Lo que comenzó como una pequeña asociación cultural a comienzos de los años ochenta, integrada por amantes de las danzas tradicionales que se reunían para aprender los diferentes bailes de la provincia, se ha convertido, treinta años después, en uno de los grupos etnográfico más reconocidos de Castilla y León, que han llevado los bailes zamoranos más allá de las fronteras del país. Gracias a ellos, el folklore zamorano ha llegado a sitios tan distantes como Austria, Finlandia, Argentina, Irlanda o Cuba. Bajo Duero ya no necesita presentación y sus actuaciones son requeridas, año tras año, en multitud de localidades, tanto de Zamora como del resto de la comunidad.

Carmen Ramos, una de las primeras integrantes de la asociación, recuerda que el grupo, en sus inicios, «era meramente de danzas. Con el tiempo entró gente muy dinámica e interesada por la cultura tradicional y que observó que lo que nosotros hacíamos no era tradicional, porque ni la instrumentación ni el repertorio eran válidos». Fue entonces cuando se comenzó a cuidar la música, pasando del clarinete a la gaita, la dulzaina y flauta y el tamboril, y la indumentaria. «Nosotros empezamos casi por inercia, porque nos gustaba, pero no sabíamos muy bien lo que estábamos haciendo hasta que entraron gente como José Manuel González Matellán y Alberto Jambrina», explica Carmen Ramos. Aunque ya no continúan en el grupo, «fueron ellos los que dieron el gran cambio, quienes nos abrieron los ojos».

Ahí comenzó también la labor que ha caracterizado a Bajo Duero durante los últimos años, presente en sus estatutos: recopilar, conservar y difundir la cultura tradicional de la provincia de Zamora en todas sus manifestaciones, ya sea baile y danza tradicionales, canciones, instrumentos, indumentaria o tradición oral. Palazuelo de las Cuevas fue una de las localidades donde más aprendieron cuando comenzaron con este intenso trabajo, pero los integrantes de la asociación se han recorrido la provincia para recopilar toda esta tradición popular, muy rica en Zamora. De hecho, «el grupo tiene mucho material recopilado que todavía no ha salido fuera porque todavía hay que aprenderlo y ensayarlo, hay mucho material en el recámara», confiesa Chelo Rivera, otra integrante del grupo.

Los trajes regionales son otra de las riquezas que atesora el colectivo. En sus inicios, se los solicitaban a la delegación de cultura cada vez que tenían una actuación, pero, con el tiempo, optaron por tener los suyos propios. «Nos preocupamos de saber cómo era la indumentaria de cada comarca, hacer reproducciones y conseguir elementos antiguos para confeccionar los trajes», explica Carmen. En la actualidad, los bailarines de Bajo Duero cuentan cada uno con su propia indumentaria, que representa a comarcas de toda la provincia. Así, en sus actuaciones se pueden apreciar trajes de Carbajales, Tierra del Pan, Aliste, Sayago, La Guareña, Sanabria y Benavente.

Treinta años es una fecha para celebrar por todo lo alto y por ello Bajo Duero se ha afanado en preparar un extenso programa de actividades desde el pasado mes de marzo. Sin duda, la más entrañable será la cena de hermandad del próximo 30 de octubre, «con baile tradicional de postre», según Carmen, y a la que están invitados todos los que alguna vez hayan pertenecido al grupo. La exposición «Treinta años de Etnografía en Zamora» en la sala de La Alhóndiga en la segunda quincena de octubre, un ciclo de conferencias sobre etnografía con expertos como Miguel Manzano, José Manuel González Matellán, Luis Díaz de Ana o José Manuel Fraile o la presentación de la nueva página web de la asociación y de la edición digital de su revista «El Filandar» completan la lista de actividades de celebración.

En la actualidad, esta asociación etnográfica integra a cerca de cuarenta personas, desde los diez hasta los más de sesenta años. Una gran familia con una pasión común que alimentan cada día: mantener vivo el folklore de la provincia de Zamora.