La crisis no perdona ni a los restaurantes. A lo largo del último año diferentes locales zamoranos han optado por bajar los precios y ofrecer una mayor cantidad de platos dentro del menú del día para, de esta manera, atraer a cuantos clientes sea posible.

La cocina de concepto había calado hondo en los últimos años en varios restaurantes zamoranos, llegando a acumular dos estrellas de la popular Guía de Michelín, que premia a los mejores chefs de la geografía española. Sin embargo, a día de hoy se ha instaurado de nuevo la máxima del bueno y el barato y los clientes buscan una relación calidad precio que les deje con el estómago lleno y la satisfacción de que han pagado por lo que han comido. La cocina tradicional ha vuelto y es para quedarse.

El «boom» de la cocina conceptual tendrá que esperar, al menos hasta que pase la crisis, para dejar paso de nuevo al menú del día con cinco primeros, cinco segundos, vino, pan y postre. Diferentes restaurantes zamoranos muestran ya en las pizarras colocadas en plena calle sus ofertas para dar comidas y cenas entre un buen elenco de selectos preparados y a un precio popular que atraiga al cliente. Son los daños colaterales de una situación económica que no da tregua ni si quiera al estómago.

En los últimos años había proliferado en España un tipo de cocina que, si bien se trataba de calidad y categoría, eso mismo se traducía al precio. En la misma ciudad de Zamora han sido abundantes los negocios que se subieron al carro de la creación y beneficiaron la presentación antes que la misma satisfacción post comida. No obstante, la provincia llegó a incluir a dos restaurantes en la preciada Guía Michelín que destaca a los mejores cocineros de la geografía española A día de hoy, sin embargo, las personas buscan comer bien y barato, por lo que los restaurantes están comenzando a reciclarse a sí mismos. La cocina tradicional ha vuelto y lo hace para quedarse.

Félix Argüello regenta un restaurante en pleno centro de la capital y no se le caen los anillos al reconocer que en los últimos años tuvo tiempo de «coquetear con la cocina de autor». En la puerta de su establecimiento ahora mismo anuncia paella, entremeses y sopa de verduras de primero y chuletas de cerdo, filete de ternera y bacalao a la tranca de segundo. «Esto es muy sencillo: si la gente deja de venir porque les ofreces poco y les cobras mucho, lo que hay que hacer es darle la vuelta a la tortilla», explica haciendo un símil gastronómico.

Claro en sus argumentos, Argüello está convencido de que en los últimos años ha habido una fiebre «un tanto absurda» con la llamada «nouvelle cuisine». «Hubo un momento en que nos creímos por encima del bien y del mal, y además los clientes nos hacían el juego, pero al final lo que la gente quiere es llenar la barriga y pagar lo menos posible», sentencia.

Algo que corrobora el chef de otro popular restaurante de menú del día, Fernando García, al afirmar que «cuidar la presentación está muy bien, pero con la calidad hay que ofrecer también cantidad y eso no ocurre en muchos restaurantes que han abierto en los últimos años». Para él, lo principal es que el cliente «no se quede con hambre» y tiene claro que ofrecer «cantidad ingente» de comida no está reñido con el margen de beneficios. «Un cliente satisfecho paga mejor que si no lo está, es la ley del comercio, y en los restaurantes pasa lo mismo», argumenta.

De este modo, García opta en su local por ofrecer una variación de seis primeros y seis segundos, con pan, postre y café con un precio total de 13 euros, habiéndolo reducido en dos euros durante el transcurso de «esto que los de arriba llaman crisis».

En definitiva, lo cierto es que dando un paseo por el centro de la capital y siendo uno un poco curioso, se puede comprobar que el precio de las comidas está bajando paulatinamente a medida que la situación económica se vuelve cada vez más derrotista.

Las enseñanzas de Ferrán Adriá calaron en los restaurantes de media España, pero a día de hoy el concepto se ha vuelto a invertir para seguir los consejos de Karlos Arguiñano, es decir, que la presentación es importante, pero solo si va acompañada de una buena ración de comida de la que dar buena cuenta.