Tienen los días contados. La Diputación Provincial se ha puesto «en pie de guerra», decidida a terminar con el reinado de termitas que vienen «atacando» desde hace 30 años las nobles, y al parecer más que jugosas, maderas del Palacio de La Encarnación. Desde entonces se han ido «reponiendo» aquéllas que fueron «pasto» de estos «insectos sociales» con otras debidamente «tratadas» para impedir la expansión de las también conocidas como hormigas blancas, turiros o comejenes.

Pero la «batalla» la venían ganando ellas. Complicado acabar con un ejército que año a año incorpora a miles y miles de «depredadores»: La reina madre, la más grande del clan, pone anualmente 100.000 huevos. Por eso la prioridad es «encontrarla», instalada bajo los cimientos del histórico palacio, aunque otras de menor rango también procrean, lo que complica más la situación.

La ardua tarea para destruir a tan escurridizo «contrincante» ya ha dado comienzo. El equipo de Gobierno del PP ha habilitado una partida de 8.850 euros para que la empresa Tecma (la misma que trabaja ya en la residencia Virgen del Canto de Toro para erradicar otra plaga de termitas) pueda «envenenar» en cinco años a tan abultada prole de turiros, lo que requiere «un largo proceso», informan fuentes de la institución provincial.

Toda una «guerra química» con un producto «que no detectan, lo comen y les corrompe la keratina, su principal componente», lo que provoca su exterminio. Para ello se utilizan «cebos de celulosa» en los que «caen» cientos de estas hormigas, con un especial sensor de productos químicos que les permite escapar a lo que sería la muerte segura para otros insectos.

Pese a lo difícil de la detección del denominado «enemigo invisible», residente a una profundidad de entre 30 y 70 metros e incompatible con la luz, funcionarios de la Administración provincial ya se han topado con algún ejemplar, lo que se explica porque se encuentran en un «periodo de floración y su actividad es mayor que en otros periodos», explican las mismas fuentes.

Esta vez se están «cebando» en las dependencias de Tesorería e Intervención, en la planta baja de La Encarnación, lo que ha valido ya para disparar las críticas del grupo de IU en la oposición con paralelismos entre la plaga que lo destruye todo y los políticos del PP, «termitas políticas», en palabras del diputado Francisco Molina, que «hunden la nave».

Sea como fuera, las termitas campean a sus anchas en la Diputación Provincial desde hace décadas. ¿Cuántas?, se desconoce con exactitud. «Cuando comenzaron a moverse las cosas, se dieron cuenta de su existencia», comentan desde la institución.

Lo único cierto es que hace treinta años cuando se remodeló el antiguo inmueble para convertirlo en sede de la Administración provincial, hicieron acto de presencia. Desde entonces, los sucesivos tratamientos para combatirlas no han dado resultado. El que acaba de ponerse en marcha «es el primero que directamente ataca a las termitas para conseguir su destrucción», detallan fuentes oficiales de la Diputación que esperan librarse de esta pesadilla en los próximos cinco años. Está por ver quién ganará la batalla.