ¿Qué es ese llamado acordeón diatónico?

-Se llama acordeón diatónico porque se toca en otras partes del mundo, por lo tanto, es un instrumento muy viajero que en el País Vasco arraigó a finales del siglo XIX. Es diferente al acordeón de piano, el que conoce todo el mundo. En cada botón de la mano derecha tengo dos sonidos abriendo y cerrando como si fuera una armónica cuando soplas y aspiras. Es pequeñito, muy técnico, con mucha energía a pesar de sus limitaciones. Siempre me ha gustado la trikitixa, aunque mi abuelo y mi madre tocaban la pandereta y he tenido esos sonidos siempre presente que he desarrollado más allá de las formas tradicionales.

-¿Viene acompañado de la txalaparta?

-La txalaparta requiere dos intérpretes y yo voy solo a Zamora. Es un instrumento interesante que tradicionalmente se ha fabricado en madera. Lo he incluido en mis proyectos y en mis conciertos, se toca con makillas y tiene mucha contundencia.

-Como usted en su tierra, hay muchos músicos que se preocupan por proteger y divulgar la música en Castilla y León. El más significativo es Joaquín Díaz, ¿qué relación tiene con el recopilador zamorano?

-He podido conocer la música de la zona de Zamora por medio de amigos como La Musgaña. Tengo mucha relación tanto con Joaquín como con Luis Delgado. Ha cantado en mis discos y yo he tocado en los suyos. Para él va mi reconocimiento personal hacia una labor que podemos disfrutar todos. Joaquín es el pionero, aunque hay otros que también han creído en algo con tanta fuerza y con tanto poso.

-Kepa Junkera también es un ejemplo de creer en lo que a uno le rodea...

-Para mí está claro que es más interesante escuchar la música del lugar que intentar copiar temas de otras culturas. Creo que hay una excesiva veneración a otras formas de culturas que vienen de otros lugares. Lo nuestro es interesante para otros países y es lo que debemos exportar porque ellos no tienen esta tradición. Y pongo por caso la música escocesa o la irlandesa que sus músicos han sabido exportar y convertir en un icono mundial como aquí ha se ha hecho con el flamenco. El tipo de música que hace La Musgaña debería tener más repercusión en los medios, y no ciertos programas basados en repeticiones que no aportan grandes cosas. Va a ser complicado que podamos aportar algo al rock o al pop en Zamora o en Bilbao.

-Y sin embargo, usted es un prolífico viajero y «mezclador» de músicas...

-Sí, pero yo soy un músico muy minoritario que ha tenido la suerte de entrar en muchas minorías. No lo decía tanto por mí, sino en general y hablando sobre todo de grupos más que de solistas, como es mi caso. En nuestras culturas tenemos cosas muy potentes que debemos cultivar sin complejos.

-Ha producido e interpretado una veintena de discos. No es cuestión de repasarlos uno a uno, pero sí me gustaría que comentara trabajos como el que acaba de grabar con la Orquesta Sinfónica de Euskadi.

-Ha sido una experiencia muy importante porque al final yo soy un músico autodidacta que toca un instrumento que no es de orquesta. Siento que grandes instrumentistas y formaciones musicales como la orquesta sinfónica me han abierto la puerta en un proyecto complejo por el que he tenido que luchar mucho. Y ya en lo más personal, es una gozada escuchar esta masa acústica de música.

-Nos llama la atención el trabajo que dedica a los ultramarinos tradicionales de Bilbao, ¿sabe que aquí tenemos un Mercado de Abastos de ese estilo?

-Yo me fijo en esos pequeños lugares, tabernas con solera y, por supuesto, en los mercados. «Ultramarinos y coloniales» es un disco dedicado a las tiendas del casco viejo de Bilbao donde yo gasto. Es un paralelismo con la música. Prefiero ir a Zamora y escuchar un tema original de allí con instrumentos de la tierra que un grupo zamorano que toque jazz, aunque también pueda ser interesante. Me gustan los sabores y las esencias de cada sitio y me da que sería un pecado ir a un sitio de comida rápida en Zamora. Parece que los grandes están empeñados en quitarle el sitio a los pequeños y hay un equilibrio para todo.

-¿Acertaría si recomiendo su trilogía «Etxea, Kalea Herria» a la gente que quiere explorar su música?

-Joaquín Díaz es uno de los músicos de 49 países que cantan temas en euskera que siempre me han gustado. Fue una experiencia maravillosa que arranca con un prólogo de Saramago y termina con otro de Bernardo Atxaga. Ahí canta Juanes, Pablo Milanés, Miguel Bosé... Gente muy dispar con un respeto y cariño en las músicas hacia un idioma como es el euskera.

-En una edición que está diseñada con todo el cariño por su parte, hasta en las cajas que envuelven los discos.

-Cada vez es más complicado, pero yo intento cuidar siempre los formatos porque el público que me escucha se merece todo.

-Háblenos de su defensa del euskera que mencionaba.

-No solo del euskera, sino de cualquier lengua minoritaria porque me parecen muy emocionantes. Debemos hacer un esfuerzo desde la sencillez y humildad. Yo lo hago en el País Vasco, pero podría ser en cualquier parte del mundo.

-¿Se siente reflejado en músicos que colaboran con usted como Xosé Manuel Budiño o Carlos Núñez?

-Los músicos gallegos son muy interesantes. Con Budiño tengo mucha amistad y es un gran creador, siempre soñando con nuevos marcos. Quizá Carlos Núñez sea más intérprete. Me interesa la gente que crea, que asume ese riesgo.