Acudió el pasado lunes a Zamora. Disertó sobre el "Laicismo positivo", en la Semana de la Familia. Ignacio Sánchez Cámara, catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad de La Coruña, expuso unos criterios y defendió unos principios. En la conversación, se le plantean otros asuntos, ante los que argumenta.

- La familia? ¿Y, ahora, quién la defiende mejor: la CEE, la derecha de toda la vida??

- No es un asunto sólo religioso. En este momento, en España, son los católicos en general -de base, grupos, asociaciones?- quienes se destacan en ese trabajo. También lo hace la jerarquía eclesiástica. Y algunos grupos confesionales, pero eso tiene menos peso y presencia. Considero que no es una cuestión ideológica que deba dividir a derechas e izquierdas. La posición del PP no es óptima, pero sí parece que resulta más sensible a estas circunstancias que la izquierda actual. En ese sentido, existe una diferencia.

- Usted es de los que se muestran contrarios a la clonación con fines terapéuticos.

- Sí. Yo creo que, si bien el fin de algunas de estas investigaciones es loable, no todos los medios son adecuados para alcanzar un fin. Pondré un ejemplo, aunque muy radical, para que se vea: Nadie aceptaría que alguien pudiera quitar la vida a otro para salvar la suya (una enfermedad, un órgano). Es un caso límite, y parece claro. En otros, que no son tan evidentes, porque se trata de la vida en estado embrionario, sería lo mismo desde el punto de vista de la dignidad de la existencia.

- ¿Cree que el relativismo es cosa mala, dogmático como él solo?

- Sí. Es una cuestión muy curiosa: El relativismo tiene buena fama, buena prensa, parece que es sinónimo de tolerancia, de respeto a las opiniones de los demás, pero también hay una intransigencia relativista. Aquel entraña, a veces, la asunción de su propia posición de forma dogmática. Un filósofo decía que «el relativista siempre es el absolutista de lo relativo». El relativismo absolutiza algo que es, de suyo, relativo? Muchos de los que se presentan como relativistas tampoco lo son, porque se muestran así cuando discuten o critican las convenciones ajenas y, sin embargo, aparecen muy dogmáticos cuando defienden las propias. Se trata de una posición teórica muy endeble, que ha gozado de cierto beneficio, pero que no acaba fundamentando lo que pretende: la tolerancia, el pluralismo.

- ¿Esta sociedad no quiere escuchar los mensajes morales?

- Prevalece una posición que escucha lo que coincide con lo que, tal vez, piensa la mayoría, pero que se resiste a escuchar un mensaje moral que pueda chocar con la propia convicción. Y eso resulta curioso porque se hace en nombre de una sociedad plural, relativista, no dogmática. Sin embargo, ciertas opiniones que pueden ir, a veces, contracorriente no se quieren escuchar. Yo creo que hay una cierta aversión al recuerdo de algunos principios morales que no coinciden con lo que, más o menos, está establecido, que muchas veces es una especie de búsqueda del placer, huída del dolor? Más allá de eso, los mensajes morales son considerados como algo impertinente.

- ¿Y considera que no hay "alternativa" a la moral cristiana?

- Yo creo en la existencia de una moral objetiva y universal. Otra cosa es que cada hombre, por sus propios medios, no pueda llegar a un conocimiento pleno de ella? Considero que los principios fundamentales de la moral cristiana no valen solamente porque procedan de un mensaje que, para el creyente, poseen un valor sobrenatural y absoluto, sino que, además, pueden ser defendidos, incluso discutidos si se quiere, a través de la razón. En ese sentido, los cristianos no deben sentir ningún tipo de complejo ante los debates morales contemporáneos. Y no existe alternativa a ella en lo que tiene de moral universal.

- La cultura de ahora mismo: Mucha corrección política, mucho relativismo ético? ¿Los valores cristianos no interesan o no se presentan bien?

- Se ha ido imponiendo de hecho, a veces no tanto como parece, una concepción de la vida que no sintoniza con la cristiana. También es cierto que, en algunos momentos, la perspectiva católica quizá no ha acertado a transmitir esos mensajes de la fe de la forma más correcta. Yo nunca propugno una devaluación del mensaje para adaptarlo a los tiempos. Habrá que acomodar la forma. También, en ocasiones, se defienden ideas correctas de una manera que no es, tal vez, la más adecuada.

