Su pulgar derecho continúa sin movilidad y los dolores son tan intensos que «me entran sudores y me mareo». Las tres últimas operaciones efectuadas en el Hospital de Salamanca no han logrado recomponer, asegura, el desaguisado de la primera, realizada en el Hospital Provincial de Zamora, el 9 de abril de 2008. «Ya me advirtieron los médicos de traumatología de Salamanca que ellos no hacían milagros después de un año y que tratarían de quitarme los dolores y dejarme el dedo lo mejor posible, pero que no recuperaría su función», recuerda Jesús L.L., de 21 años.

Tras exponer su caso ante el Procurador del Común porque el Sacyl le negaba la documentación completa sobre su caso, con aporte de fotografías, el estudio radiológico en soporte informático e informes intraconsultas, ha decidido emprender la vía penal para reclamar a la Junta de Castilla y León lo que por vía administrativa no ha podido. Exige una indemnización por lo que considera una negligencia médica.

Y es que el Sacyl hizo oídos sordos incluso a la resolución del Procurador del Común en la que se exige a la Consejería de Sanidad que dé las «instrucciones necesarias» para que Jesús L.L. pueda «recibir en sobre cerrado» toda la documentación que solicita y «le permita abrirlo en el momento para verificar el contenido y poder hacer en su caso la reclamación pertinente». Resuelve que se le remita la historia clínica, «así como las fotografías indicadas por el paciente, justificando adecuadamente su ausencia» si no están disponibles. La repuesta de Sanidad ha sido «que no están obligados». Su única salida es ya la denuncia judicial, al objeto de «que nos entreguen esa documentación y poder acudir a la vía civil para exigir la indemnización», explica su abogado, Raúl Alonso Domínguez.

Jesús llegó al centro hospitalario de Salamanca después de un mes y medio de rehabilitación en el Rodríguez Chamorro, donde le quitaron los puntos de la primera intervención «a los tres días y me dieron el alta. Fui a trabajar y la herida se me abrió otra vez. Tenía muchísimos dolores», rememora este joven empresario autónomo. A los cuatro meses, desde Zamora le derivaron a Salamanca para someterle de nuevo a cirugía. Otro mes y medio escayolado y «los dolores no cesaban». Había perdido también el juego en el dedo, «movilidad y fuerza».

Todavía hoy tiene ese problema, que parece insoluble: «No puedo hacer la pinza, ni coger nada con esa mano y soy diestro. Ni puedo picar, ni ayudar a mi padre a subir material en las obras, ni sacar escombros..., ni ayudar a mi madre a mover una mesa. Los dolores son tremendos». Y eso, a pesar de que los médicos especialistas que le tratan en Salamanca le han practicado otras dos operaciones más en este mismo año, una en marzo y la otra en agosto. Su situación no ha cambiado un ápice, pero su vida ha dado un giro absoluto: «Me siento fatal, no tengo ingresos y dependo económicamente de mis padres. He estado yendo a un psicólogo porque estoy triste y deprimido, me siento una basura».

Lejos quedan los días en los que, tras trabajar con su padre desde los 16 años, cumplida la mayoría de edad, decidió darse de alta como autónomo. Su sueño, ser independiente, sólo pudo disfrutarlo durante un mes, el tiempo que tardó en lanzar la maza contra su dedo en un accidente laboral. «Al principio se hinchó un poco, fui a la mutua y me mandó al médico de cabecera e hice rehabilitación en la mutua». Pasados seis meses, «no mejoraba y me operaron el dedo en el Hospital Provincial». A partir de ahí, su vida ha transcurrido entre dolores, de médico en médico. Todavía tiene que volver a Salamanca, indica cabizbajo este joven que ha visto esfumarse su apacible existencia, que transcurría entre «el trabajo, ir de ruta con mi moto que ahora no puedo usar porque el dedo no responde para conducir y salir con mis amigos». Ahora, «no puedo vivir solo, mis padres me mantienen, no puedo trabajar. Con 21 años, a ver que hago ahora». Su condición de autónomo le impidió disfrutar de la baja laboral más allá de un año, «me dijeron que no me la daban más, que la había agotado». No ha tenido acceso a ningún tipo de prestación y sus padres se han tenido que hacer cargo del pago de la cuota de autónomo. Otro gasto adicional. Y una carga más para Jesús, que se siente «inútil».