Es toda una institución el Domingo de Resurrección. En casa o en el restaurante. El plato original o el menú completo, como lo sirven en algunas mesas. El «dos y pingada» fue la comida más servida ayer en Zamora, tal y como lo atestiguan los comentarios que los zamoranos intercambiaban en durante el acto del Encuentro en la Plaza Mayor.

De hecho, son cada vez más los restaurantes que ofrecen como plato especial el menú de Resurrección para el domingo. Aún así, la mayor parte de las mesas las ocupan familias que con antelación han reservado mesa, única y exclusivamente, van a degustar el plato tradicional. Casos espontáneos apenas se dan hasta la fecha e, incluso, algunos forasteros ajenos a esta tradición, se han encontrado en el menú del día la posibilidad de probarlo.

Y como todo, el «dos y pingada» ha evolucionado. En las recetas más puristas, aparecen los dos típicos huevos fritos con la loncha de jamón serrano tierno pasada por la sartén. Hasta ahí ninguna novedad. Lo más curioso es lo que aportan algunos establecimientos. Desde la morcilla hasta el chorizo, pasando por los populares pinchos de jeta. Todo sea para añadir más calorías al plato. Algunos comensales, ajenos a la tradición, se han echado para atrás al imaginar un menú tan completo como contundente.

Hay otra versión de la conocida receta. Es la que sirven algunos restaurantes con la mirada puesta en la cocina moderna, que también arroja su opinión sobre este plato. Es una versión «mini» en la que el jamón y el huevo se acompaña, por ejemplo, de oreja seca y en polvo a modo «crocanti». Desde luego, su aspecto tiene poco o nada que ver con el rebosante plato que a todo el mundo se le viene a la cabeza.

Pero el «dos y pingada» también es cuestión de familia, de hogar. Y por eso, son muchas las mesas que ayer tuvieron invitados. Para comer y compartir, pero también para poner un punto y final sabroso a una Semana Santa que hoy ya es historia. Aquí también cabe la inventiva y el punto de vista personal. Para ello, antes, largas colas en los establecimientos, que ya se saben de memoria la tradición y han llenado sus cámaras del jamón serrano con el punto de curación justo.