El recuerdo también se recrea. La evocación de lo vivido en la adolescencia y aquel compañerismo se presentan, a veces, teñidos por la visión depurada y la nostalgia sin contaminar que ofrece la memoria. Se cumple el cuarenta aniversario de aquellos alumnos de los institutos "Claudio Moyano" y "María de Molina" que cursaron el Preuniversitario en el 1968-69. Y la convocatoria reunió, ayer, a medio centenar, procedentes de varios lugares de España.

Acudieron desde Cataluña, Canarias, País Vasco, Valencia, la Rioja, Castilla y León? Poco menos de la mitad se hallan radicados en Zamora. Alberto Jambrina, secretario del centro docente, les recibió y les mostró las instalaciones, remodeladas cuando los antiguos bachilleres ya observaban su paso por las aulas como algo lejano. No conocían el Museo pedagógico, que muestra un siglo de elementos para el ejercicio de la docencia. Una antigua alumna, María Antonia Salvador González, catedrática de Historia del instituto José Zorrilla de Valladolid, dirigió unas bellas palabras a sus condiscípulos, que hicieron mella en el ánimo de muchos. «El que recuerda vive de nuevo porque guarda un tesoro intangible con el que cuenta para siempre», señaló. Los dos institutos «fueron el escenario de un tiempo vivido intensamente». Allí iniciaron «las primeras experiencias de la vida». Evocó momentos comunes, protagonizadas por los alumnos y, también, por algunos profesores, «sabios», «unos expresivos y apasionados otros, admirados, temidos, imitados y al fin queridos». Profesores: como Juan Iglesias, Antonio García Muñoz, Modesto Vega, Mercedes Rodríguez... «Nos emocionó de verdad», apuntaba uno de aquellos. El acto cultural prosiguió con la intervención de Rosario Prieto, profesora de Historia y ex directora del "María de Molina". La primera parte del encuentro concluyó con las fotografías, en distintas estancias docentes, que evocarán el día de mañana esa reunión de solidaridad.

La comida en un restaurante, en una ambiente de compartir experiencias, no olvidó a los ausentes: a quienes no pudieron acudir y a los fallecidos. Propósito firme: «Reunirnos, de nuevo, dentro de cinco años. Y, después, de poco en poco», se dijo. El epílogo del encuentro, tras un paseo ciudadano, buscó -en algunos casos- la imagen de la tradición: esa Virgen de la Soledad, que recorrió, en la noche de muerte que alumbra la Resurrección, las vías zamoranas.