Los psicólogos de los juzgados de Valladolid han concluido que la abuela de Zamora que reclama poder ver a sus nietas un fin de semana cada quince días, se conforme con visitarlas dos horas el primer domingo de cada mes en un punto de encuentro para menores en Valladolid. El juez aún se tiene que pronunciar al respecto, aunque el padre de las niñas, Menno Van Der Meer, transexual de 51 años, y el informe psicosocial, recomiendan ese régimen, al que de entrada no se opone la abuela, que lo que quiere es «poder ver a mis nietas cuando antes», se pronuncia Lourdes Calvo, de 79 años, que además se muestra optimista ya que cabe la posibilidad de que a los tres meses se le aumenten las horas en las que puede ver a sus nietas.

En el juicio celebrado ayer en la capital vallisoletana las partes no llegaron a un acuerdo, ya que la abuela reclamaba tener a sus nietas un fin de semana cada quince días, y el padre proponía un domingo al mes. «La parte contraria se basa en el informe psicosocial para su postura, pero si la abuela no consigue el tiempo que quiere nos conformamos con esas dos horas, pero a los tres meses que se aumente a seis, luego a una pernocta y así ir normalizando la relación entre ellas, porque bastante desgracia es perder una madre para perder también una abuela», se pronuncia el abogado de la anciana, Jaime Sanz, que quiere evitar recurrir si con eso aumenta el tiempo de espera para la primera visita pactada entre abuela y nietas.

Por su parte, Menno considera que no va a ser necesario llegar hasta los tres meses, «porque las niñas no quieren ver a su abuela», afirma categóricamente, y basa esa decisión en que Lourdes no devolvió a las niñas unas pertenencias de las menores que tenía en su poder. Algo que según el abogado de la abuela es «totalmente falso, porque fue él quien alquiló el piso y lo cerró, y ella le mandó lo que tenía por una empresa de mensajería con acuse de recibo», se pronuncia Sanz, que va más allá, señalando que las menores pueden estar manipuladas por su padre.

Las desavenencias entre exyerno y suegra vienen desde hace años, hasta tal punto que el padre de las niñas achaca a Lourdes su separación, «porque se metió en casa sin mi permiso y dice que ha criado a las niñas cuando se tenía que haber mantenido al margen», señala Van Der Meer, que niega que él haya impedido a la abuela ver a las niñas, «dice que me ha llamado un millón de veces, pero yo no he recibido ninguna llamada». Nada que ver con la versión de la abuela, que asegura que ha intentado ponerse en contacto con sus nietas, «pero siempre me han colgado el teléfono, por eso fui al colegio a intentar verlas por los barrotes del patio», explica Lourdes, que afirma que «cogeré un tren, un autobús y lo que haga falta para ir a Valladolid y estar con mis nietas», asegura.

Para el padre de sus nietas no tiene buenas palabras, ya que afirma que «hasta al entierro de mi hija las tuve que llevar yo, estaba incluso una semana sin aparecer y yo las llevaba al colegio, les hacía la comida... Cuando se tuvieron que ir definitivamente con él no querían de ninguna manera y solo hacían que llorar», rememora Lourdes Calvo, a la que acompañaron a la vista su hermana Rosario, Loli, la hija de ésta y Estrella, una amiga «de toda la vida». Ninguna de ellas se mostró complacida con el resultado del juicio, aunque reconocen que «cuanto antes pueda ver a sus nietas mejor, porque está desesperada por poder estar con ellas».

El padre de las menores se ha mostrado molesto por el hecho de que en el caso haya trascendido su condición de transexual, ya que según considera «no debería haber salido a la luz, porque no tiene nada que ver, el cambio ha sido después del divorcio, y hago mis tareas como padre y como madre y el informe recoge que eso es un beneficio para ellas, mientras que lo que les pueda aportar su abuela lo dudo», señala el afectado, que coincide en este punto con el abogado de la anciana, que asegura que el cambio de sexo del padre no afecta «para nada en el juicio, porque además nosotros no pedimos la custodia», subraya Sanz.

Tampoco han vuelto las niñas a Algodre, el pueblo familiar en el que el padre dispone de una casa, «aunque allí nos podríamos ver en verano uno días», propone la abuela.

El caso ha quedado visto para sentencia y aunque la decisión se puede recurrir, ninguna de la partes tiene en principio la intención de alargar el proceso.