-En el pregón de Valladolid, Gerardo González destacó el escenario de la Pasión como elemento diferenciador. ¿Cuál es esa diferencia para usted?

-Para mí hay un elemento fundamental. Valladolid es un invento de los años veinte tras su desaparición. Zamora es un invento de más de un siglo de evolución. Nuestras procesiones no son ni parecidas a las que llegaron a finales del siglo XIX. En el caso de Valladolid, desaparecen las procesiones y los pasos. En Zamora, las cofradías que habían perdido la túnica en el XIX, se les añadió después, pero la cofradía ya existía con anterioridad. Y cuando no, existía la devoción, como en el caso de Nuestra Madre. Hemos ido puliendo lo existente. Año tras año, se le ha dado una mano de lija y otra de barniz.

-Un lijado y un barnizado que a veces fue un pegote de «titanlux»?

-Es cierto que se han introducido cosas que chirrían, y más en los últimos años. Me refiero más bien a aspectos como el Miserere, que surge cuando la procesión ya lleva varios años en la calle. Se dan cuenta de que les falta algo y hacen varias pruebas. Al final, sale el Miserere y se introduce. Actualmente, se está introduciendo la música en el Juramento del Silencio. Ese es el proceso: se experimentan vías, la lija, y cuando se encuentra la correcta, se consolida, es decir, el barniz. En ese sentido, el proceso es muy positivo. A veces, en lugar de aplicar la lija con suavidad, lo hacen de manera brusca y le dan una mano de «titanlux»? y destrozan la cofradía.

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