- ¿El cristianismo está dejando la cultura moderna en manos de la izquierda?

- El cristianismo, en sentido estricto, está por encima de las ideologías. Primero: No es una ideología política. Y tampoco tiene que beneficiar más a una que a otra. Lo cierto es que la izquierda, tal y como ha evolucionado, ha sido cada vez más hostil al cristianismo. En ese sentido, puede parecer que los grupos políticos e ideológicos de derechas se encuentran más próximos. Probablemente, sea así. Pero no es tanto porque el cristianismo tenga que ser, necesariamente, de derechas. El cristiano tiene que ser eso: cristiano. Después hay aspectos de las ideologías que pueden encajar o no en sus convicciones. Y, hoy por hoy, encaja menos con la izquierda. Por lo menos, con la establecida.

- ¿La religión continúa siendo el opio de la izquierda?

- Ja, ja? El opio de la izquierda, no; la obsesión de cierta izquierda, sí. La observa con cierta animadversión, porque piensa que actúa en contra de los intereses revolucionarios.

- ¿Este es un catolicismo débil (que calla y aguanta) o es un catolicismo ultramontano (con concentraciones que parecen manifestaciones)?

- Ja, ja? Hay de todo. Pero, claramente, no es ni una cosa ni otra. Existe una actitud de muchos católicos, un tanto acomplejados, un poco a la defensiva, que ceden el protagonismo al adversario, al que piensa de otra manera. Pero en tiempos como éstos, con proyectos políticos que son hostiles a los principios y valores cristianos, se produce una reacción. Y es una reacción que tales grupos no se esperaban. Sin embargo, yo no llamaría a eso echarse al monte. - ¿Quién hace al Catolicismo más débil: La política del Gobierno o, con frecuencia, la tibieza del creyente? - Si tuviera que elegir entre esos dos términos, lo haría por el segundo. No obstante, hay ciertas agresiones, políticas y sociales, que favorecen esa actitud de debilidad, de encogerse. Pero yo creo que no es así. Si se analiza sin complejos el catolicismo español, pueden apreciarse algunos síntomas de reacción. Y se trata de una reacción que no debe identificarse con movimientos tradicionalistas o de echarse al monte, sino de defensa de las propias convicciones. - ¿Este pensamiento de ahora es un pensamiento con pocas ideas? - En los últimos cincuenta años, por poner una fecha, que no resultaría decisiva, por lo menso en las sociedades europeas, se acusa un declive del aprecio social hacia el pensamiento y no tanto de éste en sí mismo. Y eso es parte de la crisis actual. Sucede que tal cosa es compatible con la existencia de un pensamiento vivo, muy interesante. Resulta discutible que haya, en ese periodo -el último medio siglo-, pensadores en Europa como existieron con anterioridad. Es posible que no haya esa eclosión de grandes personalidades, pero existen. Ocurre que muchas veces no se les atiende, o no están en las modas, o en los círculos dominantes de la cultura, y, por eso, no se les tiene en cuenta. - ¿Usted cree, como Chesterton -a quien la derecha comienza a venerar-, que la educación tiene que ser dogmática? - En cierto sentido de la expresión, que considero que es el auténtico y el que el escritor tenía en su mente, si bien le gustaba provocar y hacer paradojas?, le asistía la razón. Porque no cabe una educación completamente neutral o en pura libertad. Eso no es propiamente educación. Tampoco en su sentido etimológico, pues consiste en conducir, en llevar, hacia una cierta idea de lo que es el hombre. Toda educación, incluso la más libertaria, también resulta dogmática, porque forma en el dogma de una libertad absoluta. Pero tampoco hay que sostener, y él no lo hacía, que una educación dogmática tenga que ser impositiva, coactiva. La autoridad no es eso. Es algo muy positivo? La educación tiene que ser dogmática en algunas cosas, y también autoritaria. - ¿Lo de ahora es una mala educación? - Yo no creo que todo lo del pasado fue mejor. No. Como tampoco creo que todo lo nuevo sea siempre superior. En tal sentido, no soy ni progresista ni absolutamente conservador. Me parece, no obstante, que hay cosas del pasado que habría que recuperar en la situación actual. La crisis de la educación deriva de una crisis profunda, moral e intelectual, que nace de la negación de la existencia de fines propios en el hombre. Si no existe una idea acerca de la persona, ¿qué sentido tiene la educación? - ¿Cada vez se valora menos la excelencia, el mérito, el esfuerzo?? - En general, sí. A veces, cuando parece que se toca fondo, se produce alguna reacción. Comienzan a no ser completamente minoritarias las voces que reclaman la vuelta al trabajo, a la disciplina, y la reivindicación del esfuerzo. Sin él, no hay educación. Es verdad que eso ha entrado en declive en las últimas décadas, pero se aprecian ciertas reacciones contra ese estado de cosas. - Universidad: ¿Conserva aquella autoridad intelectual? - Yo creo que no. Ha decaído. Mi opinión es bastante negativa sobre la situación de la Universidad española actual, aunque tampoco comparto, a veces, ciertas posiciones de quienes desprecian todo lo que se hace en la Universidad. Yo considero que el espíritu de lo que fue en su origen se ha perdido en gran medida. Sin embargo, lo que pide la sociedad, con frecuencia, es poco? Las medidas legislativas adoptadas en los últimos años han sido, con alguna excepción -en una época del Partido Popular, con una pequeña reforma, tibia, pero en la buena dirección-, casi letales. Como la LRU. Y va a ser difícil recuperarse de eso. - Bolonia: ¿Todo para bien? - No. Para mí, en principio, no era ni un remedio ni un mal. Consistía en la adopción de un modelo de universidad -más bien del anglosajón-, que es tan bueno o no tan bueno como el otro. Los dos han dado grandes frutos, os dos pueden tener deficiencias. Era una opción. Una vez hecha, algunos de los objetivos podían ser razonables. Tampoco constituían la panacea. El problema, por lo que tengo entendido, es otro: Está aplicándose bastante mal en España. En cualquier caso, aunque se hubiese aplicado bien, nunca habría sido la solución a los males de la Universidad. En el fondo, no los va a resolver, sino que los pondrá más de relieve.

