Los clientes asiduos a los bares de barrio están divididos ante la ampliación de la Ley Antitabaco que prohibirá fumar en el interior de los establecimientos hosteleros. Los fumadores ocasionales, a los que sólo les gusta disfrutar de una faria mientras echan la partida, no se muestran reacios a esta medida e incluso consideran que les servirá para eliminar el hábito tabáquico mientras que los fumadores habituales no conciben tomarse un café si no lo pueden acompañar de un cigarro, por lo que amenazan con dejar de ir a los bares a los que habitualmente acuden si finalmente se aplica la restricción. El debate está abierto y así lo manifestaron varios clientes de varios locales zamoranos, que hicieron una pequeña pausa en su partida para dar su opinión.

Los pequeños bares de barrio son uno de los mejores focos de sondeo de opinión de los ciudadanos, sobre todo, si la cuestión formulada les toca de cerca. Éste es el caso de la normativa prevista por el Gobierno para prohibir fumar en el interior de los espacios públicos cerrados, lo que afecta a la totalidad de los establecimientos hosteleros, sobre todo a los de menos de 100 metros cuadrados, que hasta ahora no estaban obligados a habilitar espacios separados como los de mayor tamaño. En estos últimos se pueden encontrar a diario nutridos grupos de hombres de mediana edad que se reúnen después de comer para echar la partida. Algunos de ellos lo hacen con un cigarro en la mano y la mayoría con la tradicional faria con la que acompañan al café. Dedican tanta concentración a las cartas que les cuesta interrumpir la jugada para dar su opinión sobre la prohibición, que abre un debate entre los partidarios y detractores de la medida. La mayor o menor adicción tabáquica es el factor que determina la pertenencia a uno u otro grupo en la mayor parte de los casos, ya que los fumadores ocasionales se muestran más dispuestos a acatar la nueva normativa mientras que los fumadores habituales se muestran más reacios a cambiar sus hábitos.

Entre los primeros se encuentran Victoriano Álvarez, Manuel M. y Francisco R. Todos ellos están sentados alrededor de una mesa con tapete verde en el que echan las cartas con una insólita velocidad y con algún golpe esporádico para enfatizar la jugada con la que pretenden ganar esa mano del tute. Dos de ellos se confiesan fumadores esporádicos, por lo que creen que la restricción del tabaco en el interior de los bares no les supondrá mayor trastorno e incluso confían en que les ayude a dejar el tabaco. «Llevo por lo menos veinte años fumando la faria para echar la partida por lo que si lo prohíben será de la manera que consiga dejarlo», confía Manuel M. Mientras Victoriano Álvarez, no fumador, desea que «la prohibición se aplique cuanto antes porque el humo se pega a la ropa».

Entre los que se oponen a la nueva normativa se encuentra Fernando Vázquez, totalmente contrario a la eliminación de humos en el interior de los bares. Según argumenta, «lo que no es normal es que pagues unos impuestos y hubiera anuncios de tabaco durante años y ahora vengan con que lo prohíben en los bares». Por ello considera que la medida es «absurda, si se prohíbe que se cierren las plantas de tabaco y se corte de cuajo, pero el Gobierno saca mucho dinero y por eso por un lado lo prohíbe y por otro lo mama». Apoya su postura recordando que «cada uno con su salud y con su vida hace lo que le da la gana».

También rechaza la prohibición Andrés Rincón, quien lleva fumando desde los 16 años y admite que el humo puede molestar a los no fumadores, por lo que cree que la solución pasar por «dejar bares de fumadores y bares de no fumadores». Sin embargo, no se muestra dispuesto a renunciar a la partida si se aplica la prohibición, al igual que le ocurre a Diego Martín, que tras 30 años de adicción asume que «no me quedará más remedio que salir a fumar a la calle a pasar frío». Por su lado, Goyo Sierra, ex fumador, considera que «será cuestión de acostumbrarse al igual que cuando se prohibió fumar en el trabajo».