«Traigo un paquete para N. F. Abran, por favor». Y la mañana de sol se convirtió en una pesadilla: hachas de por medio, saltos de balcón a balcón y un suicidio como desenlace. Un hombre de 44 años cuyo nombre responde a las iniciales F. J. R. G. falleció ayer al precipitarse al patio interior de un quinto piso de la capital tras procurar varios hachazos a sus exsuegros, que ayer volvieron a nacer. El fallecido, condenado por agresión sexual y secuestro a su expareja, salió de prisión el pasado mes de enero y pesaba sobre él una orden de alejamiento tanto de su exnovia como de los padres de ésta. El hombre abandonó el centro penitenciario de Topas después de que sus progenitores abonaran una fianza para dejarle en libertad, la misma que le procuró su muerte.

Eran las 13.00 horas. Calle Alfonso III el Magno. Pleno mediodía. Un abarrotado Mercado de Abastos observaba a los compradores comparar precios, charlar sobre la crisis y dar la bienvenida al sol porque «¡hay que ver qué buen día se ha quedado hoy!». En cuestión de minutos, esa frase de «traigo un paquete para usted» logró su objetivo y giró el destino de dos familias zamoranas.

La calle se convirtió en una maraña de policías, sirenas de ambulancia y numerosos curiosos alertados por los gritos de socorro que la mujer agredida profería desde el balcón de su casa. Testigos presenciales que escucharon las voces del matrimonio vieron al fallecido «saltando de la terraza a la ventana y quitándose su camisa y su pantalón hasta quedarse en ropa interior», relatan, aún con el susto en el cuerpo. Tras la intervención de Policía Nacional, Municipal y servicio del 112, el matrimonio abandonó su casa. Con el corazón a mil, el matrimonio, de 72 y 68 años, se metió por su propio pie en la ambulancia dejando atrás a su ex yerno muerto.

A pesar de los numerosos cortes y contusiones que presentan a consecuencia de la agresión del F. J. R., el estado de salud de ambos no reviste peligro y ya están dados de alta, ya que la mayoría de los cortes son de carácter superficial. Las heridas las curará el tiempo. La angustia y los recuerdos tendrán que esperar.

La exnovia del fallecido fue alertada en el momento en que una conocida de la familia observó los hechos desde la calle. La joven, de 34 años, se encontraba trabajando durante el ataque a sus padres, ajena a lo que se desencadenaba a sólo unos metros de su trabajo. Al instante de la llamada, corrió hacia su casa y llegó a tiempo para trasladarse con sus padres a Urgencias. La expareja llevaba dos años separada, aunque nunca llegaron a casarse ni tenían hijos en común.