Si hubieran pasado algunos años más, los restauradores de turno hubieran lamentado la pérdida total de las pinturas más antiguas de Santa María la Nueva. Se trata de un ciclo pictórico de mediados del siglo XIV que recuerda en sus trazos las ilustraciones coetáneas de la iglesia del Santo Sepulcro y que precedieron a las llamativas escenas de la sacristía, documentadas en buena parte de los evangelios no admitidos por la Iglesia.

Una vez abra sus puertas el templo tras el profundo estudio e intervención que se están llevando a cabo, el visitante hallará esta decoración mural a la izquierda, junto a la torre. Los expertos hablan de tres registros diferentes, los dos primeros con siete escenas cada uno, y el tercero completamente perdido. La iconografía que se ha podido leer revela uno de los temas más recurrentes en los templos zamoranos, la vida de la Virgen y la infancia de Jesús. Remata el ciclo otro de los capítulos más conocidos, una Última Cena en la que se aprecian tópicos como el intento de Judas por hacerse con uno de los platos de comida o el descanso de san Juan en el regazo de Jesús presidiendo su último encuentro con los apóstoles.

«Estaban en el aire, completamente despegadas del muro por la humedad y las malas prácticas». Son palabras del historiador Sergio Pérez, que se ha encargado de leer las ilustraciones que quedan en pie. Todo gracias a una intervención de urgencia en 2009, que permitió consolidar, empapelar y engasar los registros para adherirlas de nuevo a los muros.

A continuación, el paciente trabajo de los restauradores continuó con el relleno de las lagunas con mortero de cal para reintegrar las pinturas «siempre con tintas planas de menor intensidad que las originales», una huella que permitirá a futuras generaciones discernir qué pintó el autor en el siglo XIV y qué añadió el técnico en el XXI. En el ecuador de 2010 finalizaron aquellos trabajos que hoy permiten disfrutar de una iglesia que ganará enteros como museo con la disposición de los restos de la armadura mudéjar en la torre y las pinturas murales tratadas e identificadas.

En cuanto a la iconografía, no hay demasiadas sorpresas. Si acaso, la relación que el historiador del programa cultural de la Junta apunta entre uno de los capítulos del primer registro con la portada de Santa Ana de Notre Dame de París. Consagrado a la vida de la Virgen, esta primera parte recoge las escenas de la Anunciación, la Visitación, el Nacimiento y la Epifanía o la Adoración de los Reyes Magos. En el segundo registro toma protagonismo la infancia de Jesús, aunque las escenas de la posible entrada en Jerusalén y la Última Cena rematan las pinturas conservadas.