Promotor de la soberanía popular y acérrimo defensor de la libertad de prensa, el zamorano Juan Nicasio Gallego es considerado por el catedrático de Historia Miguel Ángel Mateos como uno de los «mejores parlamentarios» que participaron en las Cortes de Cádiz. «Sus ideales le granjearon el odio eterno del rey Fernando VII», recuerda Mateos. Unos ideales que le venían dados por tratarse «de un hombre culto, de letras», lo define, al tiempo que lamenta «no haber tenido más Nicasios Gallego en la representación zamorana en las Cortes».

Miguel Ángel Mateos participó ayer en el Club LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA con un recorrido por lo que significó la Constitución de 1812, popularmente conocida como la «Pepa», para España en general y Zamora en particular. En este último aspecto, la provincia «quedó marcada en Cádiz como lo que realmente ha sido desde siempre, muy condescendiente con el poder constitutivo», lamentó. De esta manera, apuntó que «ni el ejército, ni la nobleza o el ayuntamiento salieron en defensa del alcalde de Móstoles y en Zamora, hasta el 31 de mayo, un mes después, parecía que no había pasado nada».

A pesar del poco tiempo que estuvo instaurada esta Carta Magna, una de las más largas y completas de la historia, con 384 artículos, fue capaz de colocar a España «como una de las políticas más avanzadas y progresistas, aunque tuviera una economía pobre», explicó el profesor, que la definió como «la primera constitución auténticamente española, con influencias internacionales de Francia y Gran Bretaña, pero también con específicas peculiaridades hispánicas que la hicieron popular y profundamente española».

Mateos reconoció que este código estaba «lleno de complejidades». Primero, por ser a la vez aceptación de premisas francesas y levantarse contra el país vecino, segundo por compaginar una guerra civil y una lucha contra los franceses, apoyados por Gran Bretaña y Portugal y, por último, perder el imperio americano, porque se estaba independizando, al tiempo que la constitución reconocía sus derechos.

Sirvió también la «Pepa» para definir grandes valores marcadamente españoles «como la religión, ya que subrayó lo católico como consustancial a lo español; la Corona y la soberanía nacional, que daba un giro total al poner por delante por primera vez la voluntad nacional en todas las instituciones», enumeró el catedrático.

Mateos destacó también el aspecto económico de la constitución, al suprimirse los gremios y permitir la libertad total de trabajo. Por otra parte, en el ámbito social también se provocaron cambios importantes. En primer lugar, al suprimirse los derechos señoriales «donde los clérigos y nobles mantenían atributos propios de la soberanía del Estado, tanto en la administración de justicia, el nombramiento de cargos o el mantenimiento de los monopolios», ejemplificó. La desamortización fue otro pilar sumamente importante aunque conllevó un consecuencia significativa, ya que el gran damnificado fue el clero regular «que junto al pueblo se levantó contra los franceses y luchó».

La creación de las diputaciones «como estados a pequeña escala que repartían el dinero en la provincia y mantenían la propiedad comunal de los pueblos» y del Tribunal Supremo «como máximo recurso de apelación» fueron otras de las importantes instituciones que se pusieron en marcha a raíz de la Constitución de 1812.