Zamora es la segunda provincia en acogimientos en lo que va de año en Castilla y León, según los últimos datos que maneja Cruz Roja, entidad que colabora con la Junta de Castilla y León en el programa de familias de acogida. En esta provincia se han realizado 46 acogimientos en estos meses frente a los 60 efectuados en León, provincia que lidera el amparo, y los cuatro de Soria, situada a la cola en la comunidad autónoma.

El perfil de la familia que cobijan responde a matrimonio con hijos, aunque «cualquier persona, hasta la edad de la jubilación, que tenga sitio en su casa es un posible acogedor», indican desde Cruz Roja que precisan que puede formar parte del programa «un matrimonio con hijos o sin hijos, una pareja o una persona sola». Quienes demandan información son «las mujeres y quienes les gustan muchos los niños», precisan desde la organización que cuenta con «unas 50 familias» dispuestas a hacerse cargo de un menor. No obstante, «hay demanda de más núcleos porque los perfiles de los niños son muy diferentes», indican desde la ong. «Nos encontramos con el problema de encontrar hogares para adolescentes o para un grupo de hermanos o bien para niños con discapacidades», explica el psicólogo Roberto Sánchez que aclara: «Se tiene miedo a los adolescentes, pero un niño de acogida en esa edad es cuando más se tranquiliza porque es cuando más madurez tienen».

Tras superar las entrevistas del equipo de Cruz Roja y la formación, la acogida puede durar unos días o más tiempo, dependiendo de las circunstancias personales de cada menor, incluso puede prolongarse hasta los 18 años o alargarse hasta los 21 años, situación en la que están ahora seis menores en Zamora. Los adultos que cuidan a los niños reciben una contraprestación económica «equivalente al gasto que puede general el niño», pero «por dinero no se hace porque te haces cargo de su educación y su cuidado las 24 horas del día», defiende la madre de acogida María Muñiz.

En la mayoría de los casos durante el tiempo que los niños están en los hogares mantienen el contacto con sus padres, aunque la frecuencia de las visitas «depende de las circunstancias, cuando son bebés intentamos que sea cada día y los adolescentes cada semana o una vez al mes», precisa el psicólogo de Cruz Roja.