Alejandra Vallejo-Nágera destacó la importancia que tiene la familia en la educación de los hijos, ya que juega un papel fundamental que no puede sustituir la escuela. La escritora clausuró la Semana de la Familia de la Fundación Científica Caja Rural.

-La familia como escuela de vida ha titulado su conferencia. ¿A qué se refiere?

-A que la familia realmente es la escuela de vida. Los patrones que nos marcan los padres desde nuestra infancia van a marcar una pauta sobre la que nos vamos a desenvolver en la vida, teniendo en cuenta que toda la vida de una persona es una continua elaboración de estrategias para recibir amor, afecto. Tanto de uno mismo -quién soy, cómo soy, merezco la pena, lo estoy haciendo bien o mal, cómo me hablo- y también cómo me tratan los demás, como me consideran, cómo interactúo con ellos. Este patrón lo van a marcar sobre todo los padres, aunque también los hermanos.

-No hay escuela para los padres.

-Los padres tienen ahora mucho más interés de lo que tenían antes en hacerlo bien. La atención que se les presta a los niños actualmente, pese a que se dice lo contrario, es superior a la que se prestaba a los niños de mi generación. Lo que ocurre es que en algunos casos se han pasado al otro extremo. Y eso se ve a la hora de comer, un termómetro de cómo está la familia. En mi generación los niños estábamos callados y aprendíamos de lo que decían los mayores, no interveníamos en las conversaciones, salvo puntualmente. Hoy día los protagonistas absolutos son los niños, pero les falta la experiencia e inteligencia, que tienen los adultos.

-¿Cómo hay que actuar con los niños?

-En primer lugar hay que tener en cuenta que la familia no es una democracia. Tiene que haber dos personas que tienen que hacer el papel de adultos. Está bien fomentar la confianza con los hijos, pero las riendas las llevamos los adultos. Y da igual que estemos unidos o separados, pero tienen que ponerse de acuerdo en todo lo que concierne a la educación de sus hijos. Hay tres reglas de oro. En todo aquello que atenta contra la seguridad de nuestros hijos, de terceras personas, o los valores esenciales de la familia, ahí no hay negociación posible. En el resto sí hay negociación y esas son las normas que despiertan más polémica: cómo se viste, cuántas horas pasa al teléfono, en el ordenador, ese tipo de cosas.

-El ordenador es un problema.

-Ha existido siempre. Los niños crecen, los amigos empiezan a cobrar una importancia fundamental en su vida y es bueno que salgan de casa y se abran al mundo. Hay que cortar el cordón umbilical y todos tenemos que aprender a convertirnos en adultos, a funcionar en la vida con todos los inconvenientes que se puedan presentar. Yo veo entre los estudiantes de la universidad que cada año que pasa es mayor el nivel de infantilización, de intolerancia a cualquier contratiempo. Mis alumnos ya no aguantan el frío ni el calor; qué pasará con una situación como la de ahora, con el volcán, con siete millones de pasajeros viajando en autobús. Los que tenemos 40 ó 50 años soportamos perfectamente pasar veinte horas en un autobús si no hay aviones. La gente joven no. No está preparada para soportar ningún contratiempo.

-Ahora hay otros modelos de familia distintos a la tradicional. ¿Valen las mismas recetas?

-No tenemos antecedentes históricos de cómo se desarrollan los niños de padres homosexuales, por lo tanto no tenemos ni idea de cómo va a funcionar ésto. Se sabe que es bueno el patrón masculino y femenino. Sí es verdad que en épocas de guerra a los niños los educaban las mujeres, crecían en un ambiente femenino, pero la figura masculina se encumbraba, era un héroe y los niños sí tenían la referencia de un patrón masculino. Los niños que crecen en un hogar donde sólo existe una referencia, no sabemos si va a ser bueno o malo. Lo fundamental es el afecto, el amor, y no me cabe duda de que independientemente de la orientación sexual de las personas, puedan ser fantásticas proveedoras de afecto.

-¿La escuela debe asumir mayor papel educador?

-Me parece un error. Los padres tienen que colaborar con la escuela, pero no les puede sustituir, porque no es su papel.

Madrid, 1958

Es la hija primogénita del psiquiatra y escritor Juan Antonio Vallejo-Nágera. Es licenciada y experta en psicología publicitaria, profesora de Ciencias de la Información de la Complutense y de la Escuela de Negocios ESIC. Introdujo en España el Teléfono del Menor, es profesora en talleres de salud emocional, conferenciante, articulista y participante en programas de radio y televisión. Tiene más de 35 libros publicados sobre psicología, historia, divulgación científica, ficción para jóvenes y relatos infantiles: «La edad del pavo», «Psicología de la seducción», «Hijos de padres separados», «El amor no es ciego: claves del éxito amoroso», por citar algunos. Ayer participó en la Semana de la Familia de Caja Rural.