A Eduardo Barrón le tocó estrenar el siglo XX, pero sus obsesiones artísticas nacieron dos milenios antes. Su viaje a Roma para conocer la impronta de los escultores de la gran civilización que ha dado lugar a nuestros días le impactó tanto que dedicó su vida a dar forma a los personajes y a los mitos que gobernaron aquel tiempo lejano. Anoche, la familia del escultor que falleció hace un siglo descubrió una parte de aquel trabajo en la basílica de San Francisco el Grande de Madrid. «Santa Eulalia ante Daciano» luce un inusitado brillo producto de la reciente restauración que ha financiado la Fundación Iberdrola.

Si «Nerón y Séneca» sorprendió a los restauradores del Prado por el excelente estado de la escultura en yeso -no se fundiría hasta un siglo más tarde-, la recreación del martirio de la santa de Mérida asoma la impronta del bronce, pero no lo es. Su ubicación marginal en una escalera en desuso de la basílica se llevó parte de aquel brillo milenario de la pátina sobre escayola, que la restauradora Dorotea Heiden ha rescatado a través de una limpieza integral que ha durado algo más de cuatro semanas.

Durante su formación en la ciudad eterna, Barrón compuso un altorrelieve de grandes proporciones para retratar la dignidad del sufrimiento de Eulalia de Mérida, la mártir que en el siglo III luchó contra la imposición del paganismo por parte de un decadente Imperio romano. En la escena, el emperador Daciano muestra la soberbia que Barrón retomaría años más tarde en el personaje de Nerón. Precisamente, es la «expresividad» uno de los detalles que más llaman la atención de Dorotea Heiden, quien alaba «la factura» de la obra, así como la gran voluminosidad de las figuras, en una escena al fin visitable por el público en la capital.

La restauradora da cuenta de un sencillo proceso de limpieza que ha revelado que, o bien fue compuesta por tres grandes láminas de escayola, o «la partieron para trasladarla de Roma a Madrid por sus grandes dimensiones». En todo caso, un curioso ingenio para imitar la dignidad del bronce, seguramente el anhelo de un joven Barrón que compuso el altorrelieve allá por el año 1885.

El proceso que le ha devuelto la impronta original ha consistido en una «limpieza mecánica y físico-química» que ha ayudado a los técnicos a «eliminar restos de yesos, detritos de pequeños mamíferos, polvo, telas de araña y una gruesa capa de suciedad». Una curiosidad más. La mano de una de las figuras centrales debió de romperse y fue añadida con posterioridad. «Lo hemos notado porque la factura es mucho más pobre», añade Heiden. Para otorgar larga vida a la escultura, los expertos han colocado una lámina de polietileno en la superficie, que velará por la perpetuidad del martirio de una de las santas más populares del país.

Como todas las obras del escultor de Moraleja del Vino, «Santa Eulalia ante Daciano» es una gran desconocida que ayer fue protagonista de un episodio más en homenaje al artista fallecido de forma prematura. El traslado de «Nerón y Séneca» al Museo de Zamora, la ubicación de «Adán después del pecado» en la muestra «Passio» de Las Edades y la recuperación de este altorrelieve han contribuido a conocer mejor al autor a través de lo que queda: su obra. Por delante, nuevas conferencias para enero que liberarán a los familiares de la angustia contenida durante muchos años por el olvido del autor.