«El récord de parados es una situación de gran emergencia y exige medidas excepcionales»

- "Récord histórico: 4 millones de parados". ¿«Momento crítico», y esperar a ver, o «drama nacional»?

- Las dos cosas. Pero es, sobre todo, un «drama nacional». Nunca hubo una cifra así. Es una situación de absoluta emergencia. Esto merecería una reunión de los jefes de los partidos políticos, efectuar un pacto y adoptar medidas excepcionales.

- Si el cristianismo es universalista, ¿por qué los nacionalismos lo utilizan sólo para su tribu y su esencialismo?

- Ese es un error grave: Intelectual e incluso moral. Además, sorprende que, siendo el cristianismo universalista, pueda encontrar cierto eco en posiciones católicas. Yo puedo comprender que, en algunas ocasiones, con la intención de adecuar el mensaje cristiano a las circunstancias de cada sociedad, algunos incurran en una aproximación al nacionalismo. Podía ser comprensible. Pero creo que se trata de un error. Por ganar adeptos -porque el nacionalismo esté en auge, se pierde lo fundamental en ese aspecto: el menaje cristiano. Y éste es opuesto al nacionalismo.

- Se ha dicho que Ignacio Sánchez Cámara es "un gurú de la derecha". ¿Lo es?

- No me gustan las etiquetas. Yo reconozco que puedo estar más cercano a la derecha. Sin embargo, lo de gurú? Me parece una connotación que no sería la adecuada. «Zapatero tiene un proyecto, y descalificarlo como carente de ideas es, quizá, infravalorarlo» - Usted ha calificado al presidente José Luis Rodríguez Zapatero, no hace mucho, como «presidente voluble». ¿Quiere decir que es un "veleta"? - Ja, ja? Es una de las cosas que se le pueden decir. Sí, lo he dicho. Sin embargo, otros calificativos podrían ser más negativos. El tiene un proyecto, y descalificarlo como alguien carente de todo tipo de ideas y de iniciativas políticas equivale, quizá, a infravalorarlo. Resulta voluble en el sentido de que, según la conveniencia política, va cambiando. No cambia, en parte, su proyecto esencial, pero hay cuestiones que pasan de uno a otro lado a tenor de lo que le interesa y cosas dichas en un momento pasan después a ser lo contrario. Ahí existe un aspecto voluble. Pero eso resulta compatible con la idea de un proyecto transformador de la sociedad española.