Con 91 años, Teresa aún recuerda como estrenó con 21 internas más el chalet que las monjas compraron en la carretera de Tordesillas, hoy avenida Príncipe de Asturias, para fundar en 1936 el nuevo colegio.

-Los comienzos del centro se enmarcan en un momento político complicado. ¿Cómo se vivió desde el Amor de Dios?

-Con mucho miedo. Eran unos momentos en los que se estaban quemando iglesias y conventos y las monjas dejaron a un lado sus hábitos para vestirse de seglares y no nos permitían decir que éramos del Amor de Dios, sino que decíamos que nuestro colegio era el Sadel de Usera, es decir, Sociedad Anónima de Enseñanza Libre fundada por el Padre Usera.

-¿Qué recuerdo tiene de esas primeras clases?

-Un recuerdo precioso. Con 10 años ya estaba con las monjas, pero en el antiguo colegio de la rúa de los Francos, y a mis 15 años nos trasladamos al nuevo por falta de espacio y porque el otro estaba ya muy viejo. En los primeros años las habitaciones del chalet hacían de aulas y poco a poco se fue trasformando.

-¿Cómo era la relación con las monjas y sus compañeras?

-Éramos una gran familia y vivíamos felices, con mucho respeto hacia las monjas y a la inversa. Tengo muy buenos recuerdos, jugué mucho y tuve siempre amistad con las hermanas. Llevé ahí a mis hijas y ahora vivo en el colegio donde crecí, hoy residencia del Amor de Dios.