Aprendió desde niño la labor del cotanero de manos de su padre. Eran otros tiempos. La Real Cofradía del Santo Entierro desfilaba desde la iglesia de San Esteban y guardaba su patrimonio en la calle Sancho IV. Allí, heredaba el amor por la Semana Santa, que no abandonaría ni un minuto durante toda su vida. Hasta ayer, cuando fallecía a los 83 años tras ser hospitalizado el pasado fin de semana.

Sin embargo, su impronta forma parte de la tarde del Viernes Santo de las últimas décadas, cuando recorría infatigable el desfile del Santo Entierro para custodiar los bienes de la cofradía. «No paraba», advierten sus compañeros y amigos. Antes de que los bancos entraran en escena, Cerecinos Álvarez se recorría los domicilios de los hermanos para cobrar los recibos y, por supuesto, se encargaba de la puesta a punto de las imágenes, labor en la que cesó siete años atrás.

«Impetuoso» y «nervioso», Cerecinos era muy querido por el mundo semanasantero. No en vano, también pertenecía a otras hermandades como el Yacente o la Vera Cruz, donde además ejerció como jefe de paso de la Dolorosa. Su esposa falleció dos años atrás, pero sus dos hijos varones y su hija, además del resto de familiares y la propia Semana Santa de Zamora lloran su pérdida.