El interés desmesurado por aspectos lejanos en el tiempo y de los que poco se conocen avivan las exageraciones e incluso derivan en las llamadas leyendas urbanas. Cuando el grupo escultórico de «El Descendido» desfila por las calles de Zamora, siempre hay algún avezado semanasantero que recuerda la anécdota que acompaña a la obra del valenciano Mariano Benlliure. «Cuando lo hizo, no se dio cuenta de que no podría sacarlo por la puerta y tuvo que derribar el tabique de su casa». ¿Verdad, exageración o simple leyenda?

Hasta la fecha, la única constancia que existía de este hecho era una entrevista publicada en la prensa local de Zamora a principios de los años treinta, que el historiador Pedro García rescató para reproducir la insigne anécdota y hablar del artista. Ocurre que ahora, a las palabras impresas en tinta de hace casi un siglo se suma la propia voz de Benlliure. El pintor y escultor grabó una especie de monólogo que previamente había escrito cuando tenía 75 años, diez antes de morir en Madrid. Radio Nacional de España ha recuperado de su archivo sonoro el valioso documento que confirma, en primera persona el problema que tuvo con su primera gran obra, «El Descendido».

La voz del valenciano añade alguna curiosidad más, como la edad a la que le encargaron el grupo escultórico -sólo contaba con 14 años- y el nombre con el que se refería a aquel lejano encargo: «El Descendimiento», título que los zamoranos atribuyen a la obra de Ramón Álvarez que relata el momento bíblico inmediatamente anterior.

La grabación, de extraordinaria calidad para la época, lleva a recordar una historia, una más, de las muchas que componen el anecdotario que acompaña a la Pasión zamorana. El autor de «Redención» se refiere expresamente a aquel primer encargo que le llegó de Zamora. «Por cierto, que no pensé al ejecutarlo que no podría salir por la puerta del cuarto donde trabajaba y tuve que derribar el tabique, lo cual no solamente originó gastos a mis padres, sino que el dueño de la casa pretendió echarnos», admite con cierto orgullo el valenciano afincado en Madrid.

La propia cofradía del Santo Entierro, a través de un directivo, localizó el documento sonoro, que está colgado en la web (www.santoentierrozamora.com) por su valor histórico. «En la Semana Santa de Zamora, muchas veces se cae en exageraciones e incluso se generan leyendas, pero este documento demuestra que aquello fue verdad», advierte Luis Boizas, responsable del Santo Entierro.

En cambio, la curiosidad de aquel encargo de 1879 no acaba en esa anécdota, en la que tuvo un papel protagonista Federico Cantero Villamil, ingeniero jefe que trabajaba en la línea férrea que uniría Madrid y Zamora. «Villamil fue capaz de quitarle un contrato a Ramón Álvarez», recuerda el archivero Pedro García, quien desvela cómo fue aquella negociación. «Cantero Villamil se presentó en la asamblea de la cofradía y les convenció de que encargaran "El Descendido" a un niño de 15 años en lugar de a Ramón Álvarez. Y lo consiguió porque puso de su bolsillo la mitad de lo que importó la obra», añade, en referencia a un trabajo que costó unos 12.000 reales.

Frente al maestro zamorano, se imponía un chico de sólo 14 y sin experiencia, que tan solo había participado en exposiciones, eso sí, desde los seis. Para algunos expertos, la expresión de María sosteniendo con la mano derecha la cabeza de Jesús muerto es lo más valioso de un grupo creado por un creador incipiente, rodeado de artistas en su propia familia.

El niño precoz dejaría a un lado los pinceles para dedicarse a la escultura y la imaginería tras conocer el legado de Miguel Ángel en Roma. De sus manos nacerían buena parte de las mejores obras sobre tauromaquia que jalonan las calles españolas y también un legado que vale la fama de la Semana Santa de la localidad valenciana de Crevillente. A Zamora volvió en 1931 para expresar su talento en una de las piezas de mayor valor de la Pasión local, «Redención», y que se muestra a los zamoranos cada madrugada del Viernes Santo.