-El hablar tan rápido en sus monólogos, ¿es un papel o realmente habla así en su día a día?

-Yo nací hablando, y eso lo puede corroborar mi madre. Pero la velocidad es un técnica de la comedia también, que se denomina «vomiting». Para mí es muy fácil entrar en un estado de surrealismo en la historia que cuento cuando me pongo a escribir. Me pongo a trabajar y pensar y hay veces que el bloque con el que estás te sale contarlo más por líneas y otras es una elaboración más surrealista. También con el tiempo te vas dando cuenta de lo que tú tienes para aprovecharlo en tus monólogos. Pero lo cierto es que ni yo misma sé cómo puedo hablar a ese ritmo tan rápido, aunque si tengo que decir lo mismo más despacio, me trabo. Es como la tabla de multiplicar, que si no las recitas con la musiquilla, no te sale.

-¿Imagina ahora su vida habiendo terminado la carrera de Medicina en Salamanca?

-Para nada, era hacer esto sí o sí. Desde pequeña siempre hacía cosas de teatro, y además en la línea cómica. Pero al principio me daba tanto miedo Madrid y marchar allí a estudiar... Además, viviendo en un pueblo tan pequeño, siempre estaba ese pensamiento de que de la interpretación solo viven unos pocos, y con padrino. Luego, trabajando en la discoteca fue cuando comencé a poner en práctica los monólogos, cuando al acabar la noche ponía la última copa y les hacía pequeños monólogos, con los que se tronchaban.