La noticia circula desde hace días en los medios de comunicación: Gustavo de Arístegui, de 47 años, celebró en Rabat una vistosa fiesta con motivo de su enlace, en octubre, con su novia desde hace dos años, Nadia, una marroquí divorciada como él y madre de dos hijos. Inmediatamente surgieron todo tipo de rumores, alentados, cree Arístegui, por malintencionados sms que llegaron a todas las redacciones del país. «Han tratado de desacreditarme porque piensan que si mi novia es del entorno de la familia real, automáticamente mi independencia de criterio respecto de Marruecos no puede mantenerse», explica un dolido Gustavo de Arístegui, quien ha visto cómo novia, Nadia, «una mujer discretísima» de repente «encuentra su nombre y el de su familia arrastrado por los vertederos de Internet, con disparates y barbaridades sobre ella y sobre mi. Francamente es una cosa repugnante, vomitiva».

Al parlamentario por Zamora le «alarma mucho el racismo de ciertos comentarios, la irresponsabilidad y que no se entiendan las consecuencias que pueden llegar a tener ciertos infundios y calumnias para ciertas personas», explica Arístegui, amenazado como está por Al Qaeda y que ha llevado escolta una docena de años. «Han llegado a poner, en periódicos serios, mi dirección, y yo estoy amenazado por Al Qaeda, fíjese qué disparate, han llegado a decir exactamente dónde vivo, como si yo fuera Farruquito o La Pantoja. Yo soy un señor que hace política exterior y de seguridad y que hace artículos y libros muy duros contra los fanáticos y eso me coloca en una situación muy delicada desde el punto de vista de la seguridad».

Para su pareja, de la que también se ha publicado el nombre y apellido, la situación tampoco es fácil, como la de cualquier mujer divorciada, con hijos, en un país árabe y que se va a casar por lo civil. El parlamentario defiende su derecho a mantener una «relación personal» con una mujer «sea de la nacionalidad que sea. No se puede utilizar eso como arma política arrojadiza para desgastar o desacreditar a las personas, eso es completamente repugnante». Y es que se han dicho «muchas falsedades, como que me he convertido al islam».

«Mi primera obligación política y moral es la defensa de España, de su democracia y de sus intereses. No voy a flaquear. ¿A alguien le ponen en solfa porque se case con una tunecina, una turca, una alemana, una colombiana o una venezolana chavista?. En fin, me parece que es tremendo que entremos en disquisiciones de este tipo. Hemos tenido que sufrir comentarios racistas. Y en vez de haber sido un fin de semana de felicidad se lo han amargado a mi novia, se ha pasado destrozada todo el fin de semana, diciendo, ¿pero por qué nos hacen esto?».

Arístegui niega, asimismo, toda relación de su novia con la familia real alauita, es «un bulo. Mi novia es de una buena familia de Rabat, normal y corriente y punto. No tiene ningún tipo de relación, cercanía ni nada en absoluto». ¿De dónde han salido los comentarios sobre la boda de Arístegui? El protagonista lo tiene claro: «Eso tiene una intención política de destruirme a mi, a mi nombre y a mi carrera. Yo lo único que tengo es mi buen nombre. Lo que yo creo es que en política no vale todo». Y lanza «un aviso muy claro a los que hacen estas cosas: La basura indefectiblemente acaba volviéndose a quien la echa». En resumen, «ni me he casado, mi me voy a convertir al islam y ni novia tiene nada que ver con la familia real. La boda será en los próximos meses es el más absoluto secreto, porque es algo que nos concierne exclusivamente a dos». Por otra parte, el parlamentario reconoce no tener demasiada sintonía con el partido en la provincia, desde que se alineó con los críticos en el último Congreso nacional popular. «La dirección provincial del partido ha aprovechado para acusarme de que si no me ocupo, etcétera. Zamora ha tenido una tradición de diputados cuneros bastante relevante, creo -Ruiz Gallardón, Luis Ortiz, Otero Novas y otros-. Mis diferencias políticas, que estamos arreglando poco a poco con la dirección provincial no tienen por que empañar mi cariño, mi afecto, mi cercanía, con la que es ahora mi provincia de adopción».