El antropólogo y experto en cultura popular intervino ayer en las jornadas organizadas por «Bajo Duero» con motivo del 30 aniversario del colectivo.

-En su conferencia ha reflexionado sobre la cultura popular contemporánea, las leyendas urbanas y mitos, pero desde un punto de vista singular.

-Tanto mitos como leyendas siguen circulando en la actualidad. No obstante, los viejos mitos humanos que estuvieron en boga durante la «New Age» se están haciendo realidad a través de investigaciones.

-¿Cuáles?

-Fundamentalmente, una nueva era, una nueva humanidad, es decir, una etapa que traería vivir fuera de este plantea y unas formas de humanidad distintas relacionadas con los robots. La reflexión que desde el propio estudio de la cultura popular se puede hacer es que no nos hemos liberado de esos mitos, sino que en la medida en que estos mitos han dejado de serlo, han pasado a estar presentes en programaciones tecno-científicas. En un reciente encuentro que se ha celebrado, organizado por la Sociedad Norteamericana de Astrofísica que programa la investigación para aproximadamente los próximo diez años, han fijado dos prioridades: averiguar de alguna manera cómo fue el «Big Bang», los restos que hay en las galaxias...en definitiva investigar el génesis y también ver en qué lugares podría haber vida y dónde los humanos podrán vivir. Si dimensionamos eso en relación con los mitos que han acompañado a la humanidad, vemos que la ciencia intenta ver el origen de todo, dando por hecho que va a haber una apocalipsis. No sé si esta línea de investigación es lo más urgente que hay que hacer en ciencia. También por otro lado, está la fantasía de otras épocas, que ya no lo es tanto, del hombre como cyborg.

-¿Qué sucede con el fenómeno de las leyendas urbanas?

-Hablan de las preocupaciones actuales que están lastradas por los mitos y delirios futuristas de que hay que perseguir un mundo interrelacionado. No somos más felices porque se haya aumentado la velocidad en la comunicación. Este tipo de leyendas se nutren de los relatos que ya existían, como sucede en el caso de las teletransportaciones de las que hay testimonios en los pliegos de cordel. Las nuevas leyendas, estudiadas desde los años 50 y 60, tienen en común el cambio de enfoque. Ahora se habla de la desubicación de la gente y la preocupación de qué pasa por el tiempo y los lugares porque la transmisión de información se produce a la velocidad de la luz, una situación que hasta ahora no había que tenido que afrontar el hombre. Las leyendas hablan de los excesos de la tecnología porque son alarmas que lanza la cultura popular.

-¿La rapidez de la comunicación que permite Internet influye en la proliferación de este tipo de relatos?

-Sí, buena parte de las leyendas urbanas se han transmito a través de los correos electrónicos y se transmiten como hecho reales. Lo mismo sucede con los rumores y se asume por la cercanía con los hechos que se cuentan. La leyenda juega con algo absurdo y extravagante que podría llegar a ser verdad.

-¿Por qué nos las creemos?

-Porque estamos de tal modo desquiciados que todo lo aceptamos como posible. La falta de algo donde aferrarse hace que la gente crea las leyendas urbanas. El interés por la cultura popular es algo que tiene su auge a finales siglo XIX donde también se ha producido un cierto desquiciamiento del mundo. En ese contexto surge la cultura popular como un punto para agarrase a algo, ya los renacentistas se interesaron por la filosofía vulgar. El folclore lucha por encontrar su espacio en el XIX y a mediados del XX nace con un gran interés por la necesidad de asirse a unas certezas de identidad local. El tiempo, hace nada, se podía controlar y estaba ligado a un lugar. Antes la gente se movía, pero no tanto como ahora, y tenía consciencia, por los relatos y la memoria, de quiénes habían estado en ese lugar, algo que ha desaparecido.

Zamora, 1951.

Investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas desde 1995. Es actualmente profesor de Investigación con el nivel de Catedrático en el Centro de Ciencias Humanas y Sociales de dicho organismo. Fue investigador del área de Antropología de la Universidad de Berkeley. Es, también, miembro del Consejo de Redacción de la revista de «Dialectología y tradiciones populares» y director de la colección de fuentes etnográficas «De acá y de allá», del CSIC. Autor de innumerables estudios y libros entre otros premios le fue concedido, en 1987, el Premio Nacional de Investigación Cultural «Marqués de Lozoya» del Ministerio de Cultura y, en el 2006, el Premio Nacional de Folcore «Agapito Marazuela».