La Diócesis de Zamora celebra este sábado día doce la fiesta de la Virgen de Guadalupe en honor a los cerca de 3.000 hispanos que viven en Zamora y que conmemoran así el aniversario de la aparición de la imagen ante el indio Juan Diego Cuauhtlatoatzin, en Tepeyac, un cerro al norte de la Ciudad de México, en una fecha inconcreta hasta el momento a falta de un consenso entre los diferentes estudiosos.

Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia y Santo Domingo figuran como las nacionalides más representativas entre la comunidad de hispanos radicada en Zamora, según las estimaciones que ha llevado a cabo el departamento de Inmigración de Cáritas Diocesana de la capital.

La fiesta, presidida por el obispo de la diócesis zamorana, Gregorio Martínez Sacristán, comenzará con la celebración de una eucaristía a partir de las seis de la tarde en la Catedral, seguida de una procesión en la que participarán los fieles por el interior del templo románico. Para finalizar, se tendrá un tiempo de celebración conjunta en la «Casa de Ejercicios», situada en el casco antiguo de la capital.

La «Fiesta de los hispanos» conjuga en esta ocasión la fe zamorana con la de los países del sur del continente americano, al actuar la Cofradía de Nuestra Madre de las Angustias como madrina de esta fiesta que honra a la Virgen de Guadalupe, imagen venerada por toda la geografía sudamericana.

Con esta iniciativa la Diócesis de Zamora pretende minimizar las dificultades de adaptación de este colectivo inmigrante a la cultura y los valores de la nueva tierra a la que llegan, que aún siendo hermana, es distinta.

Una diferencia que según indica el organizador de esta actividad, Javier Fresno, delegado diocesano de Religiosidad Popular, radica en la progresiva falta de compromiso religioso entre los cristianos españoles frente a la veneración que practican los latinos. «Ante a una sociedad española que avanza hacia el laicismo, la comunidad hispana hunde sus raíces en un catolicismo profundo donde la fe sencilla y fervorosa, la familia, las manifestaciones públicas de piedad, todo eso, son parte de su vida diaria. Pero estos valores, llanos y hondos, corren también el riesgo de difuminarse en medio del secularismo dominante en occidente», explica Fresno, que aprovecha para hacer memoria de las palabras que obispos y documentos del episcopado español han pronunciado en torno al «fortalecimiento y enriquecimiento que supone la llegada de nuevos católicos extranjeros, en especial hispanoamericanos» a la iglesia española, « no sólo por la juventud que suelen traer a unas comunidades generalmente en proceso de envejecimiento, sino por la hondura de su fe, por la riqueza y variedad de sus expresiones y tradiciones, el dinamismo que pueden aportar a nuestras celebraciones litúrgicas, a la catequesis, el apostolado y la acción social, etc.», como recuerda Javier Fresno.

De acuerdo con la tradición católica, apenas diez años después de la conquista de México, la Virgen de Guadalupe se apareció cuatro veces ante el indio Juan Diego Cuauhtlatoatzin, que en la última de las revelaciones recibió la orden de presentarse ante el primer obispo de México, Juan de Zumárraga, con una rosas que arrancó del cerro de Tepeyac, donde por el clima no es habitual que germinen.

Cuando el indio desplegó ante la autoridad eclesiástica la tela donde llevaba envueltas las flores apareció la imagen de Santa María, morena y con rasgos indígenas.