Arquitecto autor del proyecto del nuevo teatro Ramos Carrión

Uno de los autores de proyecto original para rehabilitar el teatro Ramos Carrión, Juan González Mariscal, acudió «emocionado» a la visita institucional de las instalaciones, cuyas obras están finalizadas al 95%. Todavía queda para estrenarlo, pero este arquitecto sevillano augura que el «Ramos» será «mucho más que un teatro».

-¿Dónde arranca para usted el nuevo teatro Ramos Carrión?

-El presidente Martínez Maíllo dijo en la visita de la semana pasada que llevamos diez años, pero se refería solo a las obras, porque el concurso internacional que nosotros ganamos fue en 1995.

-Sin embargo, aquel proyecto que ganó el premio dista bastante del resultado final...

-Principalmente, porque nos encontramos con una tramoya absolutamente obsoleta. En particular, no teníamos un interés especial en derribar este espacio, pero la gente entendida veía que aquello estaba absolutamente desfasado. Comenzamos las gestiones con Patrimonio para derribar el cuerpo de la tramoya y ahí arrancó el proyecto básico. Estamos hablando de una Diputación con Antolín Martín de presidente y fue su sucesora, Pilar Álvarez, quien retomó el teatro.

-¿Era imprescindible una tramoya de estas dimensiones?

-Para que un teatro de estas características funcione, resulta imprescindible. Como ejemplo, el patio de butacas será una vez y media el del teatro Principal, la superficie de la tramoya será el doble y su volumen, cuatro veces.

-Un espacio equivalente a siete pisos de altura, ¿por qué?

-Muy fácil, es una regla de tres. Para celebrar cualquier espectáculo, tenemos que sumar distintas dimensiones. La boca de escenario imprescindible para albergar, por ejemplo, una ópera genera una serie de necesidades que debemos respetar, como la estructura del telón o la galería superior.

-¿Qué proporción de su idea original se puede percibir en las actuales obras?

-El proyecto se modifica con las necesidades que surgen a partir del concurso original. Actualmente, solo el pabellón de entrada y el núcleo circular estaban en aquel trabajo, no así el edificio de atrás. Cuando la tramoya obliga a derribar el antiguo inmueble de talleres, aparece un nuevo espacio sobre las antiguas huertas que igualamos con la rasante de la calle. Incluso hay gente que recuerda haber jugado en aquel lugar junto al que se situaba el antiguo hospicio de la Diputación.

-¿Y cómo gestionaron aquella eventualidad?

-Aquel edificio impedía la construcción de la tramoya. Puesto que no tenía ningún valor documental, conseguimos que Patrimonio lo derribara. Y gracias a este hecho, aparece despejada la impresionante imagen del Duero. Del mismo modo, la nueva estructura es tan visible ahora porque ningún inmueble antiguo lo tapa ya.

-Gracias a la nueva plaza en la que está prevista la celebración de sesiones al aire libre...

-Esa plaza ocupa el vacío que dejó el inmueble derribado. Cuando se llevó a cabo esta operación, la Diputación se dio cuenta de que había espacio para crear un edificio más ambicioso.

-¿Cómo le explicaría a los zamoranos el problema que existe en esa parte trasera, actualmente paralizada?

-Es un problema muy complejo y difícil de explicar a la gente. Cuando se realizaron las excavaciones, descubrimos un lienzo nuevo de muralla y entendimos que apisonar la tierra en esa zona podía suponer cierta ruina para la estructura medieval. Era preferible agarrarla y consolidarla, pese a estar en una etapa invernal, de muchas lluvias, en la que superamos el tiempo previsto y llegamos a una situación verdaderamente compleja.

-Si es compleja para ustedes...

-Es compleja la gestión del problema, no la solución. Hay muchas administraciones implicadas y cada una tiene una parcela distinta. Todo esto se produce porque ese cambio no llega en el proceso de proyecto, sino de obra. Por otro lado, a la Diputación le pareció una estupidez tener 18 plazas de aparcamiento y en eso estamos de acuerdo. Se decidió transformar el uso con la cimentación hecha, y eso significa que no podíamos excavar hacia abajo, solo hacia arriba. Dimos más volumen de lo que estaba aprobado en el plan y ahí radica la complejidad, que es de tipo administrativo o jurídico, no técnico. Y ahora mismo estamos en el limbo, con un edificio espectacular que ya está hecho y que no supone una afrenta al patrimonio zamorano, sino todo lo contrario. Es un inmueble que intenta ser moderno, no porque nosotros queramos, sino porque pretende respetar la historia de la ciudad.

