ETA debe ir más allá: «Anunciar su disolución y dejar definitivamente las armas». Lo demás resulta «insuficiente». Ni las víctimas del terrorismo zamoranas, ni los políticos de ascendencia zamorana o zamoranos afincados en Euskadi, donde ejercen sus cargos públicos, otorgan el menor crédito a la tregua anunciada por los violentos. Todos exigen un gesto más contundente que el mero comunicado en el que «no concretan nada».

Por contra, algunos jóvenes descendientes de zamoranos, que han nacido y vivido siempre en tierra vasca, se muestran un poco más optimistas, estiman que supone un paso adelante y que «ahora todos deben poner de su parte, también el Gobierno vasco, para negociar el final» de la banda.

Mucho más radicales son los familiares directos de zamoranos que murieron a manos de ETA, absolutamente escépticos ante lo que estiman «una tregua más que se incumplirá» si no conlleva un compromiso firme de abandonar las armas. Una allegada del guardia civil Modesto García Lorenzo, natural de Puebla de Sanabria, fallecido en atentado el 3 de noviembre de 1980, es tajante: «Que lo demuestren dejando de matar». El anuncio difundido el domingo por tres etarras encapuchados no convence a esta mujer que llora la pérdida del agente: «No te crees nada porque llevan muchas veces diciendo que van a dejar de matar y no lo hacen».

Pocas palabras, pero contundentes, como las expresadas por Consuelo Requejo, viuda de Aniano Sutil, policía nacional de la unidad TEDAX nacido en La Hiniesta y falleció en 1983 en San Sebastián, con 27 años, al intentar desactivar una bomba de la banda terrorista. «Escepticismo e incredulidad absoluta», subraya esta zamorana que relaciona la pretendida tregua de ETA con «la proximidad de las elecciones» y ve «casi como una utopía el fin de la banda» porque «no tienen objetivos reales, es más, han ido logrando con el paso de los años todas sus reivindicaciones y han continuado matando». La tregua no es para ella «sinónimo de esperanza, sino de encerrona y de táctica mientras no exista un abandono definitivo de las armas, y sin condiciones». Confía en «que los responsables políticos no vuelvan a hacer política con el problema del terrorismo».

Desde los partidos ese mensaje parece más que claro: la única salida de los terroristas vascos es «el abandono definitivo de las armas». Estas palabras del joven Borja Rodríguez Ramajo, con raíces en Benavente (que visita frecuentemente) y Tierra del Pan, concejal-portavoz PSE-EE en el Ayuntamiento de Urkabustaiz (Álava), abundan en el carácter «insuficiente» de ese anuncio para los socialistas, «como para la coalición de la izquierda «abertzale», Batasuna, y el partido nacionalista EA, que se unen a la petición de entrega de armas». El joven concejal de 22 años, amenazado por ETA (al igual que el resto de cargos públicos), no duda en tildar de «oportunista» la propuesta de los violentos, hecha «a unos meses de las elecciones municipales».

«Acorralados por las Fuerzas de Seguridad y la buena política antiterrorista del Gobierno de España y del País Vasco», asevera este joven concejal alavés, el comunicado de los terroristas «es esperanzador». Pero no se deja obnubilar por el optimismo y agrega la condición irrenunciable de los demócratas y de toda la sociedad vasca y española: «El abandono definitivo» de la violencia, no una tregua temporal.

Rodríguez explica que para los ciudadanos vascos «no basta» con un texto como el leído por la terrorista encapuchada, «el único camino» posible es «abandonar las armas. Esto es un paso, pero no es todo lo que esperan los ciudadanos, quieren que no sea algo temporal». El «recelo» nace de «la experiencia de otros fracasos, por eso tenemos prevención». Además, la banda «no especifica si es el alto el fuego es definitivo o no».

Su colega de partido, el procurador de las Juntas Generales de Álava (sustituto de Fernando Buesa cuando fue asesinado por ETA en 2000), Dalmacio Martín, nacido en 1950 en Montamarta y afincado desde hace 40 años en esa provincia, concejal del Ayuntamiento de Zuia (una localidad muy «abertzale») recuerda que «pusimos toda la confianza en la última tregua, había mucha ilusión y se fulminó toda esperanza con el atentado de la T-4 de Barajas el 30 de diciembre de 2006». ¿Cómo y por qué creer ahora a los terroristas? «El comunicado deja mucho que desear porque habla sólo de tregua, no lo creemos es una medida para lavar su imagen de cara a las elecciones municipales». «El gobierno vasco no está en tregua». E insiste, como el resto de entrevistados, en que debe anunciarse la disolución y la entrega de armas. «No hay más salida que la cárcel, el resto las eliminaron en 2006. Ni negociación ni nada». También comparte la idea de que es una maniobra para «rearmarse», seguro de que «no matan porque no pueden, están debilitados».

Entre los ciudadanos de a pie se comenta «a ver si dura, a ver si es verdad, a ver si es definitivo y el Gobierno se lo toma en serio», apunta una abogada, de madre nacida en Zamora. Itziar está segura de que «tendrán que llegar a un acuerdo, como sucede siempre que hay una discusión entre personas o entidades jurídicas, es preciso llegar a un punto de encuentro y que las dos partes cedan en algo. Ojalá se logre». Desconfía de que ETA vaya a entregar las armas «porque perdería su poder de negociación; anuncian un alto el fuego porque quieren entrar en un proceso negociador».

Manuel, un trabajador nacido en Bilbao de ascendencia zamorana, estima que una tregua «es positiva siempre. No sé cuál será su alcance, no sabría valorarlo, pero es un punto a favor de la paz que tiene que ir acompañado de gestos, pero de todos, es algo a solucionar. La fase de la violencia está agotada».