Alemanes, austriacos, turcos y españoles reman estos días en la misma dirección, la de la convivencia exenta de racismo y xenofobia, y lo hacen con la música y la danza como telón de fondo.

El instituto María de Molina de la capital se convierte durante estos días en un ordenado caos de lenguas, razas, culturas y colores, con una misión común: ultimar los detalles para la creación de su proyecto musical «We are one world writing, singing and dancing together», un musical educativo amparado bajo el programa de aprendizaje permanente «Comenius», que busca la interrelación de los estudiantes de toda Europa y el aprendizaje natural de las lenguas. Por ello, ninguno de los implicados habla estos días en castellano, «utilizan y ponen en práctica el inglés en todo momento, la verdad es que están aprendiendo mucho con este proyecto», explica Rocío Ferrero, una de las profesoras responsables del programa europeo. La estancia de una semana en Zamora de los 19 estudiantes y 8 profesores extranjeros tiene un programa que abarca desde la preparación en las aulas de las diferentes partes del musical, hasta las salidas del centro para visitar museos o dejarse agasajar con espectáculos musicales. En Urueña han visitado el museo del músico Joaquín Díaz, nacido en Zamora. Hasta Toro han viajado para contemplar, en la portada de la Colegiata, los relieves de los reyes músicos, acompañados por las melodías de la agrupación coral zamorana «Camerata Primo Tempo», mientras que en Madrid, el Museo del Prado les ha mostrado la visión de la música a través de la pintura.

Para los alumnos, la experiencia «es una pasada», aseguran, aunque reconocen que «lo más difícil es juntar las ideas de unos y otros y plasmarlas en el papel. Ahora estamos creando el final de la trama del musical, y es muy interesante». Para los curiosos, los estudiantes confirman, «es un final feliz, donde todo el mundo trabaja junto y se comparten ideas de futuro respetando a los demás». Un final que se parece mucho a la realidad intercultural que se vive estos días entre los muros del «María de Molina». Un ambiente que ya les ha impregnado y que ahora, sin intentarlo, ya transmiten.