Con frecuencia los guarismos son caprichosos y se alían en curiosas coincidencias. Esta semana, las hermanas clarisas festejaban los ocho siglos de la fundación de la orden por santa Clara de Asís. Fue un lejano día de agosto de 1212, año singular en la historia de los reinos hispanos, que iniciaron una definitiva victoria sobre los almohades en la batalla de las Navas de Tolosa. Con estas efemérides en la mente, las monjas clarisas del convento del Corpus Christi de Zamora han preparado la novena de la Virgen del Tránsito, una de las imágenes más queridas por los zamoranos, milagrosamente tallada hace casi cuatro siglos por unos escultores procedentes de Compostela.

Quizá los cientos de fieles que han abarrotado esta semana la iglesia conventual del Tránsito desconocen la amalgama de fechas, algo que no obsta para mostrar el fervor hacia la Virgen dormida, que ha repuntado con fuerza en los últimos años. No hay más que recordar la procesión extraordinaria que el año pasado protagonizó la Virgen junto al Cristo de las Injurias para celebrar ante centenares de extranjeros los actos previos a la Jornada Mundial de la Juventud. Así, el encierro habitual de la imagen y la singularidad de la asunción han llenado, de nuevo este año, el templo de la rúa de los Francos durante toda la semana, con un recorrido de actos que finalizan el próximo jueves con la tradicional veneración de la sandalia.

A buen seguro, cualquiera de estos fieles saben explicarle al forastero las líneas básicas del relato que describe la creación de la imagen, y que las monjas clarisas guardan con llave en el archivo del monasterio. Un relato embellecido por la leyenda que nos traslada a principios del siglo XVII.

Año 1619. Una monja cuenta cómo el anhelo de las hermanas de venerar una imagen en el convento tiene respuesta. Unos peregrinos preguntan por la abadesa en el torno, a quien transmiten su deseo de cumplir con ese cometido. Venían de Santiago y provocaron el recelo de las hermanas, con la abadesa Ana Osorio a la cabeza. Pese a la desconfianza, los caminantes acceden al interior de una sala y piden una única condición para «regalar» la imagen a las devotas. No deberían ser molestados durante el proceso.

Era un dos de mayo. Los misteriosos escultores se pusieron manos a la obra, pero a las pocas horas -sobre las cinco de la tarde- los ruidos cesaron en la sala de trabajo. «Dice la leyenda que una monja curiosa miró a través de la cerradura y, por ello, los carpinteros tuvieron que partir y no acabaron algunos dedos de la Virgen», relatan en el convento. Sin embargo, como en otros casos, las evidencias reales contradicen el relato. Desde entonces, la imagen descansa en el altar esperando el momento en el que cuerpo y alma de María ascienden a los cielos pasando -o no- por el trance de la muerte.

Lejos de que el misterio frene las oraciones llegando estas fechas, la iglesia conventual ha tenido que abrir sus puertas a los fieles que no cabían en el interior durante esta semana. La novena continúa hoy, mientras que el martes tiene lugar la Vigilia de la Adoración Nocturna, el miércoles la exposición del Santísimo Sacramento y el jueves la veneración de la sandalia. Y ya van cuatro siglos de dedicación y fervor.