-¿Qué le parece el uso que quiere darse a esa zona como centro de congresos?

-Gracias a esta operación, hemos dispuesto una cubierta donde antes había un garaje, que genera un espacio extraordinario. Allí se puede hacer cualquier cosa. Al principio se habló de taller de teatro y ahora, de palacio de exposiciones y congresos. Quiero recordar que el edificio salió a concurso en el año 1995 precisamente con esta denominación, así que estamos ante un proyecto muy largo que se retroalimenta. En este proceso, hemos asistido a muchas voluntades, todas dirigidas a un bien público.

-Teniendo en cuenta todos estos aspectos, ¿se ha incrementado mucho el coste?

-La gente del teatro valora la infraestructura en función de lo que cuesta cada butaca. Si antes estaba en diez mil euros, ahora llegamos a doce mil, con lo que estamos en los mismos números. Sin multiplicar el coste por cinco, hemos conseguido además un palacio de congresos, una plaza, un teatro al aire libre y un edificio de administración de actividades culturales.

-Hubo otro problema en el caso de la estética. ¿Qué le parece el aspecto final?

-En el proceso de gestión del proyecto, ha habido varios cambios. El que está aprobado hablaba de unos materiales, el famoso vidrio en «u-glass». Cuando fuimos a hacer la obra, vimos que tenía problemas de rotura. La variante más adecuada multiplicaba el precio por tres. Para no superar el presupuesto, hemos optado por el mismo tipo de cristal que ha ganado consistencia a través de la forma. Si me apuras, es un ejercicio de papiroflexia porque la forma es la mejor estructura. Al estar plegado, el material gana en rigidez.

-Lo que está claro es que el aspecto casa con el diseño que se lleva ahora, ¿verdad?

-Hemos conseguido que el Ramos Carrión sea del color de Zamora y que cambie con la ciudad. El pliegue del cristal nos permite tener continuas modificaciones de luz, con lo que los zamoranos lo verán cada día de una manera.

-En la visita institucional de la pasada semana, a algunos le sorprendió el reducido espacio del patio de butacas con respecto del volumen completo del edificio, ¿qué opina?

-El edificio no solo es teatro, aunque juro que la sala es la misma que había. Antiguamente, había una serie de palcos y decoraciones que desaparecieron en los años sesenta para convertir el «Ramos» en cine. El espacio es el mismo que en aquella época, con la diferencia que había el doble de butacas porque eran más pequeñas y no había una normativa europea contraincendios. Es cierto que, en comparación, llama la atención el volumen, pero es necesario para que el teatro suene bien. El escenario tiene 120 metros cuadrados cuando el Principal no llega a los treinta, el salón de casa de cualquiera.

Sevilla, 1961

El arquitecto Juan González Mariscal nace en 1961 en Sevilla, donde ejerce su actividad en su estudio de arquitectura. Se licenció en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la ciudad hispalense y ha sido profesor del Departamento de Proyectos Arquitectónicos ESTA Sevilla. Allí también y junto a José Morales y Sara de Giles funda el estudio MGM. En 1995, González Mariscal ganó el concurso internacional para conservar el edificio Ramos Carrión de Zamora. Actualmente, el arquitecto zamorano Ángel Fernández Poyo forma con el estudio sevillano el grupo de profesionales responsables de la ejecución de las obras.

-Desde el punto de vista del espectador, ¿qué cree que se van a encontrar los zamoranos cuando accedan a un teatro ya terminado?

-No puedo contestar a eso, porque no soy imparcial. Personalmente estoy entusiasmado y me parece muy bonito. Si no pensara así, lo habría hecho de otra manera. Sería absurdo que hablara de las bondades de mi hijo que, por supuesto, es el más listo de la clase.

-En definitiva, el Ramos Carrión parece mucho más que un simple teatro...

-Para mí lo es porque supone toda mi vida profesional y, para la ciudad, veinte años de proyecto. Si a la gente no le gusta y protesta, me parece perfecto porque eso significa que a los zamoranos les importa.

-¿Quedan muchos detalles por finalizar?

-Quedan detalles: las cortinas, la iluminación... Una iglesia no es un edificio, sino la gente rezando. Un teatro sin telones no tiene vida. Sin embargo, el vestíbulo lateral, casi terminado, puede ser un magnífico espacio para estar.

-¿Y cómo quedará la calle Ramos Carrión?

-Va a experimentar un cambio radical. Es un espacio acogedor donde la gente puede estar sentada cuando ahora mismo se trata de un sitio inhóspito. He tenido la inmensa suerte de trabajar en el pasillo de Zamora, el que une La Marina y la Catedral de la ciudad.