Llegó para vivir una experiencia de voluntariado y luego volver a su rutina «y finalmente esto se ha convertido en mi vida», confiesa la zamorana María Redondo, inmersa en un proyecto, el de la organización Tihaiti (Ayitimoun yo), que trabaja en el sureste de este país, en la localidad de Anse-à-Pitres, por darle un futuro a los más pequeños.

La asociación nació en diciembre de 2010, cuando dos voluntarios, la española Lucía Lantero y el francés Alexis Derache, que realizaban un curso en Haití, se encontraron con cinco niños que vivían en la calle. «Investigaron qué organización se podía hacer cargo de ellos y como no encontraron ninguna, decidieron ocuparse ellos mismos». A esos cinco niños se les han unido más hasta alcanzar en la actualidad el centenar, con los que trabajan a distintos niveles. «Empezamos la casa por el tejado», reconoce la zamorana, que se ocupa de la faceta educativa, gracias a su formación en Magisterio. Y este impulso solidario de hacerse cargo de los pequeños sin tener una estructura desarrollada es el que ahora dificulta la llegaba de subvenciones oficiales del país, puesto que, a pesar de tener el apoyo verbal de organizaciones tan importantes como Unicef o Naciones Unidas, estar fundada en España y tener bases en Francia y República Dominicana, todavía están luchando por legalizar la institución en Haití.

Por otra parte, muchas de las urgencias de los últimos meses han mermado los fondos de Tihaiti. «Con el huracán y el ciclón que hubo hace poco tiempo los gastos se vieron duplicados y ahora mismo nos quedan tres meses de vida del proyecto en dinero», calcula la zamorana, quien subraya que, tanto ella como sus compañeros están «luchando con uñas y dientes por mantener este proyecto que surgió de la nada, con mucho amor y esfuerzo».

Y aquí es donde se apela al apoyo anónimo de los ciudadanos. Desde Tihaiti (Ayitimoun yo) se ha comenzado una campaña de apadrinamiento de la asociación. Desde pequeñas donaciones esporádicas hasta la entrega de una cuota mensual, todo es bienvenido para que este proyecto se mantenga, como se explica en su página web www.tihaiti.org o a través de su perfil de Facebook (Ayitimoun-Yo-ONG). «Si logramos un número de socios considerable, podríamos estar cubriendo los gastos fijos que tenemos al mes y las donaciones esporádicas que vayan surgiendo de actividades que organicemos se pueden invertir en la construcción de la escuela o del centro de acogida», aspira la zamorana, ya que, en estos momentos, las infraestructuras con las que cuentan son prestadas.

«Sabemos que la gente no confía mucho en las ONG y su transparencia, pero en nuestro caso somos lo que se ve, no hay más. La gente que trabajamos aquí somos voluntarios y el dinero va directamente a la asociación, no hay intermediarios, nada se queda por el camino», anima María Redondo. «Además, el objetivo último es que llegue un momento en el que nuestra presencia no sea necesaria. Lo principal son los niños, pero nuestros tesoros son los adultos, a los que formamos también en su propio país», añade.

En este sentido, además de la casa de acogida para los niños y la escuela, las donaciones también irán destinadas al proyecto de agricultura sostenible. «Nos dimos cuenta que los niños no dejaba de llegar, que éramos un parche en el sistema. El problema hay que frenarlo desde la raíz, es decir, el seno familiar, donde la situación económica y la falta de recursos y formación provocan que los niños no vean cubiertas sus necesidades más básicas. Así que con el proyecto de agricultura para mujeres, algo en lo que los fundadores son entendidos, que se está llevando a cabo en un terreno prestado, se pretende contribuir al crecimiento y estabilidad económica primero, del mismo seno familiar y en un futuro de la comunidad, evitando de esta forma que el niño se regale o se vea obligado a abandonar su casa», explica.

En la actualidad, los niños acogidos están viviendo en tiendas de campaña cedidas por Naciones Unidas, ya que no pueden hacer frente al alquiler de la antigua casa, mientras que la ubicación de la escuela también es provisional hasta septiembre. «Auténtica hambre» es lo que denuncia esta zamorana que se está pasando en el sur de país, una zona pobre «incluso antes del famoso terremoto», asegura. Para ella, Haití es un «país olvidado, donde se viven situaciones complicadas y dramáticas», pero confía en el futuro de esta tierra con proyectos como el que ella abandera poniendo la confianza en los propios haitianos. «Son increíblemente fuertes, luchadores a más no poder y muy inteligentes», define. Como ellos mismos dicen: un haitiano nunca muere.