El mandato papal de Benedicto XVI ha dejado huella en Zamora, fundamentalmente por los acontecimientos vividos en apenas unos meses del año 2011: la bendición de la Semana Santa zamorana, representada por el paso de Ramón Álvarez «La Cucifixión», en agosto, y el ascenso a los altares de la madre Bonifacia, en octubre.

Mucho tuvo que ver la implicación personal del obispo, Gregorio Martínez, en que al final Zamora y su Semana Santa aprovecharan la oportunidad que se les ofrecía de mostrarse al mundo mediante la participación, con uno de sus pasos emblemáticos, en el Vía Crucis que constituyó uno de los actos centrales de la visita del papa a Madrid, donde se celebraba la Jornada Mundial de la Juventud. Y es que fue el obispo quien, con largueza de miras, hizo que se superaran los escollos y logró aunar esfuerzos de cofradía (Jesús Nazareno), cargadores y cuantos zamoranos acompañaron el evite, para colocar la imagen de «La Crucifixión» en el Paseo de Recoletos. El papamóvil se acercó al grupo y el máximo representante de la Iglesia de Roma hizo el gesto con su brazo, bendiciendo la escena del Jesús clavado en la cruz y, con ella, todo lo que representa la Semana Santa zamorana.

Ese gesto de la señal de la cruz con la mano derecha fue seguido, en vivo y en directo, por cargadores, directivos, «ilustres» de la Semana Santa y también zamoranos de a pie que no quisieron perderse un momento histórico que difícilmente se volverá a repetir. Fue una ocasión única, también, para que los ojos del mundo se fijaran en la Pasión de Zamora: sobria, sencilla y sin alharacas.

Poco después, el 23 de octubre de 2011 se celebraba en el Vaticano la ceremonia de canonización de la fundadora de las Siervas de San José, sor Bonifacia Rodríguez de Castro, con lo que Zamora contaba con un miembro más en su santoral. En este caso era la culminación de un largo proceso iniciado el 8 de junio de 1954 y tanto el obispo, Gregorio Martínez, como el entonces vicario episcopal para la canonización, Juan Luis Martín Barrios, formaron parte del grupo de sacerdotes y prelados que concelebraron la eucaristía y el ceremonial de santificación. Nacida en Salamanca, Bonifacia fue expulsada de su tierra por sus propias seguidoras y recaló en Zamora, donde logró sacar adelante su proyecto fundamental, las casas donde las jóvenes mujeres desamparadas podían aprender un oficio para defenderse en la vida.

Fueron 62 los zamoranos que componían la delegación de la provincia que quiso estar presente en el también histórico momento, que culminaba un proceso pleno de dificultades para conseguir llevar a los altares a la madre Bonifacia, fallecida en Zamora, a quien se atribuye el milagro de curar a un hombre de 33 años de la República Dominicana que padecía una enfermedad estomacal sin remedio. El papa Benedicto XVI fue el artífice de la esperada canonización.